Un minuto Renzo estaba tratando de averiguar cómo librarse —sin matarla y arrojar su cuerpo al mar— de la mujer demasiado agresiva que aparentemente le reclamaba desde el momento en que entró en el bar y se le acercó, y al siguiente estaba distraído por una ronda de fuertes vítores, silbidos masculinos agradecidos y llamadas de gato que venían de la dirección de la barra del bar. Ligeramente curioso por lo que había provocado a la multitud, miró por encima del hombro de la mujer hacia la conmoción. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron cuando vio a Lucía bailando en la parte superior de la barra, con un aspecto más caliente y seductor de lo que nunca antes la había visto. Tampoco la había visto nunca tan... desinhibida, y especialmente en un lugar que no fuera encerrada en una
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