Su boca devoró mi cuello mientras me masturbaba bajo el agua. Mi cuerpo entero temblaba. El vapor, la espuma, sus manos… era un cóctel mortal. Un éxtasis sin sentido. Me hizo llegar de nuevo, tan profundo, tan intenso, que creí perder el control de mis piernas. Y cuando me acurruqué contra él, temblando, me abrazó fuerte. —No quiero que pienses que esto es solo deseo —murmuró en mi oído—. Es más. Lo sabes. Pero no respondí. Porque en ese momento, tenía miedo. No de él. Sino de mí. Porque también sabía que era más. Y eso era lo que más dolía. +++++++++++++++++++++ La bañera ya no era suficiente. Lo supe cuando sentí su respiración agitarse de nuevo contra mi cuello, cuando su erección se clavó con fuerza entre mis nalgas, dura, palpitante, hambrienta. Yo también lo quería. Más de lo

