Prólogo.

928 Words
Si tuviera que hacer una lista de las cosas que me gustan, como sugirió mi madre en algún momento, no podría poner muchas cosas. Lo pensé un buen tiempo frente a mi laptop sintiéndome estúpido, con 17 años estaba a punto de escribir algo típico de una niña de 10. Cosas que me gustan. Leí el título de mi lista y me sentí estúpido una vez más, pero la mayoría de las veces eso da compleatemente igual; pues siempre termino haciendo estupideces.  1. Los chetos Tipeé. Amaba los chetos. 2. Mamá Mi mamá era por mucho el ser humano que más amaba. Amo a mi mamá más que a los chetos, así que después de un par de segundos, decidí invertir las posiciones.  3. Escritura Sobre todo, si se trataba de dragones en la época medieval, soy un tipo extraño, lo sé, pero no es como si pudieran juzgarme.  Suspiré y volví a tipear 4. Dragones Pensé en tipear algo yo; como la oscuridad, o la soledad, o una de esas cosas que te hacen suspirar y pensar ''oh, pobre chico'' pero en sí, no es como si esas cosas me gustaran, solo las prefería,  Bueno, pierdo tiempo. 5. Leer. Aunque es más lo que escribo que lo que leo. Oh, ya se. 6. DIBUJAR. Me gusta dibujar, diría que se me da bien, no tengo idea de por qué no lo puse antes si inclusive lo tipeé con letras mayúsculas. He aquí la ironía.  Lo observé un par de segundos y lo cambié de lugar. Muy convencido de que eso ya era todo -sí, porque de verdad no me gustan muchas cosas- volví a repasar mi lista rosada -porque estas cosas sólo se hacen sobre papel rosa. En mi caso, un papel digital rosa- modificada. 1. Mamá. 2. Chetos 3. Dibujar, 4. escribir. 5. Dragones 6. Leer. Me di cuenta de que nada terminó en el orden en el que lo escribí, tal vez si amaba a los chetos más que a mi madre si pensé primero en ellos... Nah. Tamborileé los dedos sobre mi escritorio, listo para dar en el ícono de borrar del faz de la tierra, pero me detuve en el acto. Ya que iba a borrar esa estupidez, podría ser del todo honesto. 7. Los chicos. Borré eso y volví a tipear. 7. Un chico. Lo borré una vez más. 7. Jayden Collins. Suspiré. No, no regresen a la parte superior a ver que genero usé para hablar de mí, en todos los ''estúpido'' con terminación en una vocal masculina -machista, a mi parecer- pueden notar claramente que soy un chico. Un chico amante de los dragones y de Jayden Collins. ¿Desde cuándo me gusta? En realidad, no lo sé. Un día lo vi, y solo podía pensar en un sonido gutural que no harías por cualquier amigo. Yummy.  Es que, cielos, deberían ver sus piernas. Haciéndole honor a lo cliché, Jayden es un deportista innato. Mas bien un corredor; siempre se llevaba los primeros lugares en las olimpiadas y era el capitán del equipo de atletismo -y digo era porque lo cerraron- pero ahora está en el equipo de básquet de nuestro instituto, que no se le da tan bien como el atletismo, pero tampoco le iba nada mal, en especial cuando saltaba a encestar un aro y su camiseta se levantaba por encima del ombligo. Una bonita vista. Y no es que yo lo acose o algo así; solo digamos que desde este año me ha dado por ir a todos los partidos -contando los de práctica- del instituto. Cuando me preguntan, digo que tuve un incremente excesivo de espíritu escolar. En realidad, tuve un incremento excesivo de hormonas. Jamás he hablado con él. Aunque, en realidad, me abstengo de hablar con las personas a menos que sea estrictamente necesario. Y ahora suponen que como no he halado con él, es solo atracción física lo que siento. Pues, para empezar, no me gusta creer que soy un cavernícola que piensa con la otra cabeza y que solo se fija en unas bonitas – muy bonitas – pantorrillas. Y si me preguntan; me gusta su sonrisa, por ejemplo, en especial porque es una de las muchas cosas que no suelo hacer seguido. Excepto cuando es por mamá. Y cuando como chetos. Los amo a los dos, quizá por igual. Bueno. Me gusta su sonrisa que detona alegría.  Molestamente brillante, a mi parecer. Como cuando vas de vacaciones y hace sol, y es genial al principio, pero luego empiezas a sudar, el aire acondicionado no es rival, y aun entrado en una alberca te quemas y tu piel queda roja y arde, y soportas las burlas de tu familia refiriéndose a ti, llamándote ''camaroncito'' o 'tomatito'' Si, así es como es su sonrisa. Sol de verano. Y yo termino siendo un camarón. Sonreí. Que buena pareja que hacen el sol y un camarón. Si aún no lo notaron, es ironía. Miré una vez más la lista en mi laptop y decidí que no podía borrarla, porque tenía su nombre escrito. Observé su nombre algo decepcionado. Seguramente todo sería más fácil si su nombre terminara en una vocal femenina -feminista, a mi parecer- y usara falda de porrista en lugar de pantalones de básquet. Pero me da la impresión de que si así fuera, quizá no me gustaría él. Así que, a mis 17 años, un chico finalizaba la lista de las cosas que me gustan. Por no ponerlo de segundo lugar, entre mamá y los chetos. Eso ya es mucho. 

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