+++++++ Luego de que todos nos abrazáramos, como si fuéramos un elenco reconciliado después de una telenovela mexicana, Uriel se fue a hablar con Alessandro, su amigo, su casi enemigo, su ¿cuñado?, qué sé yo. Los vi alejarse caminando por la orilla del jardín, cada uno con sus manos en los bolsillos, como dos adolescentes que no sabían cómo decirse “te perdono” sin sonar vulnerables. Yo, por mi parte, me giré hacia Valentina y la tomé de la mano. Ella me miró con esos ojos que tantas veces vi llenos de fuego, de rabia, de orgullo… pero también de dolor. Caminamos en silencio hasta una de las tumbonas junto a la piscina. La brisa aún olía a cloro y a ese sol de la tarde que se niega a irse. Nos sentamos sin decir palabra al principio. Ella cruzó las piernas, se recogió el cabello en una

