La noticia de la inminente invasión de la Manada de Hierro se propagó como un incendio por la aldea. Los guerreros se preparaban con fervor, afilando sus garras y puliendo sus armas. Sky y Kael, junto con los ancianos de la manada, supervisaban los preparativos finales. La atmósfera estaba cargada de tensión y determinación, pero una sombra de duda se cernía sobre Kael. Aunque la emoción de la batalla inminente llenaba el aire, había algo en la conducta de algunos de sus guerreros que no encajaba con la unidad y el compromiso que solían mostrar.
Esa noche, Kael decidió hacer frente a sus inquietudes. En lugar de descansar, se deslizó fuera de la aldea bajo la luz de la luna, dirigiéndose hacia el bosque, donde sospechaba que algo estaba sucediendo. El silencio de la noche estaba solo roto
