3

2407 Words
CAPÍTULO 3 —Elena, estoy aquí —vocifero por todo lo alto olfateando un fuerte perfume caro que invade mis fosas nasales provocándome dos grandes estornudos en reacción. Conociendo el estado de mareo de mi hermana es prácticamente imposible que haya rociado perfume en su apartamento a propósito, sería lo último que desearía. El sonido de unos tacones provenientes de su habitación acercarse a la sala me detienen en seco y hago lo que puedo para esconder las bolsas. —¿A caso no me ibas a llamar para contarme lo que está sucediendo aquí? —Pregunta una Leila indignadísima cruzándose de brazos en espera a mi respuesta. Aguanto las ganas de estornudar observando su hermoso maquillaje que hacen ver sus rasgos más delicados y el brillante cabello rizado en ondas suaves. Lleva un atuendo que entalla su cuerpo en los lugares correctos, aunque su cuerpo tiene todos los lugares justos, en realidad. Ella taconea con una pierna por delante como esperando a mi respuesta. —No tengo nada que decir —digo, buscando con la mirada a la otra gemela que hace falta para que de su propia versión de los hechos y que le cuente todo acerca del supuesto embarazo, no es mi secreto para contar. —¿En qué clase de desastre se ha convertido sus vidas en estas últimas semanas? Ya lo se todo, Melanie. Y cuando digo todo, abarca todo —expresa, haciendo gran énfasis innecesario en sus palabras. Pues déjame decirte que no exactamente todo lo que se dice todo, pero es mejor dejarte en la ignorancia por ahora. Parpadeo un par de veces no dejando guiarme por mis sentimientos encontrados, seguramente sabe lo de Bastian, y teniendo en cuenta la situación de mi otra hermana, no quisiera hacer de lo mío un gran asunto. Ya con todo lo que está sucediendo es simplemente demasiado. —¿Cómo lo sabes? —Mi instinto de gemela me lo advirtió —contesta como si nada, a lo que yo abro los ojos desmesuradamente con susto. —Es mentira, me llamó por teléfono para preguntar por ti y vino molesta porque no la invitamos —explica Elena saliendo del baño recién duchada con el cabello empapado y un pijama nueva y fresco. —Así es, al parecer eres muy solicitada esta tarde, hermanita —agrega Leila con puya hacia a mí y le hago una seña con los ojos para que haga silencio, ya me gustaría contarles pero no es el momento. Está demás decir que estamos en una situación algo complicada. —Y vino sin invitación, ya sabes como es Leila. —Siempre seré invitada a tu casa, hermana, compartimos el mismo vientre. Supongo que el mismo aire no será demasiado para tu preciado espacio personal —rueda los ojos viendo directo a la barriga de mi hermana—. Entonces, llego buscando a una y descubro otra cosa. ¿Puedes creer que Elena cree que soy tan estúpida y quiso alegar que mi perfume la hizo vomitar? ¿Desde cuando mis perfumes causan nauseas? —Desde siempre —decimos al unísono dejando a nuestra diva en shock. Parpadea varias veces como si no pudiese creérselo mientras que nosotras reímos en secreto, ya era hora de que se enterara. —¡Ustedes! ¿Cómo no pudieron decírmelo? Quiero que sepan que es Gucci, me encanta, y no dejaré de usarlo. Además que por más alergia que te de no te hace vomitar. Sin duda es la excusa más tonta que he escuchado en años. ¿Trajiste las pruebas? —Están allí —señalo detrás de los cojines del mueble, y las tres nos quedamos estáticas ante ellas. Casi como cuando mamá nos pillaba con las manos en la masa. —¿No planeas tomarlas? —Le pregunta la gemela diva a la escritora, y esta boquea con nerviosismo. —No puedo. —Vale, yo lo haré —dice entre susurros, y las toma en sus manos como si fueran venenosas. Las tres nos hallamos en una clase de conmoción, ya sea de que lo este o no, es un hecho. Leila le entrega las pruebas y ella nos observa con inseguridad—. Quiero hacerlo sola, por favor. —Suceda lo que suceda, nosotras estamos aquí —le digo, y es la verdad. Leila asiente con la cabeza y ella nos sonríe con debilidad entrando al cuarto de baño. —¿Se puede saber que es lo que sucede entre Bastian y tú? —Inquiere casi gruñendo alejándome del baño. —Leila, no creo que sea el momento —refunfuño. —¿El momento, Mellie? El hombre te ha buscado entre cielo y tierra como un energúmeno. —Pues bien que digamos no ha buscado, ya ves donde estoy. —Está claro que no sabe la localización del apartamento de Elena, de no ser así ya estaría aquí tumbando esa puerta. ¿Sabes lo que hizo? No fue mi instinto el que hizo llamar a Elena, llegó a casa de nuestros padres buscándote como un loco, dispuesto a lo que sea para encontrarte, estuvo a punto de contar su romántica historia de amor integra. ¡A nuestros padres! Fue de suerte que estuve allí con Logan porque papá y mamá querían hablar acerca de su regalo de bodas. —¿Cómo que quería contarle a todos acerca de nosotros? —Así es. Logan tuvo que sacarlo con ayuda de Kurt casi a golpes antes de que cualquiera se diera cuenta de su estado, tenía los ojos hinchados y apestaba a alcohol. Estaba tan ebrio que no se le entendía lo que decía pero ni un poco, creo que hasta estaba hablando en alemán. ¿Se puede saber que ocurrió esta vez? —No tenía ni idea, ¿Cómo se le va a pasar por la cabeza contar de lo nuestro para saber dónde estoy? Bastian es un ser que no tiene límites. —Es lo que haría un hombre enamorado, Melanie. Se veía bastante devastado, déjame decirte. Deberías de darle la oportunidad de explicarse. —No estaba devastado, estaba borracho —digo con rencor. Escuchar su nombre me causa un revuelo de emociones mayormente negativo, quiero llorar y gritar pero me contengo. —Te ves mal, Mel. ¿Hasta cuando vas a negar lo innegable? —¿Y que sería eso tan innegable? —Inquiero más furiosa que nada. —Que te has enamorado como nunca. Bastian por lo que veo no te es indiferente, pues un hombre no hubiese actuado así por una mujer que no le interesa en lo más mínimo. —¡Ay, por favor! ¿Cómo? ¿Emborrachándose hasta los huesos y actuando fuera de control? Esa es una horrible conducta que no debió haber sido normalizada jamás. Ni tú ni nadie conocen verdaderamente a Bastian… —A ver, ¿Y tú si? ¿Te has tomado la molestia de escucharle? —Pues déjame decirte que el Bastian que yo conocí esta tarde, es uno que no me quiero volver a encontrar en mi vida. —Ay hermana, espero que no sea demasiado tarde para cuando te des cuenta de que a veces debes resignarte, sentarte y escuchar. No quiero que te arrepientas. —No lo haré —decido de una vez por todas. Ella mi observa y ni se inmuta. No puedo creer que este defendiendo al hombre que ha hecho mi corazón más que pedazos, añicos. Me dirijo a la puerta con ella siguiéndome los pasos y toco la puerta en donde no parece haber señales de Elena. —Hey, ¿Podemos pasar? —Grito detrás de la puerta, pero no escuchamos nada. Leila levanta las cejas notablemente preocupada y yo concuerdo con ella, se que quiere entrar. Le hago una seña para esperar a oír su respuesta pero en cambio recibimos un hipeo de llanto de su parte. Leila abre la puerta para hallar a nuestra hermana llorando en silencio, me arrodillo ante ella acariciando su espalda atrayéndola a mí en un abrazo y Elena va directamente a las pruebas que me muestra con las manos temblorosas. Positivo. Doble positivo. —Es bastante probable que estés ya cansada de oír esto, pero, ¿Estás bien? —Le subo la cara haciendo un puchero lastimero al ver sus ojos hinchados. —Elena, ¿Sabes que siempre estaremos aquí sea cuál sea tu decisión, no es así? —le dice su gemela inclinándose ante ella. —Así es, estaremos aquí en todo momento. Sea lo que sea, hermana. Ella se limpia las lágrimas sorbiendo los mocos y limpiándose para dedicarnos una débil sonrisa. —Lo voy a tener —declara sin un rastro de inseguridad. A pesar de su voz temblorosa y su cuerpo que parece a punto de desmayar, puedo observar un brillo especial en sus ojos. —Se que serás una madre maravillosa —le digo con sinceridad. —Lo será —coincide Leila con una sonrisa genuina. Las tres sonreímos para unirnos en un abrazo y el momento se convierte en pura alegría, la verdad es que no puedo esperar a tener al pequeño o pequeña en mis brazos y darle todo mi amor. —Ya se que ustedes quieren saber del padre, que las conozco —manifiesta en modo de chiste a lo que reímos un poco, no hay que mentir, es un gran misterio. Hasta hace poco creímos que nuestra hermana no le gustaban los hombres de esa manera—. Él es… Lo conocí en mi último viaje, y no esperé que tuviera el impacto que tuvo en mi vida. Y no me refiero a este bebé, no me malinterpreten, supe que lo quería desde el instante en el que sospeché de su existencia. Lo cierto es que lo conocí porque se quedaba en la cabaña al lado de la mía, así que nos hicimos amigos y eventualmente se transformó en algo más. —¿Entonces, el desgraciado no se quiere hacer cargo? —Pregunta Leila con desdén, se que si se lo propone hallaría al hombre en cuestión y lo insultaría en los tres idiomas que habla con la facilidad de respirar. —No lo sabe. —Debería saberlo ¿No crees? —agrego en un murmuro, ella se levanta de inmediato como si le hubiesen inyectado algo. —No puede saberlo, y nunca lo sabrá —decide, saliendo del baño. —Elena, ¿Estás pensando bien en tus decisiones y las consecuencias de ellas? Creo que deberías tener la mente más fría para decidir algo tan grande con tanta rapidez. —Ya lo decidí. ¡No dejaré que mi hijo caiga en las manos de ese estúpido mentiroso gracias a su asqueroso poder! No va a suceder, no lo permitiré. —¿Poder? —Grita Leila estupefacta casi soltando saliva en busca de más información. Ella voltea con el rostro enrojecido de la rabia. —¡Así como escuchan, poder! No les diré más además de que es un maldito hombre lleno de poder. ¿Pueden creer que todo lo que me dijo fue mentira? Dijo que me amaba, pero no pudo haber dicho que estaba comprometido. Me enteré gracias a unos guardias que fueron a buscarlo hasta mi cabaña, allí fue donde descubrí que el supuesto fotógrafo que estaba en un retiro en busca de inspiración justamente al igual que yo, era un desgraciado mentiroso que en realidad buscaba escaparse de su muy seguro compromiso. ¿Qué clase de hombre hace eso? ¡Comprometido! ¿Me están escuchando bien, chicas? Comprometido. Sus guardias fueron a buscarlo en nombre de su padre, quién sabe Dios quién será, porque faltaba una semana para su santo matrimonio. A esta hora, ya debe haber procreado a su heredero junto a su esposa. —No me lo puedo creer —gesticula Leila, que puede gesticular, porque yo no puedo. —¿A qué te refieres exactamente con "Poderoso"? —Pregunto yo, con una espina en la garganta que lo puedo dejar ir. —No diré más al respecto, está zanjado el tema —dice con decisión. —¿Y existe alguna posibilidad de que este hombre no supiera acerca del compromiso? —Oh, hermana, lo sabía. Lo único que hizo fue decirme que lo lamentaba y que lo arreglaría. Pero eso lo dudo mucho, a estas alturas no quiero que tener que ver con él, es un hombre repugnante y tramposo. Su fachada, lo que ven por fuera, es sólo una treta. —Puedo entender bien eso —concuerdo, sabiendo de primera persona lo que es conocer a un hombre así. —Vale, ya veo que ustedes dos apuntaron más alto que yo, queda más que claro. Una, el soltero multimillonario más codiciado de Europa y otra, un misterioso hombre poderoso del cual no sabemos ni un poco, nada más y nada menos. Más que bien. Mi sobrino o sobrina será dotado en belleza como en sus bolsillos, eso me alivia. —¡Leila! —Exclamamos al unísono alteradas ante su frescura, es que es increíble. —¡Ay pero por favor! ¿Quién va a pensar en ello si no soy yo? —Respalda con descaro—, además, ¿Se imaginan que ese hombre venga a buscar a su hijo? —Articula tan ensoñadora para suspirar ingenuamente. —Leila, te estás creando alguna clase de novela turca en tu mente. —Ya veo que si —se adelanta en decir Elena irritada—. Eso no va a suceder, primeramente porque él no sabe que estoy embarazada y segundo, no le podría importar menos. Es un hombre casado. —No lo sabes —advierte Leila, retando a los límites de nuestra hermana embarazada. —Ya basta, ustedes dos. Tenemos que enfocarnos en como contarle esto a mamá. Ellas dos me miran sin saber que decir, pues saben que nuestra madre es abierta en muchos aspectos, pero siempre ha tenido una opinión fuerte en cuanto a los matrimonios y los embarazos—. Estoy segura de que todo saldrá bien, sólo tenemos que guardar el secreto por ahora. Ellas asienten sin añadir una palabra más comprendiendo a lo que me refiero. Leila, como siempre, tan entusiasta, empieza a hablar acerca del primer eco de nuestro sobrino, la decoración de su futura habitación cuando no puedo ni siquiera entrar en razón con lucidez al estar tan absorta en las dos pruebas de embarazo que están guardadas dentro de mi bolso esperando a ser usadas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD