He cumplido ilusiones de algún productor mucho menos presentable que Raúl. Entonces pasó algo que me hizo sentir culpable: el inspector dio la impresión de centrar toda su atención en Raúl y comenzó a acosarlo. Él se defendía bien y, sobre todo, me defendía a mí. Yo sentía un temor irracional, tenía la absurda sospecha de que aquel ojo, con aspecto de contener en su interior algún dispositivo electrónico, en cualquier momento podía hacernos una mala pasada. Pero les estaba hablando de mi sentimiento de culpabilidad respecto a Raúl: aquel hombre me estaba defendiendo, ponía en peligro su propia seguridad al hacerlo. Y ni siquiera tenía la perspectiva de una mamada —yo, debajo de su mesa de diseño, a cambio de una promesa falsa para un trabajo de segunda categoría en una película que ni si

