Capítulo 2: Esmeralda

2258 Words
Lo primero que sintió al despertarse fueron los rayos del sol. Esmeralda se estiró en la cama y gimió con gusto. En su casa hubiera despertado enojada por aquello, pero luego de un baño relajante y con el estómago lleno, sin preocuparse de tener un traje limpio para el trabajo... Era extraordinario. Se sentó en la cama con los ojos cerrados y disfrutó del sol matutino. Raramente disfruta de placeres como esos, donde no se preocupaba por sus obligaciones y sólo pensaba en qué hacer para divertirse. Pensó en si estaría bien asearse o desayunar primero. Considero que todavía estaba fresca del baño de anoche, además tenía muchísima hambre. Por lo que optó vestirse y salir a caminar un poco, conocer Mykonos de día sería fantástico. Se vistió con un simple vestido holgado tipo playero y unas sandalias sin tacón. Tomó su bolso y salió rápidamente, bajo el ascensor y camino fuera, notando que esa mañana había un clima excelente, sonriendo recorrió las calles hasta encontrar un pequeño local de tortitas y licuados. Se sentó en las mesas de la terraza y disfrutó un maravilloso desayuno, chequeo un rato las noticias y mando mensajes a sus amigas que durante la noche le dejaron mensajes de ánimo. Luego de comer volvió a salir a las calles, sin un rumbo en específico. Cuando estaba cerca de un parque saco del bolso unos folletos que le habían dado en la agencia, ahí hablaba sobre las actividades que se llevaban acabo en la isla. Habían tours de todo tipo, talleres y actividades recreativas que le encantaron. Lo que más le gustó fue que de noche habían sin fin de lugares a los que ir para bailar y divertirse con seguridad. Optó por un pequeño taller de cocina griega, y se preguntó qué tanto podría aprender en un día antes de ir a alguna discoteca. Llamó y justo le dijeron que tenían un lugar disponible todavía, le dieron la dirección y pidió un taxi. Al llegar notó que todas eran mujeres, el taller era en una casita acogedora con Stella y Akros, un matrimonio de ancianos agradables, quiénes les enseñarían durante tres días seguidos lo básico en la cocina griega. También fue de mucha utilidad que supiera hablar inglés, ya que nadie allí hablaba español. —¿Soltera? —le pregunto una señora regordeta con cabello rojo. Esmeralda asintió con una sonrisa. —Sí —respondió en inglés—. Vine a vacacionar un poco nada más. Las demás señoras se rieron un poco. —También es buen lugar para conseguir esposo —esa vez quien habló fue otra mujer, con un marcado acento ruso—. Traje a mi hija Narin para que aprenda cocina griega y quizás así resultarle más interesante a su esposo. Ella abrió los ojos. —Vaya, qué… interesante —murmuró inquieta. ¿Realmente aprendían a cocinar para satisfacer el gusto de alguien? Bueno, venían de culturas distintas, probablemente era un comportamiento normal. El resto del día se la pasó aprendiendo cómo hacer gyros y la típica pero no menos rica ensalada griega. ────≪•◦⚜◦•≫──── Eran las ocho de la noche cuando salió del lugar, completamente cansada pero maravillada con lo que había aprendido. Cada vez más le gustaba el lugar, se preguntó qué tan bueno sería ser esposa de un griego y vivir ahí, formar una familia… Suspiró. La mayoría de sus compañeras de bachillerato y universidad estaban ya casadas, con hijos y una vida asentada. A sus veintitrés años Esmeralda sintió que el tiempo se le iba como agua entre los dedos, temía quedarse sola, claro que ya estaba básicamente sola pero no era el punto, toda su vida soño con una familia unida y feliz, no como la que tuvo. Pero para ser su más grande deseo tenía expectativas muy altas sobre con quién y cómo, quizás eso le jugara en contra. Pensó si su aspecto también era el culpable. Esmeralda apretó los labios, sabedora de que sus curvas nunca le hacían merecedora de puntos por parte del sexo masculino. Estaba convencida de que era demasiado oronda. Desde que la habían comparado con la diosa de la fertilidad en el colegio, había sufrido innumerables burlas en aquel sentido, lo que la había llevado a desdeñar sus pechos voluptuosos y sus generosas caderas. Las dietas y el ejercicio no le habían servido de nada, tenía buen apetito y todo se le iba a esos dos sitios sin que pudiera hacer nada, ya su metabolismo estaba establecido y su metabolismo tenía cierto gusto irse allí. Los chicos siempre salían con chicas menudas y muy delgadas. A su lado, ella era enorme y gorda. Esmeralda entonces se dió cuenta de que estaba fuera de una tienda de ropa femenina. Con decisión, entró y se probó el vestido más provocativo que encontró. Era color rojo, pegado y con una abertura en la pierna izquierda, la espalda estaba al descubierto, tenía un escote pronunciado. Aquél vestido marcaba las anchas caderas y sus pechos generosos. Trago saliva, pensando que quizás esa era una muy mala idea… Entonces recordó las burlas hacía su cuerpo y no hubo nada más que pensar. Soltó su cabello, compró unas zapatillas de tacón medio y salió de ahí, luego paso por otra tienda y compro una máscara negra para cubrirse el rostro. Con la vista en el teléfono camino a la dirección que marcaba en la guía de actividades, el cuál era un bar donde cada viernes celebraba una fiesta de disfraces. De nuevo, reconsideró aquello. ¿Estaba bien al hacer eso? Estaba en una ciudad desconocida, vistiendo como una mujer que sabía lo que buscaba y lo tendría. Una farsa, claro. Pero nadie tenía que saberlo, solamente entraría, bailaría y se iría. Mejor que quedarse en su habitación del hotel y luego regresar a su ciudad arrepentida de las cosas que pudo haber hecho. Por lo que, de nuevo, se convenció que estaba bien. Llego al lugar y se dió cuenta de que no había filas, que de hecho el lugar parecía ser más elegante y de cerca. Cuando llegó el portero le dió un vistazo, sonrió y la dejo pasar sin preguntar nada. Ella entró, inmediatamente envuelta en el ambiente cargado de tensión, olía a un ambientador dulzón, por dentro era oscuro e íntimo. Camino insegura entre las personas y fue a sentarse en la barra. Ahí había una chica sirviendo bebidas, sin máscara. Era una linda castaña, le dirigió a Esme una sonrisa. —¿Sola? —preguntó. Ella asintió. —Sí… —¿Quieres algo de beber? —Claro, la verdad no suelo beber. Dame algo suave. Ella le guiño un ojo. —Cariño, has venido al lugar correcto. Cleo siempre prepara las mejores bebidas, y esa soy yo. Comenzó a mezclar cosas y le puso una copa enfrente. Esmeralda respiró hondo, tomo un sorbo e hizo un sonido de aprobación. —Delicioso. ¿Por qué la temática es de máscaras? —trato de hacer oír su voz por encima de la música. Sonaba una de Beyoncé… «Got me lookin so crazy right now Your love's got me lookin so crazy right now Got me lookin so crazy right now your touch's Got me lookin so crazy right now Got me hoping you page me right now your kiss's Got me hoping you save me right now Lookin so crazy your love's got me lookin Got me lookin so crazy in love…» Esmeralda se cuestionó porqué esa canción le puso la piel de gallina y la ponía nerviosa, el significado eran palabras muy subidas de tono, se dió cuenta que las parejas bailaban sensualmente con esa canción. Cleo le respondió: —Es para que no se reconozcan claro, algo así como un juego. Aquí vienen a buscar pareja, sexo casual o un poco de diversión. ¿Sinceramente? Me parece un poquito de locos, por eso yo no uso antifaz, no me meteré en esos asuntos —la miró ladeando la cabeza—. ¿Todo bien? Te has puesto lívida... El corazón de Esmeralda latió desbocado. —Y-yo, sí... ¿Dijiste sexo? Justamente la música en ese momento bajo un poco más y la persona a su lado rió por lo bajo. Estaba de espaldas y se sorprendió mirándolo. Regreso la mirada a Cleo rápidamente, avergonzada porque la hayan escuchado. —Oh, sí, mucho sexo. Es un bar para concertar ese tipo de citas. ¿Cómo fue que terminaste acá? —ella se puso a atender a otro recién llegado. Mientras tanto, Esme comenzó a hiperventilar. ¡ERA UN BAR PARA CONSEGUIR SEXO! ¿Qué carajos? —Bueno... Es que parece algo absurdo. Yo ví el bar en una guía que hablaba sobre la vida nocturna y jamás mencionaron la verdadera razón de esta fiesta —respondió finalmente, asustada—. De hecho creo que voy a dejarles una mala reseña, esto es inaudito. Una cosa es bailar y tal pero lo otro... Cleo negó con la cabeza. —Ellos realmente no investigan, solamente ven lo superficial y ya está. Pero no te preocupes, todo aquí es respetuoso y nadie se atreverá a ponerte un dedo encima —le aseguró con una sonrisa—. Anda que hasta podrías divertirte. Asintió con la cabeza y miro a su alrededor, dándose cuenta de que muchos estaban con los cuerpos pegados y besándose al compás de la música, incluso hacían cosas no tan aptas para que niños vieran. Ok, se había metido allí y tendría que salir rápido. Probablemente era una señal que la vida le estaba dando para que se dejase de ideas tontas y plante los pies sobre el suelo. Pensaba irse ya cuando de imprevisto, el hombre de al lado (quien se rió de ella) volteó su silla y se quedó mirándola, tenía una máscara azul marino que le cubría el rostro. Inmediatamente se quedó sin respiración. Esme estaba aturdida por la primera impresión que aquel tipo con aires de Míster Universo le daba. Sus ojos ansiaban mirarlo sin aquella barrera. Estaba admirado su altura incluso sentado, su cuerpo fuerte y bien formado, embutido en un traje que le sentaba como un guante y resaltaba sus anchos hombros y su amplio pecho bajo una impecable camisa blanca. Le miro los pechos que el escotado vestido dejaba ver, y apretó los labios. Pero no era su caro traje, ni siquiera su atractivo físico, lo que más la había impactado. No podía sacarse de la cabeza sus ojos, ya que detrás de la máscara habían unos ojos color ámbar verdaderamente hermosos. Se percató de cómo la había mirado, su cuerpo se volvió a estremecer. La reacción masculina que había tenido ante ella la había atravesado como un rayo láser. La recorría con los ojos, bañándola con la mirada como miel caliente, como una sedosa caricia sobre la piel. Se detenía justo en las partes de su cuerpo que ella tanto detestaba. Casi podía sentir cómo la tocaba con las manos, con los labios, excitándola... Asustada, Esme desvió la mirada y se maldijo por ser tan estúpida. —¿Te apetece bailar? —su voz grave y sensual le resultó extrañamente familiar, pero no tuvo tiempo de echarle mucha mente a eso, porque él le ofrecía una mano. —¿Yo? —preguntó, cosa que resultó muy innecesario, era claro que a ella se lo había dicho, era la única mujer sentada en aquella barra. —Sí, he notado que te encuentras sola, así que he pensado que seria buena idea, bailar juntos, tampoco vengo acompañado. Esme pensó: «¿A qué esperas, chica tonta? Un hombre jamás te había invitado a bailar, y menos mirado más de dos veces». Temblando, asintió con la cabeza y se levantó, aceptando la mano del extraño. Él suavemente le acaricio la palma con el pulgar, causando sensaciones desconocidas en ella. Caminaron a la pista donde más parejas bailaban y se dejó guiar, mientras aquel hombre le colocaba una mano en la cadera y la atraía a su cuerpo. Ella pensó que ahí mismo iba a desfallecer. —¿Cómo te llamas? —Esme por fin se armó de valor para preguntar, moría por saber—. Al menos eso debo de saber, estoy bailando con un extraño y jamás había tenido tal impulso. Él ladeó su cabeza y la estrecho más. —Alistaír —respondió—. ¿Y tú, agapité mou? —Esmeralda —sacudió la cabeza en confusión—. ¿Qué significa eso? Él solamente rió un poco. —Me doy cuenta que eres extranjera. ¿Vienes de muy lejos? —Sí, de Norteamérica. ¿Tú eres de aquí, cierto? Pero hablas muy bien español… —Hablo cuatro idiomas, funciona bien para los negocios —se encogió de hombros—. O para charlar con bellezas como tú. Ella sintió calor de repente. —En verdad no hago estoy muy seguido, se supone vine de vacaciones para hacer cosas que jamás haría en mi ciudad —hizo una mueca—. De hecho entre aquí por error. Nada me sale bien. Alistaír acerco sus labios a su oído y susurro: —Pero sí te salió bien verte tan hermosa esta noche, cariño. Antes de pensar siquiera en lo que hacía, Esmeralda sintió el beso antes de poder apartarse. El guapo, sexi y desconocido griego la estaba besando… Ella le correspondió, con inseguridad rodeó su cuello con los brazos y se dejó arrasar por la pasión con la que él besaba. Se encontraba aprisionada por sus manos, tan cerca que seguramente alguien tendría que separarlos. Fue cuando Alistaír bajo la mano por su espalda cuando reaccionó, asustada, y se separó de él varios centímetros. Su pulso estaba a mil por hora. ¿Por qué correspondió? —Es que yo, bueno… tengo que ir al baño. Y huyó, ante la mirada atónita de él.
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