Mi dulce pecado

1874 Words
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Despierto de un madrazo de almohada. —¡Qué mierda! —gruño, abriendo los ojos de golpe y encontrándome con la maldita perra de Bianca sosteniendo la almohada con una sonrisa de satisfacción. —Tu padre me pidió que te despertara —dice con su tonito de niña buena—. Hoy viajas, no lo olvides. Me tapo la cara con la sábana y suelto un gruñido. —Aaaash, mi padre es un fastidio. Solo quiero dormir. Bianca me quita la sábana de un tirón. —No, desgraciada, dime qué pasó ayer. Miguel anda diciendo que te follaste al hombre de ayer en el auto y en su cara. Solté una carcajada tan fuerte que me dolió el estómago. Me incorporé en la cama y esbocé una sonrisa de lujuriosa satisfacción. —Calla, que mi padre te puede escuchar —le advierto con un dedo en los labios. Pero Bianca es una maldita bocona y ya abrió sus ojos como platos. —¡Maldita perra en celo! ¿Cómo pudiste hacerlo? Me encojo de hombros. —No me jodas, lo hice porque quise. No te imaginas cómo me duele la panadería. Bianca se tapa la cara con las manos y suelta un grito ahogado. —¡Dios mío! —Ese hombre tiene un buen bate —susurro con perversión—. Grande, grueso y jugoso. —¡Eres una descarada! —me acusa con una carcajada mientras se sienta a mi lado. —Mujer, no sabes lo que me hizo sentir —le confieso, sintiendo escalofríos de solo recordarlo—. Sé que el ruso no se queda atrás, pero ese inglés me tiene tan, pero tan babiada y enloquecida. —Dame detalles —exige, con los ojos brillando de emoción. —Me empotré contra él, lo cogí y él no se quedó atrás. Me agarró como muñeca de trapo, me movía de un lugar a otro y eso que fue dentro del auto. —¡Puta madre! —maldice Bianca—. ¿Y qué más? —El infeliz es guapo, pero lastimosamente tiene dueña. —¿¡Qué!? —Bianca abre los ojos como si acabara de descubrir la traición más grande del siglo. Asiento con gravedad. —El guapo tiene prometida y es la afortunada. Bianca me toma del brazo y me sacude como si estuviera exorcizándome. —¡Valentina, eres un peligro! ¿Y si se enteran? —Por mí que se enteren —digo con desdén—. No fue mi culpa que se me atravesara en el camino con su delicioso acento inglés y sus manos enormes. —Ay, Dios. Espero que en tu viaje no te metas en más problemas. —Espero encontrarme a uno igualito —suspiré con un aire soñador—. Ojalá en el avión se me siente al lado un empresario millonario con la misma energía de ese inglés. Ash, lo olvidé, iré en el avión privado de mi padre. —Más bien, ojalá llegues entera de vuelta —responde Bianca con burla—. No sé cómo sigues caminando después de semejante relato. Me dejo caer en la cama con dramatismo. —Aaaah, el infeliz creo que me dejó renca. Estoy abatida. Bianca estalla en carcajadas. —Eres un desastre. —Y orgullosa de serlo. Bianca me mira con una sonrisa traviesa y se deja caer de espaldas en mi cama. —Voy contigo. Frunzo el ceño. —¿A dónde? —A tu viaje, idiota. Me incorporo de golpe. —¿Qué? —¡Sí! No tengo nada mejor que hacer y necesito desintoxicarme de esta vida de mierda. Además, alguien tiene que asegurarse de que no termines casada con otro inglés infiel o secuestrada por la mafia rusa. Me cruzo de brazos y la miro con sospecha. —¿Y tu pasaporte? ¿Tu maleta? ¿Tu permiso para salir del país, niña buena? ¿Te dejarán salir? Bromeo, ella tiene mi misma edad, solo que no le gusta salir porque su madre se hace la mártir, para todo quiere controlarla y eso que tiene la edad suficiente. Bianca se encoge de hombros. —Detalles menores. Suelto una carcajada. —Eres una maldita impulsiva. —Por eso me amas. Me dejo caer sobre ella, aplastándola con mi peso. —Vale, pero si terminamos en una cárcel extranjera, fingiré que no te conozco. —Lo mismo digo, zorra. Nos reímos como desquiciadas hasta que mi padre toca la puerta y nos manda a callar. Obvio, eso solo nos hace reír más fuerte. —¡A la ducha, perra! —grita Bianca, levantándose de un salto—. No podemos subirnos a un avión oliendo a pecado. —Tienes razón. Ambas corremos al baño y nos metemos juntas en la ducha. No es la primera vez que lo hacemos. Nuestra amistad no tiene límites ni vergüenza. —A ver, dime, ¿cómo era su cuerpo? —pregunta Bianca mientras el agua caliente cae sobre nosotras. Cierro los ojos y suspiro, dejando que los recuerdos me inunden. —Cuadros, duro y sexy. —¿Mmm? —Todo su cuerpo era una obra de arte —murmuro—. Tenía esos músculos marcados, pero no exagerados, de los que gritan que el tipo se ejercita, pero sin parecer un luchador de la WWE. Bianca silba. —Me gusta. —No he terminado. Ella se cruza de brazos y me da su atención. —Continúa, reina del pecado. Sonrío y me relamo los labios. —Y más ese grueso bate. Bianca ahoga un grito dramático. —¡Valentina! —Es la gloria. —¡Descarada! —Te lo juro, Bianca, es una bendición de los dioses. Cuando lo vi, pensé que no lo iba a aguantar, pero, mujer… —¡NO SIGAS! —¡Pero sí lo aguanté! —¡Cállate! —grita entre risas, tapándose los oídos. —Y lo disfruté tanto que aún lo siento en cada maldito músculo de mi cuerpo. Bianca me avienta agua en la cara. —Eres una loca. —Por supuesto. Terminamos riendo a carcajadas mientras nos enjabonamos y nos preparamos para nuestra aventura. Lo que Bianca no sabe es que este viaje no será nada tranquilo. ++++++++++++++ Bianca y yo salimos de la ducha envueltas en toallas, aún riendo como idiotas. Mi cuerpo todavía tiene secuelas del inglés infiel, pero el dolor es una marca de guerra que llevo con orgullo. Me miro en el espejo, analizando mi reflejo. —Sigo viéndome perra —comento con satisfacción. Bianca se inclina a mi lado y se observa también. —Y yo sigo siendo tu fiel discípula en el pecado. Suelto una carcajada y la empujo. —Entonces, apresúrate, zorra, porque nos vamos en unas horas y aún no tienes ni maleta. Ella se encoge de hombros. —Voy a viajar ligera. —¿Ligera? —levanto una ceja—. Bianca, esto no es una escapada de fin de semana. —Exacto, por eso me compraré todo allá. —Eres una descarada. —Y tú me amas por eso. La dejo revolviendo mi armario mientras yo me visto con algo cómodo, pero digno: un conjunto ajustado, leggings negros que levantan todo lo que deben levantar y un top que realza mis atributos. Cuando me miro al espejo, sonrío. —Lista para pecar —murmuro. +++++++++++ Salimos de la habitación con nuestras maletas rodando tras nosotras. Bianca me dice que antes de ir al aeropuerto debemos pasar por su casa, ya que su nana tiene sus maletas listas, ella se arrepintió de solo llevar parte de mi ropa. Asiento sin dudarlo; de todas formas, el avión privado no se va sin nosotras. Cuando bajamos las escaleras, nos encontramos de frente con mi padre. Dejo caer la maleta al suelo y corro a sus brazos. Me aprieta con fuerza, como si intentara retenerme un poco más en su mundo. Suspiro contra su pecho, disfrutando el calor de su abrazo. —Hija, no quiero obligarte, pero tu madre quiere que estés en la propuesta oficial de tu hermana. Levanto la cabeza y ruedo los ojos. —Papi, yaaaaaa. No intentes que ame a ese par. Sabes que no puedo y no quiero —Él suspira pesadamente, deslizando una mano por mi cabello con ternura—. Voy por ti, así que no pidas milagros. Me besa la frente con cariño y me abraza una vez más. —Mi pequeña, no te portes mal. Bianca suelta una carcajada a mi lado. —Lo intentará, señor, pero no prometo milagros. Mi padre le lanza una mirada entre divertida y resignada. Luego se dirige a ella con un ademán serio. —Gracias por acompañarla. Ella necesita… —…Te necesito a ti… —interrumpo con una sonrisa burlona. —Pero bueno, papi, nos vemos. Le doy un beso rápido en la mejilla y, antes de que pueda insistir más, arrastro a Bianca hacia la salida. Subimos al auto y le doy instrucciones al chofer para que pase primero por la casa de Bianca. En el camino, ella se recarga en el asiento con una sonrisa de satisfacción. —Entonces, vamos directo a un infierno familiar —dice con dramatismo. —Técnicamente, yo voy al infierno. Tú solo eres mi invitada VIP. —Lo cual lo hace más divertido. —Claro, porque tú no tienes que lidiar con mi madre y su obsesionada agenda social. ++++++ Llegamos a la casa de Bianca en poco tiempo. Su nana ya está en la puerta con sus maletas listas, como si ya supiera que esto iba a pasar. Bianca salta del auto y le da un abrazo rápido antes de tomar sus cosas. —Eres la mejor, Nana. —Más te vale cuidarte —le responde la mujer con un tono severo, aunque hay una sonrisa en sus labios. Cargamos las maletas en el auto y volvemos a la ruta. Bianca está revisando su teléfono, seguramente enviando mensajes a algunos de sus ligues para avisar de su desaparición temporal. Yo, en cambio, solo miro por la ventana, pensando en lo que me espera al llegar. El avión privado ya está listo cuando llegamos al aeropuerto. Nos escoltan directamente a bordo sin tener que hacer filas ni lidiar con el gentío. Me dejo caer en el asiento de cuero con un suspiro de alivio. —Definitivamente, volar así es otro nivel —comenta Bianca, acomodándose en el asiento frente a mí. —El dinero lo puede todo, amiga. Un azafato nos ofrece copas de champán y, obviamente, aceptamos. Bianca levanta su copa con una sonrisa maliciosa. —Por una aventura llena de pecado y caos. —Y por mantenernos fuera de prisión. Chocamos las copas y bebemos. El avión despega suavemente, y yo miro por la ventana, dejando que la tensión de los últimos días se disuelva con cada kilómetro que nos alejamos. Bianca me patea por debajo de la mesa y levanta una ceja. —Bueno, dime algo. ¿Qué piensas hacer con tu hermana y su perfecta vida de princesa de cuento de hadas? Suspiro pesadamente. —No lo sé, Bianca. Pero una cosa es segura: no pienso fingir que soy feliz por ella. Ella sonríe con complicidad. —Entonces este viaje va a ser muy interesante.
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