Comenzar

3219 Words
Canción: Arctic Monkeys - Do Me a Favour —Va a estar bien, amigo. —Me dijo Luis, el hombre que atiende a Otelo y que además es amigo mío. —Aunque, claro, tendrá que pasar un par de semanas bajo cuidados aquí, y después contigo en reposo. —Claro, lo supuse. —Respondí asintiendo lentamente. Aun no termino de creerme lo que hice por la niña esa. Fue una completa tontería. —Me pregunto si quieres ver a la pequeña, no debe tener más de un año. — ¿Pequeña? — ¿Es hembra? —Pregunté confundido. No sé por qué creí que se trataba de un macho. Supongo que es culpa de Julie quien le puso un nombre literario masculino. —Sí, creí que lo sabías, Abalám, además, ¿Por qué la tomaste? Tenía entendido que no eres un hombre de muchos animales, ni de muchas,.... No sé, ¿Personas? —Y no lo soy. —Afirmé. —En fin... ¿Cuánto va a ser? —Te mandaré los gastos por correo, aun no estoy muy seguro, va a depender meramente de cómo se desarrolle su mejoramiento, ¿Quieres verla? ¿Qué si quiero verla? ¿Para qué? —Sí. —Dije en voz baja, pretendiendo ser normal, como el resto. Seguí a Luis observando el lugar y escuchando maullidos y ladridos por todas partes. —Aquí es. —Dijo Luis. — ¿Cómo vas a llamarla? Es decir, ¿Planeas llevártela? —Sí, es mía. —Dije mirándola, luce mejor a como la encontramos Julie y yo, pero aun con ojos tristes y recostada. —Muy bien —Respondió alegre. —Ahora las personas no son muy consientes sobre la adopción de animales, me alegra que tú si lo seas... ¿Qué nombre tiene destinado, esta dulzura? —Se iba a llamar Otelo. —Murmuré rascando mi barbilla. —Pero dado el caso de que es hembra.... Desdémona suena bien. — ¿Desde qué? —Luis alzó una ceja a mí totalmente confundido. —Sí, suena bien, Desdémona. —La hembra me miró. — ¿No tiene r**a, verdad? —Pues sí tiene. —Afirmó Luis. —Es una hembra Pastor Alemán. — ¿Ah sí? —No puede distinguírsele bien una r**a por su falta de pelaje y su deterioro. —Te digo, con el tiempo y los cuidados se verá como una. —Pero no es como una más. Está mirándome a mí, y de pronto siento la necesidad de cuidarla, se siente bien saber que existe alguien que depende de mí, quiero que no le suceda nada nunca. —Cuídala bien, ¿Quieres? —Dije, y miré seriamente a Luis. —Tú sabes que así será. —Afirmó acariciando a Desdémona. —La cuidare como propia. Abalám cuidando de alguien, queriendo a alguien es de celebrar. Va a mejorar. — ¿Escuchaste eso? Vas a estar bien, Desdémona. —murmuré con una sonrisa de lado. — ¿En serio quieres llamarla así? —Preguntó Luis con una mueca. —Sí. —Siseé. — ¿Qué día puedo venir a verla? —Pregunté evadiendo el tema del nombre. —Pues.... Cuando quieras, supongo, o más bien los martes, es cuando no hay mucha gente. —Asentí con la cabeza. — ¿Y cuándo podré llevármela? —Volví a preguntar. —Pues.... Por lo menos va a requerir un mes aquí. — ¿Un mes? No puedo estar aquí más. Tengo una orden de restricción. — ¿Estás de acuerdo? De pronto no estoy haciendo esto por una niña a la que quise ayudar, estoy haciendo porque quiero ayudar a Desdémona. —Tomate el tiempo que necesites. —Me encogí en hombros. —Solo van a ser cuatro semanas. (...) Al parecer, cuidar de Desdémona necesitó más de un mes, después de dos meses, y de irme encariñando con un animal al que apenas conocí y por razones extrañas, fui a verla los martes durante todo ese tiempo, y ya casi cuando estuvo completamente bien, tuve que verla toda una semana. Ya compré para ella comida para perro, una cama color café, y un recipiente para su agua y comida, dos en uno, ropa no le compré, puesto que la haría ver como una niñita. Desdémona no es una niñita. —Adiós, Mona. —Murmuró Luis, rodé los ojos y gruñí. —Pero no le digas Mona, se llama Desdémona. —Luis me ignoró aun acariciando a la juguetona que ahora tengo como mascota. Cuando llegó apenas podía moverse, después de tanto progresar, tantos cuidados y medicación, ahora está en perfecto estado, tanto así para ladrar tan fuerte como para que se escuche hasta el cielo, al igual que sus largos saltos que llegan la el límite del planeta, es mi orgullo. —Mona le va más, porque es Monísima. —Murmuró él. —Odiare no tenerla aquí. — ¿Qué los veterinarios no tienen un código como los doctores en donde no deben encariñarse con sus pacientes? —Dije frunciendo el ceño y jalando a Desdémona hacia mí. —Bien, como tú digas, celoso. —Luis se levantó de su posición —Entonces.... Deberías traerla de vez en cuando. —Pensaré en ello, viejo. —Sonreí. —Aunque no estaré aquí por mucho más tiempo. — ¿Y por qué? —Preguntó —Tengo que salir de esta ciudad. —Dije tomando la correa de Desdémona. —Gracias por todos los cuidados. —Es mi trabajo. —Respondió el moreno encogiéndose en hombros. —Despídete, Desdémona. —Ella me obedeció al momento lamiendo el rostro de Luis, quien se volvió a hincar para quedar a la altura de ella. —Adiós, Mona, linda y fuerte Mona. —Murmuró acariciándola. (...) Tal vez Luis tuvo un poco de razón, la gente me mira extraño cuando la llamo Desdémona, pero ¿Qué querían? ¿Qué le pusiera un nombre corriente? Es decir, si Julie decidió que ella tuviese un nombre original así va a ser, pero puesto que no quiero que la gente comience a alzar sus cabezas a mí, decidí decirle Mona enfrente del resto, y Desdémona solo cuando no hay muchas personas, igual ella es muy inteligente, y obedece a mi voz con cualquiera de sus dos nombres. Ahora estoy viviendo en una gran ciudad, fuera del país del que hui, donde hay gran diversidad de personas, y lugares, además de que hay una ciudad con playa a unas cuantas horas. Me encanta todo este lugar, mi edificio apenas tiene ocho pisos, es un lugar pintoresco, lleno de pequeños jardines y animales, no vivo en el penthouse, pero realmente no importa, estoy en el quinto piso, vivo al lado de una señora que fue una actriz afamada en los años sesenta, se llama Angeles y ahora es una repostera excelente, y viuda eterna, aún sigue soltera, y viste de n***o todos los fines de semana. A pesar de mi profesión de medicina, por casualidad me vi implicado en una entrevista en una editorial de fama nacional, y la idea de mi vida, donde al nombre del protagonista se lo cambié por el de otro y el de Emma también, les pareció maravillosa, y ahora mismo mi única labor es entregar a la jefa en editores un capitulo por mes, cosa que no es difícil, puesto que son cosas que ya tuve que vivir. Aun así, todos los miércoles y viernes doy mi servicio voluntario, donde me contrataron hace más de un mes en una campaña que ayuda a los menos favorecidos. No me pagan, en realidad, y no hago esto porque me da placer ayudar, lo hago porque tengo tiempo de sobra, y no me gusta estar ocioso todo el día en casa El primero de abril, en un viernes común, salí a eso de las seis de la tarde, cansado de llevar todo un día atendiendo a niños, adultos y ancianos, llegué a mi casa, saludé como de costumbre a Desdémona, y miré a la gran ventana, no tengo una vista tremenda de la ciudad, pero si puedo ver detalles que personalmente me encantan. Encendí el televisor, y recalenté comida que La señora Angeles me preparó desde la mañana, estoy infinitamente agradecido con su amabilidad, y su manera de ser en la que no pregunta demasiado sobre mi vida anterior y que hice. La gente por aquí es muy curiosa. Volví mi vista a la gran ventana, el sol está por esconderse, ha sido un día largo, y finalmente me siento cansado como para dormir, así de temprano. Me recosté en la cama matrimonial de mi habitación, y Desdémona no tardó en seguirme. —Así que no me sirvió de nada comprarte esa cama para perros ¿Verdad? —Sus ojos cafés y brillosos me miraron, ella ama que le hable. —En fin, realmente no importa. Desdémona se acurrucó a mi izquierda como lo hace siempre y se durmió en cuestión de segundos, acaricié su pelaje un cuarto de hora más, mientras vi en la televisión de cadena nacional una novela que inició desde que yo llegué aquí y realmente es asombrosa, es decir, más bien no hay nada mejor que ver en las tardes además de eso. A veces hablo con Angeles sobre temas que se ven en la novela, o también cuando se queda en un momento suspensivo, nos ponemos a hablar al respecto. Mis ojos lentamente se cerraron, y me quedé dormido. .... Parece que olvidé apagar la luz de la sala, puesto que hay algo que está prendido ahí, así que con cuidado de no levantar a Desdémona fui a apagar la luz, pero al momento me di cuenta de que no estoy en mi departamento, estoy en otro lugar, y hay sangre, sangre que no es mía. — ¡¿Cómo te sientes ahora, pedazo de mierda?! —Su grito me provoca escalofríos, y de pronto soy yo con un arma en mi mano. Intento hablar, decirle que no ha sido apropósito, que creí que no tenía balas, juraría que las había quitado, sin embargo... Las palabras están selladas, porque todo eso ya sucedió, y nunca pude explicarle a Emma que yo no intenté hacerle daño nunca, que lo único que quería era un final feliz. .... El aire esta corto sobre mis pulmones, pero me obligo a levantarme. Solo fue una pesadilla, Desdémona está mirándome, parece preocupada por mí. Los rayos de la mañana aparecen por mi pequeño tragaluz y siento alivio de no estar en esa escena tan sangrienta. —Ven, vamos a servirte comida. —Desdémona se levantó antes de que yo pudiese ponerme la camisa. Le serví agua y croquetas e hice mi desayuno que constó de huevo mal revuelto, y café amargo. Encendí mi computadora, hoy por ser dos de abril tengo que entregar un capitulo, cosa que no he terminado, por lo que tengo de aquí hasta las siete de la tarde para entregarlo. Ahí, desde las ocho de la mañana, hasta las cuatro y media escribí por lo menos siete meses de mi vida en un solo capitulo. Al terminar, mandé el capítulo en formato Word a la editora en jefe Gisela Castro, una mujer de mediana edad ambiciosa y peligrosa, en parte, a ella aquí no la querría como enemiga, si se propone algo, su castaña y lacia cabellera se encarga de revolotearse y hacerte saber que lo va a lograr, así es como di con ella. Después de una hora de haber entregado el capítulo, recibí un correo diciendo: "Me cautivó. Gracias por la puntualidad". Ese mensaje quiere decir que me han depositado dinero en mi cuenta, la verdad me parece que me pagan más de lo que deberían por esto, pero después de protestarle a Gisela, ella me dijo que es buen material, y que no pagaría más si no lo mereciese, como dije, es una mujer insistente. (...) La señora Angeles me sirvió un plato regional que ciertamente me encantó, y no pude hacer más que agradecerle, y darle servicio médico gratuito ahí mismo, ella está en perfecto estado. —Muy bien, señora Solís. —Me quité el estetoscopio del cuello, y ella me sonrió amablemente. —Pero dime, Angeles. —Sonreí de lado y alcé la ceja. —Señora Solís. —Insistí. —Al parecer todo está en orden, aunque he de decir que tiene la presión un tanto alta. —Bueno, ya no tengo quince años. —Su voz dulce y envejecida habló. —Y tú, ¿Qué edad tienes? —Veinticinco. —Murmuré al instante guardando todos mis instrumentos —Mi nieta, Denisse es muy inteligente, y bella...Ella tiene veinte. —Hice una mueca burlona. —Agradezco su interés en mi vida amorosa, pero su nieta es un tanto joven para mí, espero no ofenderla, señora Solís. —Ella negó con su mano —Tonterías, solo era una posibilidad. —Sonreí y me levanté. —Me pareces un buen muchacho, pero creo que te falta estabilidad. —Alcé las dos cejas y me levanté. —Cuídese, y aliméntese como le aconseje ¿Eh? Quiero que siga aquí para navidad. —Ella asintió con la cabeza —Adiós, muchacho. —Me despedí con la mano y volví a mi departamento. Me extrañó que Desdémona no estuviese esperando por mí en la puerta como de costumbre, pero la vi mirar a la ventana grande con vista a la calle en plena tarde. —Me asustaste, tonta. —Murmuré más tranquilo. — ¿Qué miras? ¿Ah? Desdémona ladró hacia abajo. ¿Por qué tanto interés? Es una muchacha joven y castaña sentada en una maleta de ruedas. — ¿Qué pasa, Mona? —Pregunté en voz baja. Enfoqué mi vista en donde Desdémona mira. ¿Qué tiene esa niña? ¿Por qué Desdémona...? Una idea se filtró sobre mi cabeza, pero quise ahuyentarla al momento, ni de broma puede ser ella. Miré dos veces más, hasta que la chica se esfumó junto con su maleta negra. Me encogí en hombros más tranquilo, aunque Desdémona se quedó a dormir frente a la ventana. (...) —Ni siquiera te he pedido ir formal. —Dijo Alejandro al teléfono. —No me abrazo mucho a la idea. Y yo no bailo, Alejandro. —Respondí en voz baja manejando por las calles llenas de tráfico. —Héctor quiere que estés ahí. Tú les agradas a las personas, yo no. —Dijo él. —Será como un carnaval solo que lleno de gente pretenciosa, ¿Quieres venir, por favor? —Deberías saber que a alguien como yo no deberías rogarle. —Porque me repugna. —Bueno, ¿Está funcionando? —Me estacioné frente al salón de baile color marrón rojizo y con letras doradas me indica que se llama "Salón Venedig", es grande, tiene puertas largas y hay un enorme estacionamiento. —Ya estoy afuera. —Dije mirando al lugar, no vengo ni siquiera formal, ¿Qué vine a hacer aquí? Bufé con una mano sobre las llaves y la otra sobre el teléfono. — ¿Y aun así me hiciste rogarte? —Preguntó medio enojado medio feliz, al saberme ahí. —Te veo adentro. La verdad es que el salón está en buenas condiciones, tiene dos candelabros, uno al centro de la pista, y otro a la entrada del lugar, su piso es mármol n***o con grietas blancas, y hay gente de sociedad aquí pretendiendo que realmente les importa. Supongo que los únicos de economía común, somos Alejandro y yo, gracias a Dios, uno de mis viejos trajes me hace lucir, no tan mal, junto a todas estas personas pretenciosas. — ¡Ahí estás! —La voz de Alejandro sonó e intenté sonreír como una persona normal. Es un rubio de ojos marrones, de estatura muy baja, pero con una tremenda alta autoestima. —Conque estabas esperándome. —Afirmé en voz baja. No me gusta que la gente intente acercarse, menos si no necesito nada de ellos. —Sí, los demás muchachos no quisieron venir. —Asentí con la cabeza mirando a alrededor, somos más o menos ocho doctores atendiendo en las instalaciones del lugar caritativo, y también entre las ocho o nueve mujeres. —Solo estamos tú, yo, y Mariana. — ¿Y por qué no le hablas? —Pregunté para ahuyentarlo. —Pues porque es muy tímida, naturalmente. —Respondió. —Escuché que le gustas. —Y no es mentira. Mariana es una doctora de unos veintitantos al igual que Alejandro y yo, somos los únicos relativamente jóvenes en esta organización para gente desfavorecida. — ¿Yo a ella? —Preguntó casi burlándose. —No lo dudo... Pero... —Aunque te parezca increíble, es así. Además mira, está volteando para acá. —Dije señalándola con mi barbilla. Mary usa un vestido lila, y tiene el cabello suelto color rojizo con sus lentes cuadrados, que no se quita ni por equivocación, usa tacones con punta fina. —Tal vez me acerque. —Dijo más confiado de lo común. Por fin, que se vaya y me deje solo. —Pues entonces hazlo. —Volví a señalarla. —Perfecto. —Dijo y dio dos pasos, cuando volvió encogido en hombros. — ¿Qué? No va a morderte. —Afirmé tranquilamente. —No es eso. —Respondió entre dientes y cubriéndose detrás de mí. —Alguien invito a los salvajes de Jardín de Animales — ¿Cómo? —Pregunté. —Es una nueva fundación a favor de ayuda a animales. Siempre terminan haciendo desfiguros cuando vienen a eventos. Me pregunto si Mariana los invitó. —Dijo con una mueca. —Habré de echarlos, terminaran ahuyentando a los donadores con sus ideas idiotas sobre por qué no ayudan a los animales, y esas cosas. —No seas extremista, son solo cuatro personas. —Dije señalándolos. —Sí, pero toda esa fundación está llena de salvajes. —Afirmó el rubio. —Y tú sabes que esos cuatro son los peores. —Discúlpame, pero soy nuevo aquí ¿Recuerdas? —Murmuré burlonamente, y él me miró apenado. —Contextualízame. —El grandote de allá. —Señaló en voz baja y con su barbilla a un bronceado y de cabello rubio oscuro. —Él es Gael, el que lidera al grupo, es muy serio, a diferencia del resto. Fundó a su corta edad el Jardín de Animales hace no más de dos años. — ¿Ah sí? —Murmuré viéndolo con detalle, tiene un aspecto tosco y duro, al igual que sus ojos observando cada detalle del salón, debe tener como mi edad, o tal vez un poco mayor. —Ella, la pelirroja de curvas prominentes, es Gris. —Sonreí ante la ironía de su vestido color gris. —Es una perra, en pocas palabras. —Asentí débilmente observando simplemente a una de las que llegó, es la única de vestido corto aquí. —El de lentes es Andrés. —Un muchacho joven de lentes y un protuberante lunar sobre su rostro, luce como un chico constantemente incomodo, con ropa muy impecable y peinado arreglado con gel. —Cuidado con él, podrías atraerle. — ¿Le tira al otro bando? —Pregunté en voz baja. —Sí, se confesó hace no mucho tiempo. —Asentí con la cabeza de nuevo. —Y la morena de ahí, ¿Quién es? —Es.... —La morena de estatura promedio se dio vuelta. —Comienza con Ele o... Jota, alguna de esas, ¿Estefanía? ¿Eleonor? ¿Julieta? — ¿Julie, tal vez? —Murmuré en voz baja, atónito. — ¡Julie! Sí —Contestó chasqueando sus dedos. —Es nueva en el grupo salvaje, pero está arrasando, creo que es la peor de todas. —Iré a saludar. —Dije en un tono ligeramente emocionado. ¿Por qué parezco un niño pequeño? Se siente como.... Familiar, de nuevo, como una persona fuera de mi nuevo circulo, alguien a quien conocí cuando todavía era una sombra de lo que ahora soy, cuando era más...Yo mismo. — ¡No! —Intentó detenerme, pero la verdad mi mente se cerró a la idea de hablar con Julie después de todo ese tiempo. La niña se va a llevar la sorpresa de su vida cuando me vea, no tengo interés absoluto en ella, aunque si quiero ver sus grandes ojos una vez más, y por alguna razón mi corazón no para de latir desenfrenado entre paso y paso, hasta que quedé, no muy lejos de ella. Froté mis manos emocionado, estoy tan cerca de ella, ¿Qué voy a decirle? Ha pasado tanto, y hay tanto que quiero agradecerle. Estoy emocionado como un niño al que le regalan un juguete sin razón aparente. —Sin intención de ofensa. —Murmuré detrás de ella, a su oído. —Pero esta fiesta es formal, y tu vestido es como el de una niña de doce años. Ella se giró al momento, y estampó su puño sobre mi mejilla dedicándome un puñetazo que hizo llorar hasta a mi cabello. ¿Por qué ha hecho eso? — ¡Con un demonio! —Grité, y puse mi mano sobre mi mejilla intentando apaciguarel dolor. Demonios, creí que las mujeres golpeaban menos duro, y menos ella,quien parecía... Tan. Débil. Volví mi vista a ella, quien tiene una mirada firme y altanera con su barbilla alta, y sus ojos ardiendo. Y el mayor de mis problemas, además de que es mujer y no puedo regresarle el golpe, es que... De pronto me encanta que haya reaccionado así, de pronto me pongo a pensar.... En que si hubiera tenido otra reacción, no me habría fascinado tanto como lo ha hecho ahora mismo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD