+ROSALIA+ Hemos llegado. Después de tres horas de camino, ¡sí, TRES!, mi trasero ya era uno con el asiento. Estaba cansada, caliente, y no solo por el clima. El cielo estaba oscuro, pero la luna… ¡ay, la luna! Esa luna estaba cómplice de todas mis locuras. Las puertas gigantes se abrieron como en esas películas de ricos en las que uno siempre dice “¡mentira, eso no existe!” Pues sí existe. Y yo iba entrando como si me perteneciera. ¿Quién lo diría? Yo, la chica de la cafetería, ahora era “la novia” del magnate con más cara de pecado que he visto en mi vida. El camino estaba iluminado, había jardines preciosos, una fuente que parecía de cuento, y el auto rodeó todo hasta llegar al frente de la casa. Sí, casa... JA. Eso era una mansión, una villa, una cosa loca. A mí me dices "bienvenida

