++++++++ Después de horas y horas bebiendo, perdiendo la noción del tiempo entre risas, confesiones y papas fritas ahogadas en salsa, sentí que ya no podía con mi vida. Natalia se había vuelto el alma del grupo, hablando de su amante millonario como si fuera un personaje de novela de las 9 p.m. Y yo… ¡yo quería saber quién era! ¿Quién demonios era ese tipo que le tenía el corazón, las bragas y los ahorros agarrados? Pero eso no era lo más intenso. —¡Mañana empiezo las clases de caderas asesinas! —gritó Alicia, levantando su copa. —¡Y yo también! —dijo Bianca—. Si no aprendo a menear como Andrea, que me expulsen de esta empresa. Natalia alzó su vaso y nos apuntó a todas. Siiii, nuestro tema de conversación fue de Andrea. —Las quiero ver moviendo ese trasero. Las clases no son para f

