Lucía hizo un enorme esfuerzo para empujar todos esos pensamientos pecaminosos lejos de su mente y se acomodó en su silla. Tomó la copa de champán y bebió un sorbo. Las burbujas le resultaron tan agradables que, antes de darse cuenta, bebió otro sorbo, y luego otro, hasta que la copa estuvo completamente vacía. Renzo levantó una ceja, observándola atentamente y una de las comisuras de su boca se levantó en una casi imperceptible sonrisa cargada de malicia. —Sigue bebiendo así y vas a conseguir que me pueda aprovechar de ti con mucha más facilidad de la que pienso. Su tono áspero erizó la piel de Lucía y la puso nerviosa, tanto, que cuando Lucía alejó la copa de sí para no seguir bebiendo y terminar tan borracha que ese diablo pudiera aprovecharse de ella, terminó causando que esta caye

