Rebeca salió de su casa para ir al trabajo, estaba desanimada, tenía que caminar con pies de bailarina, ser cuidadosa hasta en sus miradas, para evitar molestar las susceptibilidades de sus progenitores. Ese día Margarita le había dicho que la acompañe, le quería presentar al titular de una casa de modas, dónde requerían a jóvenes prometedores para diseños exclusivos. Rebeca sabía que ella tenía muchas ideas y muy buenas, pero no tenía el respaldo de un título universitario que la respalde, ni siquiera podía decir que, por su edad, aún estaba cursando. Tenía un panorama muy claro, de cómo funcionaba el mundo y a ella, en su casa, le habían cortado las alas, no la dejaban crecer, solamente rogaba y esperaba tener esas oportunidades cuando el año próximo comenzara a cursar. Margarita era

