Cuando Janice llegó a casa, tarareó para sí misma mientras tomaba el ascensor. Al salir, casi chocó con el chico del entrenador amarillo. —Oye—, dijo. —Hola.— —¿Estás bien?— Él entrecerró los ojos hacia ella. —Tú eres la chica que estaba patas arriba el otro día, ¿verdad?— —¿Qué?— Ella rió. —Oh, sí, eso. Malentendido.— —Con tu hermano. Parece bastante intenso—. —Sabes cómo pueden ser. Hermanos. Protector. Dominador. A veces me duele el trasero, pero él realmente me ama—. Su sonrisa se hizo más amplia. —Que tengas un buen día—. —Siempre y cuando estés bien—. —Mejor que nunca.— Entró en el apartamento. —Ey. ¿Alguien en casa?— —Ambos somos.— La voz de Patrick. —Ah bueno.— Dejó su bolso y se quitó los zapatos. —Eso significa que puedo decirles a ambos qué tan bien fue la entrevista—.

