El rostro del Ángel

Uno

Veo la gente mover los labios, pero no escucho lo que dicen. Observo a mi alrededor y me asusto cuando no se donde estoy.

Quiero mover el cuerpo pero es imposible en cuanto noto que los tengo sujetos a mis costados con cinturones de cuero.

«Por favor, detenganse»

Quiero gritar pero mi voz no sale. Sólo las lágrimas al ver a la gente moverse a mi alrededor, máquinas a mis costados.

«Ya no más»

Cierro los ojos cuando mi falta de audición se convierte en un zumbido constante. Suplico internamente para que dejen de tocarme, no lo soporto. Pero no me hacen caso cuando siento varias manos palpar mi abdomen, abrirme los ojos de golpe y aniquilarme con la luz que me transporta al lugar que más daño me ha hecho.

Me pierdo en los recuerdos al momento que cierro los ojos y no siento más nada, feliz de volver a mi lugar seguro, a la niebla que por más de cuatro años he estado recibiendo como hogar.

Me quejo cuando todo el cuerpo me duele, la cabeza esta a punto de explotarme. Intento abrir los ojos pero hasta eso me cuesta una vida intentarlo.

Me quedó quieta cuando siento una respiración cerca de mi rostro logrando que automáticamente abra los ojos de golpe cuando el corazón me empieza a palpitar con intensidad.

— Luciana — hablan y me quedó paralizada por un breve instante, queriendo que mi cabeza funcione correctamente pero no lo consigo.

—Luciana — me tocan el brazo y me pego al respaldo de la cama asustada, con los ojos demasiados abiertos, cuando el cuerpo me responde.

— Ha reaccionado así desde que desperto — anuncian a mi izquierda y me observo el brazo que me duele cuando lo quiero mover.

No entiendo nada.

Me tomo la cabeza cuando comienza a dolerme y me asusto aun mas cuando vuelven a llamarme por el mismo nombre, pero no recuerdo si es el mío.

— Tranquila — aparece una mujer y se acerca lentamente, levantando los brazos cuando me pongo a la defensiva.

Observo en silencio su caminar e intento hundirme más sobre el respaldo de la camilla, queriendo fundir mi cuerpo con el metal.

—No se acerque, doctora – recomiendan detrás suyo y no observo nada más que a la mujer que sigue con las manos alzadas.

La veo hacer una seña para que no siga hablando y vuelve a enfocarse en mi.

- Por fin despiertas, Luciana, comenzabas a preocuparnos - intenta abrazarme pero antes que llegue,la otra mujer que estaba detrás suyo, la tomo del brazo.

Salto sobre el colchón quedando hincada sobre mis rodillas, dejando en claro que no deseo ser tocada, negando con frenetismo para luego tomarme de la cabeza cuando un fuerte dolor me golpea.

¿Quién soy?

¿Dónde diablos estoy?

Abro los ojos con terror cuando no recuerdo nada y separo los labios ahogada cuando mi respiración comienza a fallar.

Me tomo del cuello, desesperada y me caigo de culo sobre la cama, cuando siento los pulmones ardiendo por la falta de oxígeno.

—Tranquila, cielo – anuncian de pronto junto a mi – respira hondo.

Enfoco la poca visión que tengo hacia la mujer que me toma del brazo y me ayuda a acomodarme.

Siento que me va a dar un infarto de lo rápido que me va el corazón y como lágrimas comienzan a descender hacia mis mejillas.

— Vamos Luciana, respira – grita la mujer que me toma para que le preste atención cuando me ve pérdida – vamos hazlo conmigo.

Le prestó atención cuando la veo inhalar y exhalar, pidiendo que haga lo mismo hasta que se da cuenta que no puedo seguirla, que me estoy desvaneciendo cuando grita.

— Inyecta la dosis de Klonopin – grita la mujer.

Intento forcejear con ella cuando de repente siento mis ojos comenzar a cerrarse, mis hijas respiratorias volver a abrirse con fuerza, liberando una bocana de aire en tanto mi cuerpo se vuelve laxo.

— Ayuda – logro decir entre jadeos sintiendo los ojos pesados.

— Estas a salvo, cariño – siento murmurar a la doctora mientras me peina el cabello.

No, no lo estoy.

Repite mi mente una y otra vez en tanto voy entrando en un sueño profundo.

Cierro los ojos por completo y antes de perderme entre las sombras, logro escuchar las últimas palabras que en lugar de calmarme, logran dejarme inquieta.

— ¿Qué te hicieron?.