CAPÍTULO 5
Al aproximarme a Olivia para saludarle puedo sentirla reticente a mi abrazo, por lo que la suelto con rapidez pues se que es muy introvertida y valora su espacio personal.
—Olivia, cariño, te ves…
—Ya lo sé —se adelante, haciéndome una mueca como si quisiera llorar. Trago grueso porque soy la última persona en querer ser imprudente, con todas mis experiencias personales, se lo que es tener personas indiscretas cerca de mí.
—En realidad iba a decirte que te ves hermosa, eres más bella de lo que piensas, Olivia —me sincero ante ella, pues era lo que le iba a decir con exactitud antes de que se desprestigiara a sí misma. Noto un leve rubor en sus mejillas que me hace sonreír con ternura, Olivia es la definición de inocencia.
—Yo… Gracias, sé muy bien que este vestido es de señora pero es que no sabía que ponerme, no tenía mucho que elegir y… Sucedió.
—¿Te gustaría que te prestara uno de los míos? ¿Y qué tal si te ayudo un poco con el maquillaje y el peinado? ¿Qué te parece? —Propongo con mis mejores palabras, no me agradaría hacerla sentir mal sabiendo lo insegura que ya es. No aumentaré su complejo, siendo una persona insegura yo misma no haré lo mismo que me han hecho a mí en el pasado.
Ella me observa con cuidado y lo piensa muchas veces antes de asentir con inseguridad, como si lo estuviese sobre analizando en su cerebro. Aprovecho que los demás están metidos en sus propios asuntos para tomarla de la mano y llevarla a la habitación. Allí le indico que se siente en la silla frente a la peinadora para preparar su cutis lozano para un suave maquillaje en el que cubro sus ojeras y realzo su belleza sublime.
—Mellie, Porque… ¿Puedo llamarte Mellie, verdad? —Interroga cohibida, con las palabras tropezadas a lo que yo me rio y le confirmo asintiendo con la cabeza—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Con esa, van dos —le digo, a lo que ella se muerde el labio nerviosamente y se cohíbe. Olivia me recuerda tanto a mí misma de joven que me hace sentir rara, a lo que yo reposo mis manos en ambos de sus hombros para calmarla—. Tranquila, Olivia, puedes preguntarme lo que sea. Estamos en confianza. Somos amigas, ¿No es así?
—Así es, es que lo que te voy a preguntar es algo muy personal y no quiero ser una entrometida. Sobre todo si se trata del señor Elijah.
Levanto la ceja atraída por el vuelco que ha dado esta extraña conversación, puesto a que jamás creí que iba a nombrar a nuestro jefe en esto y menos en esta situación, pero como la cotilla que no soy la miro con fijeza preguntándome porque su repentino interés.
—Claro, puedes preguntarme lo que sea, aunque no te prometo que responderé a todo, hay mucho que desconozco —le explico, y también hay otras cosas que no debería de contar porque no me compete a mi decirlo, la vida personal de terceros debe ser respetada tal y como deseas que sea respetada la tuya. En especial, si es acerca de alguien con el que compartes una relación estrictamente laboral, aunque pensándolo bien Elijah y yo hemos trascendido esa línea. Si se tratara de otra persona, estuviese cerrada a responder cualquier interrogante siendo directa, pero siendo Olivia que es un pan no podría negarme, se que sus intenciones no son malas.
—Él y tú son muy cercanos, por lo que he visto. Podría preguntarte, bueno, ya me has dicho que sí. ¿El señor Elijah se encuentra enamorado de una señorita muy hermosa llamada Sade, no es así?
Hago una mueca al recordar su nombre pues no es alguna buena memoria la que viene a mi mente, al contrario, todo lo que puedo ver es al pobre de Elijah llorar borracho apestando a Whisky balbuceando su nombre a duras penas. Suspiró y sigo con el maquillaje buscando las palabras correctas sin llegar a revelar mucho.
—Pues sí, Olivia. Elijah se encuentra profundamente enamorado de Sade. Se trata de un amor no correspondido del cual él no desiste —explico, y puede que sea mi mente jugando una mala pasada pero creo ver un brillo de tristeza en su mirada. Pensativa, muerdo mis labios considerando la idea que vaga por mi cerebro sin pagar impuestos.
¿Podrá Olivia estar enamorada de Elijah? Pero sonrío con gracia, nuestra inocente amiga no podría estar enamorada de un hombre tan sombrío y cerrado. Serían el agua y el aceite, sin considerar la diferencia de edad que existe entre ellos. Debe ser alguna vaga curiosidad de su parte. Ella se remueve incómoda en el asiento mientras que yo sigo maquillando su terso rostro.
—Un amor no correspondido. Oh, vaya, que triste. Quién menos podría pensar que no sería correspondido, digo, lo tiene todo. Y no hablo de su dinero o su físico —se aproxima a decir, pero ya lo he entendido. En efecto, lo tiene todo.
Aunque nunca he considerado la idea de lo que sería nuestro jefe como atractivo amoroso y ahora mismo es la primera vez que lo hago. Sobra decir que no es mi tipo, y al pensar en ello sólo viene a mi mente esos eléctricos ojos azules que fácilmente me hicieron rendir a los pies de un mentiroso jugador. En realidad, debería asistir a terapia y autoevaluar mis gustos.
—Son pocos lo que se salvan de sufrir por un amor no correspondido —reflexiono, mordiéndome el labio por el dolor que me ha causado confesar eso.
Quizás todos alguna vez hemos amado con intensidad a alguien que jamás podríamos tener, ni en sueños… Así es la vida, supongo, esos amores imposibles causan una grieta invisible en nuestros corazones, que con el tiempo puede que lleguen a repararse, todo es cuestión de eso, de tiempo.
—Eso es verdad —admite ella, en voz muy baja y algo rota.
—El señor Donovick es un gran hombre, su futura pareja será afortunada. Aunque es un ogro, ¡No le digas que dije eso! —Le advierto con gracia, si tuviese la oportunidad, se lo dijera en su cara—. Cuando lo llegas a conocer, vale totalmente la pena. Puede que sea más blando que una gelatina. Todo es cuestión de la persona que llegue a su vida.
—Ojalá que tenga la suerte de hallar un muy buen amor —murmura, cómo si aquellas palabras la dejaran sin aliento nada más con pronunciarlas.
—Últimamente no soy muy creyente del amor romántico —le confieso entre palabras amargas llenas de decepción y un palpitante corazón roto, que más que roto, hecho añicos.
—Oh Mellie, lamento si el amor te ha lastimado. No te lo has merecido, de eso estoy segura—expresa con sus tiernas palabras inocentes. Medio sonrío, pareciendo una mueca lastimera sacudiendo la cabeza.
—El amor no lastima, Olivia. Siempre recuerda mis palabras —puntualizo, con toda la seguridad del mundo. Ella, toda pensativa por mis palabras, deja que yo haga y deshaga para terminar su natural maquillaje.
Casi corro a la habitación de huéspedes para buscar el único vestido que yace allí, el “Peor es nada” que uso por si sale alguna salida sorpresa, que no es más que un vestido n***o que me llega a las rodillas y para ser sincera, es una belleza. Lo he usado dos veces para ir al club con mis hermanas cuando a Leila le ha dado por salir a altas horas de la noche y nos arrastra con ella. Decimos que vamos obligadas, pero que va, a veces necesitamos esa diversión.
Extiendo la prenda a Olivia que lo mira como si fuera un bicho raro pero lo acepta, la dejo para que se cambie y salgo a la sala donde nadie parece notar mi presencia, me dirijo a la cocina para servirme un vaso de agua mientras observo a los demás hablar acerca del último chisme laboral de no sé quién en recursos humanos. La puerta se abre para mostrar a una centelleante Leila que lleva un flamante vestido rojo que la hacen ver digna de una modelo de Victoria’s Secret. Todos se enciman a ella para abrazarla y felicitarla, yo no soy la excepción.
—Te ves preciosísima —le digo, para plantarle un beso en la mejilla. Ella se ríe y me abraza de vuelta para bajarle el cierre a la funda de ropa que tiene en la mano, abro la boca sin poder evitarlo al ver todo el vestido. Los demás chillan al verlo y tengo varios puntos.
1. Yo no entro en eso.
2. ¿Qué es eso?
3. ¿Dónde está el otro pedazo de tela que le hace falta al vestido?
—No quiero ver el mío —dice Elena, pasándose las manos por el cabello—. Para ser justos Mellie, está espectacular y te verás preciosa.
—Claro que sí —expreso con ironía—, Leila, me agradaría saber… ¿Alrededor de cuántas drogas ingeriste mientras compraste este vestido?
Mis amigos se ríen pero me contradicen, no escucho sus palabras pues me hallo pensando cómo diablos espera ella que yo entre en eso.
—Tan sólo pruébatelo, amarga hermana, ya verás —dice, a lo que yo toco el vestido sabiendo que estaré toda la noche bajándolo—. Y no olvides esto, que no te puedes ir descalza —exclama, para entregarme unos hermosos tacones negros, estos si me los quedaré.
Cuando estoy por entrar a la recamara, Olivia sale luciendo tan bella que todos hacen comentarios positivos hacia ella, que sonríe con pena y el rostro enrojecido. Le digo “te lo dije” bajito a lo que ella ríe tímidamente. Echo el pestillo y me quito la ropa para ponerme lo que me ha traído Leila, en realidad, no me aprieta, ya sea que por ilusión óptica se veía pequeño para mi talla pero no tuve problema alguno. Agradezco a que sea n***o, me veo al espejo y no voy a mentir, no me reconozco. Pero eso suele suceder cuando es Leila quien me viste.
Ya vestida, y lista para el ruedo me topo de frente con Elena, que entra usando un vestido de un tono fucsia que podrías ver a una distancia más que considerada, a unos cuantos metros, podríamos decir. Ella me da una sonrisa rara y yo no hago más que reír. Nuestra hermana es experta en sacarnos de nuestra zona de confort: A ella, que es de tonos más vintage, la ha vestido con un hermoso pero llamativo tono que ni loca utilizaría. A mí, que soy de mostrar muy poca carne, me ha elegido un vestido que le falta tela. Sin duda, me da a pensar, ¿Qué sería de nosotras sin ella?
—Te ves más que bien, Mellie, no lo dudes —me dice Elena con sinceridad, ella más que nadie sabe lo incomoda que a veces me puedo llegar a sentir en mi propia piel. Yo inhalo sin evitar sentirme algo fuera de lugar mostrando tanto y asiento.
—A ti podría verte desde el pasillo —le digo con humor, a lo que ella ríe con ganas y yo le acompaño—. No voy a mentir, estás bellísima.
—Es el embarazo —confiesa con gracia—, oye, allá fuera se encuentra Astrid, ha llegado apenas hace unos minutos. Está en el baño ahora mismo, ¿Crees que puedas entablar conversación o pasarás de ella? ¿Quieres que te tenga de la mano toda la noche para que puedas evitar hablar del imbécil de su hermano?
Sonrío por el odio que expresa al pronunciar “Su hermano” negando con la cabeza.
—Astrid no tiene la culpa, no me cabe duda que solo han compartido vientre.
—Y la genética perfecta —agrega mi hermanita rápidamente a lo que levanto las cejas asombrada. Vaya, que nunca había hablado del físico de los Werner así.
—Vamos Mellie, soy la más callada y tranquila de la familia, pero no soy ciega. Bastian podría ser un modelo si así lo deseara, claro que eso no le quita lo patán y ególatra que es. A los seis suspiraba por él y por Kurt, creo que fueron los amores platónicos de medio condado e instituto.
Me rio aceptando la realidad, si hablamos de físico, los Werner tienen una genética bendecida.
—Es increíble cuando ninguno de ellos es medianamente feo, debería ser ilegal —digo, recordando haber visto a sus abuelos durante la infancia y pensar que parecían recién salidos de una perfecta película navideña.
—Es para pensarlo —admite haciendo una mueca mientras piensa—. Tenemos que irnos, luego veremos en el imponente árbol genealógico Werner de donde ha salido tanta belleza y exactamente de quién sacó tu querido Bastian tanta idiotez humana —expresa con despotismo, tomándome de la mano para por fin salir de la recamara.
Veo a Astrid de reojo que sale del baño tan pálida como si hubiese visto a un muerto que alzo las cejas preocupada pues puede ser que se siente mal o se ha enterado de algo que la ha dejado en estado de shock.
—Hey —le llamo la atención tratando de sacarla de su espasmo, a lo que ella me observa con su rostro descolorido aun en estado de shock—. ¿Estás bien?
—Sí… Yo… Todo bien —dice alzando la mano como si no fuera nada para salir de largo.
Decido tomármelo con frescura y no personal pues ¿Cuáles son las probabilidades de que su estado de ánimo lleno de conmoción tenga algo que ver conmigo? Ninguna. Por lo tanto, me dedico a lo que es importante.
Por fin, y luego de tanto tiempo.
La despedida de soltera de Leila ha comenzado.