Helena
Me despierto percatándome que ya es de noche, ella no está a mi lado, al recordar todo lo ocurrido la duda me invade nuevamente, quizá se arrepintió de verdad. Envuelvo mi cuerpo en la sábana y voy al baño a poner un poco de agua en mi rostro, paseo unos dedos por mis labios recordando los suyos, todo fue mágico.
Al salir del baño me dispongo a recoger mi ropa y ella va entrando con una bandeja.
—No quise despertarte, Bob llamó para que le ayudara con unas cosas y preferí que descansaras, pedí una pizza, supongo que debes tener hambre —no vi esa sonrisa de antes, pero su voz era suave, se sentía más amable.
—Pensé que te habías ido porque te arrepentiste de lo ocurrido —estaba dolida confundida.
Me aferré a esa sábana con miedo, ella se acercó a mí, dejó la bandeja a un lado y acunó sus manos en mi rostro.
—No llores Helena —dice suavemente.
No me di cuenta en qué momento lo hice, retiro algunas lágrimas y ella alza mi rostro tomándolo del mentón.
—Espero no haberte lastimado y no, no me arrepiento de nada, me encantó lo que pasó, me encantas, eres hermosa; trabajadora; amable; cordial y guardas mucha pasión en ti.
Y con esas palabras siento que acabo de ir al cielo y mi corazón late desenfrenado.
—Bésame —digo casi en una súplica.
Ella con una sonrisa muy ligera lo hace, es suave y lleno de amor.
—Helena, Io non ti prometto storie di passioni da copione, di cinema, romanzi e che ne so di una canzone... Io ti offro verità corpo, anima e cervello mio bel cielo —la miro entre alegre y extrañada al escucharla hablar en otro idioma.
—¿Acabaste de hablar italiano? —pregunto entre risas nerviosas. —¿Qué significa?
No sabía que ella lo hablara, aunque tenga descendencia por parte de mis padres no hablo el idioma y aun cuando no entendí una palabra, la forma en que lo dijo fue significativa y con mucho sentimiento. Ella se queda mirándome de forma especial y une nuestras frentes negando un poco con su cabeza, a la vez que me regala una enorme sonrisa como nunca antes la vi, una que me llena el corazón por completo.
—Si quieres saberlo tendrás que aprender italiano.
Iba a insistir en mi petición, pero ella lo impidió dándome otro beso lleno de amor, al separarnos, me resguardó entre sus brazos y yo me aferro a su cuello para no dejarla ir.
—Tranquila, no iré a ningún sitio.
No sé cómo logra leer mis pensamientos, suelto un suspiro y un poco mi agarre para verla a los ojos, no sé qué dijo hace un momento, pero por la forma en que lo hizo y la manera de mirarme sé que fue bueno y ahora siento una gran felicidad dentro de mí.
—Vamos a comer o se enfriará la pizza —dice con dulzura. Me da un beso en los labios y luego otro en la frente.
Ahora que lo pienso, me agrada que sea más alta que yo, es como si levantara mi rostro para ver el cielo nocturno con todo y sus estrellas, dándome la oportunidad de pedir un bello deseo a una estrella fugaz.
—Matt dijo que había una feria en el pueblo, pensé que tal vez quisieras ir mañana aprovechando que no debes trabajar.
—Me encantaría, las ferias aquí son buenas y la comida es deliciosa, pero pensé que no te gustaba los sitios llenos de gente.
—No me gusta, pero creí que te agradaría la idea, si quieres podríamos ir en la tarde ¿Qué dices?
—¡Vamos!
Me abalancé sobre ella besándola y sintiéndome de nuevo como una adolescente, quién diría que a mis treinta volvería a sentirme así.
(…)
Ragnar
Quise negarme esto que siento al igual que mis pensamientos por ella, pero en el instante en que la vi con Ismael, mi corazón palpitó muy fuerte y sentí que debía irme, luego, cuando ingresó a la habitación, quise contenerme, se veía hermosa con ese sonrojo y sus nervios no hacían más que hacerme desear besarla.
Por un instante agradecí ese sonido del café que me obligó a levantarme para evitar verla, pero ella al decirme lo que sentía por mí... fue demasiado. Al principio quise pensar que escuché mal, pero sabía que no fue así, cuando lo repitió, desee arremeter contra sus labios, me seguí conteniendo y busque una última afirmación en sus ojos, siempre creo más en lo que dicen estos a la lengua.
Pero tocar esos labios fue exquisito, bebí del agua más pura en ellos, sentir su piel en mis manos, en mi boca, toda ella es exquisita. Estar con Helena era más que solo sexo, fue diferente, más pasional, me recuerda un poco a cuando estaba con Nick y Alex, pero el trato es más suave con ella pues no quiero lastimarla, ha pasado por mucho y no quiero que haga algo que no desee.
Eran las nueve de la mañana, ella se veía hermosa durmiendo, su cabello tan rubio recorriendo su espalda en esas ondas, su piel tan blanca, hasta sus lunares me eran curiosos, podía sentir la suavidad en mis manos y sus finos labios emanaban una sonrisa, de seguro tenía un buen sueño porque ya llevaba un tiempo así.
—Una foto te dura más —dice abriendo sus ojos azul cielo, uno que solo puedes ver en verano.
—No tengo ninguna y tú eres mejor que una foto.
—Entonces tomemos algunas en la feria, pero antes quiero un beso de buenos días —y vaya que podría darle uno por minuto.
Fuimos al baño a darnos una ducha y aprovechamos para tener otro encuentro, ver ese rostro de placer que me regalaba entre gemidos encendía todo mi ser. Por insistencia de ella salimos para desayunar, preparamos algo ligero entre las dos y procedimos a comer, me contaba lo que había hecho en su viaje, platicó sobre su hermano y algunos productos nuevos que quería vender en el restaurante, luego nos cambiamos y fuimos a la plaza a comprar algunas cosas que nos hacían falta.
Llegamos al local de los señores Schmucker, compramos miel, cera de abejas y otras cosas más, yo compré algunas hierbas y frutas que necesitaba para las pomadas que vendíamos en el gimnasio, entre otros tantos productos, ella por su parte compró materia prima para los suyos, luego dejamos las cosas en el auto y fuimos a almorzar.
Al volver a casa y organizar todo, fui a darme un baño para refrescarme cuando siento su cuerpo detrás de mí.
—¿Algo que llame tu atención? —pregunté un poco fría.
Sabía que detallaba las cicatrices, las recorría con su mirada, no fue sino hasta que al fin se atrevió a tocarlas con tal delicadeza, como si pensara que iba a lastimarme.
—Lo siento no quise incomodarte, es solo que no había podido detallarlas.
Ese hilo de nostalgia y lástima lo odiaba, lo escuché muchos años con mi familia.
—Solo tenías que pedirlo —respondí un poco déspota.
Sentí sus labios en mi espalda y en un cálido abrazo envolvió mi cuerpo, se notaba que estaba desnuda.
—No te enojes que solo quería verlas, además, ese es tu pasado, pero este es el presente y aquí las cosas son diferentes, no creas que te veo con lástima, solo puedo imaginarme lo que te habrán hecho y sentirme orgullosa de ver que eres una mujer muy fuerte, yo no creo que fuese capaz de ser como tú si alguien me hiciera algo así... Ver tus cicatrices solo me hace sentir admiración por ti.
Me giré viendo su sonrisa cálida que tanto la caracterizaba junto a esos ojos veraniegos, bajé la guardia y simplemente la abracé. Al ser más baja que yo me reforzaba la idea de protegerla, es como si siempre hubiese ocupado ese lugar entre los brazos de mis hombres y ahora era yo quien se convertía en la protectora de alguien.
—Lo siento, no me gusta que sientan lástima por mí —nos besamos y dejamos eso atrás entre caricias y besos.
Luego de otra sesión de sexo en el baño, nos arreglamos para ir a la feria, yo llevaba un jean gris con una camiseta azul oscuro, mi típica campera y botines negros, Helena se había colocado unas zapatillas blancas y un vestido amarillo de flores, según dijo era su favorito, dejó su cabello semi recogido y aplicó un poco de maquillaje, se veía hermosa y con ese vestido y sus facciones, era la mismísima personificación del verano.
Nos subimos al auto y llegamos a la feria, tenía ganas de largarme de ese lugar, pero ella se veía feliz y nada más me importaba en ese momento. Estuvimos en varios juegos que ella quiso subir, comimos en algunos puestos y caminamos viendo las artesanías. Mientras comía una manzana caramelizada vio un puesto de tiro al blanco al cual insistió en ir.
—Pasen señoritas, prueben suerte esta noche y podrán llevarse este hermoso y gigante oso a casa.
Ella se veía como una niña deseando ese oso, le pagó al hombre e hizo algunos intentos sin suerte, consiguió solo un par de bolígrafos y un chocolate, cuando pareció rendirse dijo que fuésemos a otro puesto y dio algunos pasos para alejarse.
—Todavía lo quieres ¿No es así? —ella volteó y su ilusoria mirada lo dijo todo.
Pague al hombre recibiendo el arma, debía acertar todos los tiros. Recordé una vez mientras apuntaba, cuando fuimos a una feria con mis hermanos y Oz, todos quisieron participar para regalarme un peluche, aunque en realidad no lo quería, solo deseaba irme a casa a leer. Ahora entiendo que su emoción no era por el peluche, sino por intentar hacerme sentir como una niña normal y feliz sin ese pasado tortuoso.
Volví a verla a los ojos, apunté nuevamente y atiné todos los tiros, a lo cual ella estaba más que dichosa dando unos pequeños saltos de alegría, me dio un beso en la mejilla y tomó el oso gigante llevándolo en su espalda sin creer en nada ni nadie.
—Es increíble ¿Cómo lograste hacerlo?
Solo la vi con una sonrisa de lado y levanté un poco mi hombro sin interés, ella me veía con un hermoso brillo en sus ojos, me agradeció por el peluche y así seguimos nuestro camino hasta que me señaló una caseta.
—Vamos allá, hagamos unas fotos.
Entramos, coloqué el dinero y ella hacía algunas poses graciosas, me pedía que sonriera para la última foto, pero en vez de eso le robé un beso, al ver las tiras con las imágenes pude ver que estaba sonrojada y me vino una idea que no había probado antes.
Preparé todo nuevamente y sin que ella lo esperara, la besé con deseo, hice girar su rostro a la cámara mientras tomaba su cintura y besaba su cuello haciendo que soltara algunos gemidos, cuando se tomaron todas las fotos ella seguía con los ojos cerrados y yo tomé la tira impresa.
—Creo que conservaré estas, te ves hermosa en ellas.
Abrió sus ojos y vio las fotos de nosotras con la lujuria en la piel, ese sonrojo en su rostro fue hermoso, trató de quitarme las fotos, pero le di las suyas y salí con el oso. Algo gracioso, es que mientras la tenía de esa forma el oso quedó entre nosotras con sus manos en la boca.
—Entrégame eso Ragnar ¿Cómo se te ocurrió hacer algo así? —reclamaba entre la vergüenza y la desesperación despertando mi malicia.
—Tú fuiste quien dijo que una foto duraba más, pero nunca me dijiste cómo debía ser la foto, además, mira, hasta el oso quedó en una pose graciosa, creo que es un oso morboso, con razón lo querías tanto cuando lo viste.
Tenía la cara muy roja, yo solo quería reírme por eso hasta que no soporté más y esbocé una sonrisa que le sorprendió, pero rápidamente quiso hacerse de nuevo la seria.
—No soy ninguna morbosa, tú eres la que se puso a hacer esas cosas —dice con un puchero en el rostro dándoselas de ofendida.
Me acerqué a ella peligrosamente viendo cómo su piel se erizaba al contacto y susurro en su oído.
—¿Acaso quieres que te recuerde las veces que te ibas encima de mí para tomar el control? —abracé su cintura con firmeza. —¿O quizás cómo gemías en esa caseta? —lamí su cuello hasta llegar a su oído nuevamente. —porque estoy segura que si deslizo mi mano por tu vestido, tu braga estará húmeda y tu centro palpitará pidiendo mi atención —mordí su lóbulo provocando un gemido.
—Ragnar —jadeó.
Esa dulce voz solo me comprobó que estaba con el deseo en el aire, dejé otra sutil mordida en su lóbulo descendiendo un poco con mi lengua por su cuello hasta dejar un hilo de lujuria en ella.
—Si quieres podemos ir a cenar algo o buscar otro puesto para comprar alguna cosa, solo dime lo que deseas Helena.
—Vamos a casa —dijo mientras tomaba mi mano apretándola un poco.
Caminamos así hasta el auto y antes de abrirle la puerta, la hice girar para acorralarla y besarla con locura, tuve unas ganas inmensas de hacerla mía en ese lugar, pero todavía no era el momento para hacerlo desenfrenadamente, no hasta saber bien qué tanto se atrevería ella a jugar. Ante la fuerte excitación en ambas, nos dirigimos a casa con el oso quedando en el sofá siendo testigo del frenesí que nuestros cuerpos producían, haciéndola mía nuevamente hasta el amanecer.