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No podía más. Era como si el mundo entero se hubiera volcado sobre mi pecho y no me dejara respirar. No sabía si temblaba de rabia o por el frío de esa maldita casa en la que no quería estar. Mis piernas me habían traído hasta el jardín, pero no tenía claro cómo. Solo recuerdo que abrí la puerta de la biblioteca y salí corriendo sin mirar atrás, sin pensar, sin querer recordar.
Las lágrimas me escurrían por las mejillas, calientes y desordenadas, como si ellas también estuvieran furiosas. Me senté en una banca al fondo del jardín, al lado de una fuente que apenas brotaba agua. Me llevé las manos al rostro. ¿Cómo se supone que una persona digiere algo así? ¿Cómo se enfrenta una madre que te abandonó, que decidió no estar, que se dio el lujo de elegir otra familia y ahora pretende q
