Capítulo 1

2994 Words
Capítulo 1 Dos mujeres estaban dando a luz en diferentes puntos de aquella ciudad donde les había tocado vivir, cada una con una vida muy diferente de la otra, una llevada obligada para que pudieran ocultar su pecado. La otra solo la vida la había golpeado, puesto que fue engañada como muchas de las sirvientas de esa época, donde el hijo de los patrones le había prometido casarse con ella, pero solo fue para poder conseguir lo que todo hombre desea de una mujer, “Su virtud” ―Vamos puja, puja ya viene ―decía la comadrona que la ayudaba a dar a luz. ―Ahhhh… No puedo, duele mucho ―contestaba la mujer que a duras penas podía con el inmenso dolor que estaba sintiendo producto de los espasmos del parto. ―Vamos niña ya le veo la cabeza, ya viene su bebe una vez que lo tenga, se le olvidará todo. ―comentaba la mujer que veía que su patrona pujaba con fuerza. ―En una esquina estaba su hermana esperando el producto que su hermana arrojaría, solo para deshacerse de él o ella, no podía conservarlo, aunque quisiera, ya que estaba comprometida para casarse. Solo se habían ausentado cuando ya no se podía negar, que su hermana había cometido el mayor pecado, permitido por esa época donde el qué dirán estaba por encima de todo. ―¿Tardará mucho? ―pregunto al ver que ya llevaban horas y no había dado a luz todavía. ―Solo un poco más, el parto se está tornando muy delicado, pero su hermana es fuerte y joven ―comento en lo que colocaba otra sábana blanca debajo de las piernas de la mujer que pujaba de dolor, ya que la sangre fluía sin pedirlo.― Vamos niña, un poco más ya mero nace, solo un poco más. La ayudante de la comadrona, solo secaba el sudor de aquella chica que se debatía entre la vida y la muerte. ―Doña chana, de seguir así tendrá que hacerle una cesárea, aunque eso sería muy peligroso ―comento viendo que la joven ya no podía más con tanto dolor. ―¡No! ― contestó su hermana, que solo caminaba por todo el cuarto de un lado para otro, solo esperando que todo saliera bien, de eso dependía que no perdieran las tierras donde vivían, así como su estatus ante la sociedad―. Trate que no deje huellas de su pecado, se le ha cuidado la piel lo más que se ha podido, para que no se le note las marcas, se le ha cuidado para que no ensanche mucho las caderas, así como para que no engordara demasiado, ya que dentro de dos meses contraerá matrimonio y él no debe darse cuenta que ya parió un hijo. ―Pues precisamente por esos cuidados, ella ahora no puede dar a luz, está demasiado estrecha que, de seguir así, tendrá que decidir por alguno de los dos… ―No hay que decidir, solo salve a mi hermana ella es lo importante, si no se casa, estaremos en problemas toda mi familia, así que haga que esa cosa salga vivo o muerto no me importa. ―ﷻ―ﷻ―ﷻ Del otro lado de la misma ciudad, igual estaba una joven dando a luz, pujando con toda su alma para dar a luz a su bebe, la historia de esta mujer a pesar de que había sido engañada era diferente. Había pactado con la familia del hombre que la embarazó, que la enviaran a una granja a trabajar a ella y a su bebe. Solo no debía decir ¿De quién era su bebe? Su paga sería mucho mejor y le alcanzaría para mantenerse ambos. Ella a pesar de todo, lo había amado desde el momento que se enteró, de que estaba de encargo, simplemente fue feliz, aunque después su corazón fuera quebrado como un cristal, cuando se enteró que el hombre que la embarazo, solo le mintió y que no se casaría con ella, ya que ya se había comprometido con una señorita de la alta sociedad. En esa época los hijos de los patrones ya estaban comprometidos, con quienes fueran a ser sus futuras esposas, incluso desde niños. Solo esperando a que cumplieran la edad necesaria, para que pudieran seguir con el estatus social, al que estaban acostumbrados. Ya que las familias adineradas con esos matrimonios concertados, eran más una fusión de dinero para que sus familias prosperaran. ―Vamos niña puja, ya casi está afuera solo necesito que hagas un esfuerzo, para que conozcas a tu bebe. ―decía la mujer que ayudaba como partera, sin serlo ya que, si la atendía una ellas, tendría un registro de que un bebe, había nacido en la casa de esa familia. Así que la atendería sólo una mujer, que alguna vez vio nacer un niño, pero sin tener ni una experiencia o práctica de eso. ―No puedo, de verdad no puedo, ya estoy muy cansada ahhhh… ohhhh…―gritando de dolor, ya que sentía que la partían en dos. Al contrario de la otra mujer, con esta solo la acompañaban dos amigas, que al igual que ella, solo eran sirvientas de aquella casa, ya que la poca familia que tenía era muy pobre y vivían muy lejos. Aparte de que, si supieran que estaba encinta, no la votarían ni a ver, ya que como se dijo en un principio, hasta con la sociedad de los que menos tenían, no estaba muy bien visto, que las chicas solo salieran embarazadas. Todas las chicas que entraban a una casa a trabajar, por las circunstancias que fueran, simplemente soñaban al igual que sus familias, que algún patrón o un hijo de sus patrones, se fijaran en ellas y así poder sobresalir de la pobreza. En ese caso la cosa cambiaba y si eso llegaba a pasar, la dulce cenicienta estaba obligada ayudar a su familia, pero eso eran solo cuentos o leyendas urbanas, ya que siempre esa clase de familias, exigían una dote alta para que una chica pudiera concertar un buen matrimonio. Era bien conocido que, si querían que tus hijas sobresalieran en la alta sociedad, debían competir entre las más adineradas, que serían las que se llevaban los mejores partidos. En su defecto si la chica no era tan adinerada, está simplemente estaba expensa a conformarse con un hombre viudo, uno mayor que las sobrepasaba en años o quizás con suerte alguno que tuviera su propia fortuna, muy aparte de la de sus padres. Pero la dote iba de entrada, solo si la joven era muy asediada, quizás esta estaba exenta de dar una dote alta, pero eso solo eran en casos muy especiales y ese no era el caso de esta mujer, que luchaba por su vida para dar a luz a su bebe. Un grito ahogado en aquella habitación se escuchó. ― ahhhhhhhhhhhhhhhhh Dando paso a la vida, solo dejando caer un suspiro, dejando su último aliento en el intento de que su bebe conociera el mundo. Con un chillido nacía una niña, con los ojos azules y con un escaso cabello de su cabecita, la cual solo fue recibida con una manta y llevada a ser limpiada, para tomar una decisión sobre ¿Cuál sería su vida? Una de las sirvientas, subió hasta la habitación de la dueña de aquella casa, donde estaba tomando el té, como todas las tardes. ―Disculpe señora, solo quiero informarle que él bebe ya nació. Aquella mujer sólo dejó de sorber su taza de té, dejándola en la pequeña mesa de su habitación, sintiendo que un mal sabor de boca se instalaba en ella, para mirar a su sirvienta que le estaba dando la información. Su esposo que estaba junto a ella, leyendo el periódico, ni siquiera se inmuto al escucharla, solo carraspeo un poco, sobre la molestia que eso le causaba. No era la primera vez que sucedía, de hecho, ya habían sido tres sirvientas, que habían dado a luz en esa casa, por las mismas circunstancias, solo que esta vez sería diferente, ya que las cosas no habían salido como estaban acostumbrados. ―Bien dale un par de semanas de reposo y después que se vaya a la hacienda, como las demás ―contesto aquella dama, solo moviéndose de su asiento, en señal de que no estaba muy contenta con los acontecimientos. ―Señora solo que hubo un pequeño problema, ella ¡No!..―dijo con cara afligida. ―La señora de la casa la fulminó con la mirada, antes de mencionar algo. ―¡Que no venga ahora con chantajes! Ella dijo que tendría al bebe y sería enviada a la hacienda, solo así dejaría que se quedara, se le dará más sueldo ¿Qué más quiere? Aparte de que anduvo embaucando a mi niño, tengo que tolerar ahora sus cosas. ¡Lo que debería de hacer es echarla a la calle! ―exclamo molesta, solo abanicando su cara. ―No señora no es eso, es que Cindy ella… Bueno no soporto el parto y falleció. ―dijo la sirvienta, secando sus lágrimas con su delantal. El esposo de la señora de la casa, ni siquiera se inmuto ante la noticia, lo único que hizo fue dejar su periódico a un lado, solo viendo como su esposa, bajaba con la sirvienta para arreglar el problema. Al llegar a la pequeña habitación, donde se escuchaba el llanto del bebe y el llanto de las otras dos sirvientas, que acompañaban el cuerpo inerte de la mujer que dio a luz. ―Señora lo siento, pero no lo logro, el hecho que no dejará que la partera viniera ayudar, fue la causa que perdiera mucha sangre y solo no pudo soportar el parto. ―dijo la sirvienta con él bebe en brazos―. Es una niña, es tan bonita se parece a su hij… ―¡No se parece a nadie de mi familia! ¡¡Escuchaste!! ―exclamo sin reparo aquella señora, ahora lo que harán es darle cristiana sepultura a esta mujer, diga que enfermo de tuberculosis, no la dejamos salir los últimos meses, así que el sacerdote no se dará cuenta de nada. ―Llevando su pañuelo a su nariz, ya que el olor a la sangre era muy fuerte―. Limpien todo ―dijo sacando unas diez monedas, de su bolso que llevaba con ella―. Ten busca donde enterrarla, que le hagan unas tres misas por su eterno descanso, ni modo ella se lo busco, por ser tan casca suelta. ― Persignándose, solo volteando antes de salir, ya que una de las sirvientas la llamó. ―Señora disculpe. ―La señora volteó, casi queriendo fulminar con la mirada, ya que se encontraba muy irritada por todos los acontecimientos. ―Si dime… ―¿Qué haremos con la bebe? ―pregunto la sirvienta que cargaba a la bebe en brazos― es que al morir Cindy… Ella se quedó tan solita, que quizás usted pueda… ― La señora ni siquiera concebía, lo que su sirvienta estaba pensando. ―Solo sacó unas cinco monedas más de su bolso―. Dile a Naty, que la lleve al orfanato que está a las afueras de la ciudad, que diga que la dejaron en nuestra puerta, pensando que nos podríamos hacer cargo, pero que nosotros saldremos del país y nos es imposible hacerlo. Deja esto con ella, para ayudar a su manutención ―sacando un pequeño anillo de plata, que en realidad no tenía mucho valor. Las tres sirvientas solo se le quedaron viendo, ya que no podían creer con qué frialdad su patrona, sólo se deshacía de su nieta, como si fuera un trapo sucio, si estando en la hacienda de la familia no iba a tener una vida fácil, estando en un orfanato quizás ni siquiera sobreviviría. ―No me miren así, aquí la única que tiene la culpa fue ella, si ella se hubiera dado a respetar no estuviera en esa cama muerta, pero no; se le metía a la cama a mi Rodolfo, sabía que él estaba comprometido y que no podría casarse con ella. Aun así, nunca escucho mis advertencias, desde que llegó a trabajar aquí, le dije que las reglas de la casa eran de portarse bien, no hacer nada fuera de las buenas costumbres. ¡Ah, pero qué hizo! Solo quedar de encargo a propósito, pensando que con eso amarraba a mi hijo, pues se equivocó, aquí las consecuencias. Esto va para todas, la próxima que se meta a la cama de mi hijo o la de mi esposo, se va a ir sin consentimientos de nada, ya basta de resolver este tipo de problemas, sólo porque se dejan llevar por sus bajas pasiones. ―Mirando a las más joven, ya que la otra era una señora mayor que ya estaba casada―. Solo hagan lo que les dije y díganle a Martha que suba hacer las maletas, mi esposo, mi hijo y yo saldremos de viaje, estaremos una temporada con mi tía Matilde, ya que vive cerca de donde vive la prometida de mi hijo. Así que queremos que estén cerca, para que se conozcan mejor, en lo que la corteja antes de que se casen. ―dijo saliendo de aquella habitación, sin sentir ni un remordimiento de nada, como si en esa casa no hubiera pasado absolutamente nada. ―ﷻ―ﷻ―ﷻ En la habitación de la otra chica que daba a luz, igual se escuchaba un grito desgarrador… ―Ahhhhhhhh… ―dejando todas sus fuerzas en ello, solo escuchándose un chillido al salir su bebe de ella. ―Eso es mi niña, ya nació y está bien sanita ―dijo la partera, que la estaba atendiendo―. Solo la limpiaremos y te la enseño. ―¿Está bien?, ¿Nació bien? ―pregunto la joven, con voz entrecortada y mirando a su alrededor como se llevaban a su bebe, para bañarla. ―Si está bien, muy sana y bella, se ve que será rubia por su escaso cabello, esperemos que herede tus ojos, ese verde no es muy usual; jamás había visto ese color, hasta que te conocí―dijo partera, sonriendo solo limpiando a la joven los restos de la placenta. Su hermana entraba a la habitación, después de que se había ido a descansar, al ver que su hermana no daba a luz, las horas habían pasado y estaba muy cansada, como para seguir esperando. ―Bien ya nació ―dijo observando que la otra sirvienta, estaba entretenida con él bebe bañándola. ―Si señorita, en un momento se la enseño ―dijo la joven en lo que la envolvía en una manta para abrigar al bebe, que solo lloraba al sentir el agua que era desconocida para ella. Solo acunando en sus brazos, para llevarla con su madre para ser alimentada. La joven la recibió muy feliz, con una sonrisa mirando a su bebe que era una belleza de niña, tenían razón su escaso cabello era rubio y en un momento abrió los ojos, para mostrar ese par de joyas en sus ojos, muy parecidos a su madre. La joven era considerada como una de las mujeres más bellas de Inglaterra, asediada por muchos, pero comprometida con un hombre aparte de adinerado, con muchísimo poder. Al enterarse de estar embarazada, más que era de su amante; le dio muchísima alegría, se amaban, pero ese idilio de amor se terminaba, una vez que fue comprometida para casarse en unos meses. No podía negarse, eso sería como hundir a toda su familia, solo le daba tiempo de llegar a término su embarazo y regresar para su boda, eso ella ya lo sabía, pero al ver a su bebe se negaba a dejarla, para irse hacer lo que su familia le pedía. A su prometido le habían dicho, que viajaron para ayudar a su madre, con la enfermedad de su padre y aprovecharían para comprar su ajuar de novia, él no estaba muy convencido, pero con un beso pudo convencerlo. No era desconocido para nadie, que su prometido estaba totalmente enamorado de ella, así que lo que ella le pidiera él lo hacía sin chistar. ―Bien hermana ya le disté de comer, ya es hora de que me la llevé, ya pedí el cochero y está esperándome para partir. ―dijo la mujer, acercándose para llevarse a la niña. ―¡No! No te la lleves, por favor haré lo que quieras, lo que me pidas ¡Pero no te la lleves! ―exclamo la joven al borde del llanto, pero como estaba muy exhausta no podía pelear para detenerla. Su hermana, solo arrancó a la niña de los brazos de su madre y la acuno en sus brazos, solo cubriéndola muy bien, si había dejado que le diera de comer, era para que se durmiera y no estuviera llorando por el camino. Ella la llevó a las afueras de la ciudad, donde se la entregaría en manos de unas madres, que cuidaban un orfanato, al llegar ellas ya sabían porque la visita del lugar, solo recibiendo aquel bebe, que sería abandonada en aquel lugar, solo esperando que algún día una familia noble la adoptara. Los niños de esos orfanatos, la gran mayoría eran niños de pecados, de bajas pasiones, muchos de hijos de familias acomodadas, su única desgracia era nacer en el momento equivocado, ya que, si no eran aceptados, su suerte era incierta. Muchos de ellos, si eran varones iban a trabajar como estibadores en algún puerto, otros en alguna hacienda y las niñas sólo como sirvientas en algunas casas, donde las recibían a cambio de dar unas monedas al orfanato. Solo algunos tenían buena suerte y se convertían en hijos de algunas familias, pero igual solo eran leyendas urbanas de la época, ya que eso pocas veces sucedía. Continuará...
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