Diferencia de opiniones.

2375 Words
Pov Ian Wolf.  —No sabes lo feliz que me hace al fin tenerte a salvo en casa luego de semanas en el hospital. Hago una mueca ante las palabras de mi madre al tiempo que la enfermera latosa de la que creí zafarme empuja la silla de ruedas. —No sé qué tan a salvo, puedo estar —murmuro. En vez de ir a mi departamento, mis padres insistieron en traerme de regreso a su casa. Así que no tuve más remedio que acceder. —Estás vivo y bien. Bufo. —Vivo. Bien —repito sus palabras—¿En serio, madre? —la miro con seriedad —acaso no vez la maldita cicatriz en mi rostro. — ¡Ian! Ignoro el tono de mi padre. —Saben que, prefiero irme a mi habitación. Miro por encima de mi hombro a la mujer llamada Brooke. —Muévete. Miro al frente antes de ser empujado hasta el elevador que han dispuesto en la casa mientras este con la escayola. Perfecto, un completo bueno para nada. Entramos al elevador y puedo sentir la incomodidad de Brooke. La miro a través del reflejo de las puertas y solo observa a un lado mientras viste su horroroso uniforme de enfermar, pero de vez en cuando me lanza miradas serias. Arqueo la ceja. Sé que mi aspecto la incómoda. Me he quitado las vendas y no quiero que nadie más toque mi rostro. Ni siquiera ella. Las puertas se abren y con paciencia me empuja por el pasillo. —La puerta del fondo. Mi voz sale dura. —Sabe, yo creo que más tarde podemos ir al jardín para que tome el sol. Le vendría bien. —Acaso te pagan por dar tu opinión —replico —te pagan para que me atiendas durante mi convalecencia, limítate a eso. Murmura entre dientes, algo que no logro descifrar. Cuando entro a mi habitación miro alrededor. —Déjame solo —Pero… —¡Déjame solo! Acaso no entiendes, ¿debo gritar cada jodida orden para que lo hagas? La miro con seriedad y veo como toma todo de sí para no decir lo que realmente piensa. Arqueo la ceja y ella sale de mi habitación sin mediar palabras, pero sí azotando la puerta. Una vez a solas me permito respirar. Con algo de torpeza me acerco al espejo a un lado de la ventana que da al jardín y observo con atención mi aspecto. Odio que quieran ser condescendientes conmigo. Más aún que me tengan lástima. No pienso permitirles eso. «Es momento de retomar mi vida. Verónica no me rompió; ella, ya no es nada para mí porque con la misma intensidad que la ame, ahora la detesto.» Un toque en la puerta me hace voltear. —Eres persistente, ¿no? O tal vez una espina es mi trasero. La mujer me mira con severidad. —Necesita tomar sus analgésicos para aliviar el dolor en su pierna y la espalda. —No lo necesito. Miento. —¿Por qué? ¿Por qué es tan difícil, señor Wolf? —Espeta —supe que iba a casarse antes del accidente. La miro mal. —No te debo explicaciones y no quiero tu atención —la fulmino con la mirada —y, si quieres conservar tu puesto, no te metas en mi vida, ¿entiendes? Se endereza. —Es una lástima que no pueda ver más allá de sus narices. Tuerzo el gesto. —Si tú lo dices, ahora llévate tus jodidos medicamentos de aquí y lárgate. —Insufrible. Lo dice en un susurro casi inaudible, pero aun así la escucho. Le doy una sonrisa socarrona. —Hay puerta franca, señorita Bennett. Da un par de pasos y deja sobre una de las cómodas el frasco con los analgésicos. —Mi deber es proporcionarle la atención adecuada. Pero, no me pagan para que aguante sus nefastos modales. —Ya sabes qué puedes hacer. Irte al diablo. Suspira. —Mire, mejor porque no se recuesta y duerme un poco. Yo debo ir abajo y cerciorarme de que las indicaciones del médico se cumplan. —¿Ahora eres mi niñera? —Piense lo que quiera. Con eso, sale batiendo su cabello recogido en una coleta. ⭐⭐⭐⭐⭐ La luz del día se filtra por la ventana cuando la diabólica enfermera abre las persianas. ¡Qué demonios! —Es hora de levantarse de la cama. —Jódete. —Lindo despertar —murmura. Han pasado unos días desde que volví a casa y nada ha cambiado. —Le he traído el desayuno. Toma la bandeja y la acerca a mí. —Un buen desayuno le ayuda a mejorar su día. La miro con seriedad. —¿No te cansas de ser un incordio? Ella sonríe. Pero sé que está tomando todo de sí contenerse. Quien diría que la señorita Bennett tuviera tanta resiliencia. —No. Así que, soporta. Bufo. La veo acercarse a la siguiente ventana y abre las persianas de ese lado. —Si me deja, puedo ayudarle a rasurarse el rostro. Instintivamente, me llevo la mano al mismo y siento como el vello de mi barba ha crecido. Nunca me ha gustado, pero creo que es eso o verme la maldita cicatriz en mi rostro. Todo por una maldita mujer. De un manotazo arrojo la bandeja haciendo saltar en su lugar a Brooke. —Señor… —¡Hija de perra! —Señor Wolf. —Déjame solo. La veo titubear. —Maldita sea, ¡Déjame solo! ¡Lárgate! POV BROOKE. Dios mío, dame paciencia o le rompo la otra pierna a ese nefasto hombre. Ian Wolf es capaz de poner a prueba la paciencia de un santo. Es amargado. Narcisista. Un reverendo imbécil. Y, podría pasar el día etiquetando al hombre. Como pasante de enfermería, me he topado con personas de todo tipo. Pero este se lleva la palma de oro. Su accidente fue horrible y en vez de estar feliz de que aún respira, el hombre está amargado y enojado con todos. — ¿Todo bien con el señor Ian? La pregunta proviene de Dolores, el ama de llaves que, según me ha contado, trabaja con la familia Wolf desde antes de que el niño Ian naciera. Tengo mucho que decir de su niño. Resoplo y me acerco a la isla de la cocina. —Es tan difícil intentar ayudar a alguien que no quiere ser ayudado. Asiente y veo que le afecta la actitud del hombre. —Le conozco, y sé que es un hombre independiente —niega —verse en esa situación para él es… dolorosa. —Pero eso no le da derecho a comportarse como lo hace. Me mira mal y me muerdo la lengua. Debo mantener este trabajo. ¡Mierda! Necesito la paga de los Wolf. Mis préstamos estudiantiles me respiran en la nuca y la renta de mi departamento no se paga sola. Estoy sin una blanca y necesito mantener este trabajo. Mi jefe, el doctor Stanley, fue muy claro. Los Wolf son una familia importante, meto la pata y me echan, entonces estaré perdida porque tendré que buscar un nuevo lugar para hacer mis prácticas y así recibirme oficialmente de enfermera. Sí, existimos personas que no nacimos en cuna de oro como Ian Wolf. Y, mientras más dinero tienen, peor se comportan. — ¿Brooke? Me enderezo y veo a la señora Wolf entrar a la cocina. La mujer es sencillamente sublime y elegante. Además, se preocupa por su hijo. — ¿Señora? — ¿Ian ya ha tomado sus medicamentos? Evito hacer una mueca. —El señor Wolf me echo de su habitación —miro a Dolores algo apenada —tiro el desayuno. —Ya mando a una de las chicas a limpiar —murmura alejándose. Miro a la madre de Ian. —Señora Wolf, lamento que esto esté siendo difícil para usted y su familia. —No tienes que decirlo. La prensa no para de preguntar el motivo de la cancelación del matrimonio, sobre el accidente y los preocupados que están nuestros clientes ante la ausencia del CEO de la empresa —se queda pensando unos segundos antes de continuar —eso sin contar que Ian está convencido de regresar a su departamento, no está condiciones. —Lamento lo que están pasando y solo puedo opinar referente a lo último. El señor Wolf necesita ayuda. Y no me refiero a sus lesiones. —Lo sé. Y nos haremos cargo. Ella me da una sonrisa amena. —Gracias por la ayuda. —Solo intento hacer mi trabajo, señora, Wolf. Me acerco a la alacena y tomo de nuevo los medicamentos y los pongo en una pequeña bandeja y sirvo agua en un vaso antes de volver a la habitación de Wolf. Las palabras de la señora Wolf me dejan pensativa. El hombre sufrió el accidente el día de su boda y por el escándalo en la habitación el día que despertó, debo suponer que no hubo boda por una buena razón. Entro a la habitación y encuentro a una de las chicas del servicio terminando de levantar el desastre mientras Ian está sentado en la silla de ruedas y mira por la ventana ignorando todo a su alrededor. ¿Cómo puede ser tan indolente? —He traído sus medicamentos, esos que echo con el desayuno. Dejo la pequeña bandeja en la mesa de noche y le miro. Él me ignora. Miro de reojo a la chica que sea presura a terminar y sale sin apenas decir algo. —¿Le hace feliz? Me mira sin entender. —Dígame, ¿le hace feliz ser tan malgeniado? Clava sus ojos oscuros en mí. —Me haría feliz que cerraras la boca. Hijo de puta arrogante. —Señor, Wolf. —Eres una espina en mi costado, no entiendes que no quiero nada de nadie. —Debería pensar en su familia, sus amigos… su novia. — ¡Ella no es mi novia! Suelta en un tono de voz arisco. Mueve su silla de ruedas y si no doy un paso atrás aplasta los dedos de mis pies. —No vuelvas a mencionar a esa maldita mujer en mi presencia. —Lo siento. —No lo sientes, porque no sabes una mierda —ríe con cinismo y hace una mueca de dolor cuando su herida en el rostro leda un tirón. —Mis padres están bien, no soy un maldito crío. En cuanto a mis amigos. Solo lo son cuando les conviene, como todo en esta vida. ¿Acaso has visto a alguno venir aquí? —Quizás le están dando tiempo para que se recupere. —No seas estúpida. Solo no quieren ver mi cara deforme. —Estoy segura de que, con cirugía, podría mejorar. —Y, ¿para qué quiero hacer eso? ¿Para ser atractivo ante mujeres arribistas? Mujeres que terminan siendo unas malditas zorras. «¡Guau! Este hombre desborda desprecio en cada palabra que sale de su boca.» —Hay mujeres buenas… —Por favor —me corta —Dime, nombrame a la primera mujer que no quiera algo a cambio de dar su cuerpo, su tiempo. Arquea la ceja. — ¿Está definiendo a una novia o una prostituta? — ¿Cuál es la diferencia? Qué imbécil. —La diferencia, señor Wolf, es que, a hombres como usted, quizás solo se le acercan mujeres de esa índole porque se comporta como un monstruo, no hablo de su rostro. Veo como respira profundo y podría jurar que le sale huno de la nariz. —Estás despedida. — ¿Perdón? —Lo que escuchaste, lárgate de esta casa. —Solo respondí a su pregunta —intento hablar peor no me deja. —No quiero a una mujer cerca de mí, lidiaré con otro personal de la salud. Abro los ojos con incredulidad. —Me echa porque soy mujer. No es una pregunta. —¡Te echo porque se me da la gana! Voy a llamar a tu jefe y pedir el cambio… ahora mismo. ¡Mierda! —No puede hacer eso, me perjudicaría. Me mira de arriba abajo. —No me importa, no eres nadie, ahora vete o te mando a echar. Los ojos se me llenan de lágrimas ante la injusticia que este ser tan despreciable está cometiendo. Pero no le doy el gusto de que me vea derramarlas. —Como guste —susurro —Espero que pueda mejorar; también, espero no verle de nuevo —respiro profundo —y espero que pueda dejar de ser un completo hijo de puta. Con eso me alejo no sin antes maldecir a Ian Wolf. Selene intenta persuadir a su hijo, pero nada le hace cambiar de opinión y yo no pienso rogarle. Por más que necesite el empleo sé que hacerlo sería perder el tiempo. En tiempo récord, recojo mis pertenencias y salgo de la mansión Wolf. Selene fue amable y me proporciono su conductor. Cuando me despedí de ella estaba apenada ante la situación absurda que había provocado su hijo. Mi móvil suena cuando apenas estoy a mitad del recorrido. Miro la pantalla y veo que es mi jefe. — ¿Sí? —Ian Wolf me ha llamado quejándose de ti. —Hubo diferencia de opiniones. Me muero por decirle que Wolf es un idiota, pero no creo que ayude en este momento. —Brooke —me amonesta —nuestros pacientes son lo primordial, ¿se te olvida que eso? —Pero… —Pero, nada. Te metiste con un Wolf, el hombre conoce a los de la mesa directiva del hospital. Sabes que debo echarte antes de hacer un escándalo. La opresión en el pecho amenaza con ahogarme. —No es justo. —La vida no es justa. —Voy a demandarles por despido injustificable. —No lo hagas, no saldrás bien librada. Además, recuerda que debes terminar tus pasantías y pagar tus préstamos, puedo darte una carta de recomendación. —Eso es chantaje. Chasquea los labios. —Es negociar. No respondo. Cuelgo y arrojo mi móvil al bolso. —¡Lo odio! —digo sin importar que me escuche. Ian Wolf. Espero no verte de nuevo en lo que me resta de vida. Miro a través de la ventanilla del auto y me limpio las lágrimas. Y, ¿ahora qué?
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