Ana Toledo, una estudiante de diecisiete años y ella se balancea sobre el barandal de un viejo puente de hierro. Abajo, el río brama con furia, arrastrando ramas, piedras y todo lo que se le interponga en su camino. El viento le azota el cabello y le seca las lágrimas. ¿Qué la ha llevado a tomar esta terrible decisión? Esta es su historia, y quizás podría tener un final trágico, ¿o no?
Ella proviene de una familia pobre y es hija única. No es bonita que encante, pero tampoco es fea que espante. Ana recibió ayuda del gobierno para poder terminar su secundaria. Un día, mientras volvía de casa trayendo los productos para el almuerzo, ve a un chico atractivo que está terminando de cruzar la calle y ella lo mira desde el otro lado. Ana siente que se le acelera el corazón y que se le sonrojan las mejillas. No puede apartar la vista de él. Lo observa con admiración y curiosidad.
Ella dice en su mente:
«Se ve que el chico es muy atractivo. Tiene el cabello castaño y rizado, los ojos verdes, grandes y brillantes, la nariz recta, piel blanca y fina y la boca sonriente. Su rostro es expresivo y simpático. Su cuerpo es delgado y atlético. Se mueve con gracia y seguridad. Podría decir con seguridad que es alguien bonito. Está bien vestido. Lleva una camisa blanca, unos jeans azules, unas zapatillas negras y una chaqueta de cuero marrón. Su ropa es sencilla pero elegante. Su estilo es casual pero cuidado».
Ella también cruza para seguir viéndolo, sin importarle nada más. Ana no se fija que el semáforo está rojo, ni que un auto se acerca a toda velocidad. Solo tiene ojos para él. La conductora del auto toca la bocina, pero es demasiado tarde. Ana siente un golpe seco y un dolor agudo. Sale volando por los aires y cae al suelo con un estruendo. La conductora sale del auto y llama a una ambulancia. Está muy asustada. Después corre hacia la chica y ve que ella se está desmayando. La conductora le dice:
—¡Discúlpame! ¡Por favor, resiste! ¡Ya está la ambulancia en camino! —le dice la mujer asustada y con ganas de llorar.
Ana no puede más y cierra los ojos, quedando inconsciente.
De repente, abre los ojos y ve que está en el hospital, en el área de urgencias. Ana dice en su mente:
«¡¿Qué me pasó?! Parece que me fracture la pierna porque la veo enyesada. ¡Ya sé! Recuerdo que no me fijé en el semáforo por mirar al chico. ¡Qué descuidada fuí! ¡Ay! ¡Siento que me empieza a doler la pierna!».
Entonces, entra una mujer con camisa celeste de manga larga, con corbata, pantalón y zapatos negros. Parece ser empresaria. Ella le dice:
—Hola, soy Laura Sánchez, la dueña de la empresa Sánchez & Asociados. Vine a pedirte perdón por haberte atropellado —dice estando notablemente nerviosa. Traga saliva y luego dice—. El doctor dice que estarás bien, pero yo que tú no intentaría moverme todavía. La verdad yo conduje muy rápido porque tenía una reunión urgente y estaba distraída con el celular. Mira, quisiera que éste accidente quede entre nosotros, así que me gustaría que aceptaras una tarjeta de débito que tiene $100, 000. Te la daré si prometes no denunciar el accidente.
—Está bien, aunque no sé si pueda volver a caminar. Estoy preocupada por eso —dice preocupada.
—El doctor me dijo que sólo necesitarás rehabilitación y después tendrás que usar un bastón porque cojearas mucho —le dice con las manos entrelazadas.
—Ya veo. Bueno, de todos modos quizá en un juicio recibiría lo mismo, así que acepto tu tarjeta —y extiende la mano.
—Está bien —y le da la tarjeta y un papel con el pin. Luego le dice—. Bueno, también te traje un bastón —sale de la sala de urgencias. Luego regresa y se lo trae. Ella le sigue diciendo—. Aquí está el bastón. Me tengo que ir. Nos vemos —y se despide.
Ana dice en su mente:
«¡¿$100,000 dólares?! ¿En qué los puedo gastar?» —piensa alegre y sonriendo.
La empresaria regresa y le dice:
—Ah, por cierto: si sabes como hacer que el dinero produzca más dinero, ésos $100,000 se volverán más. Ahora sí, nos vemos.
—Gracias por el concejo —le responde y luego ve cómo se va Laura.
Ana queda en el hospital unos días, queda en rehabilitación y luego le dan de alta. La adolescente tiene que andar con el bastón para reducir el cojeo y evitar caerse.
Llega el primer día de clases y Ana se dirige a la escuela con su bastón y cojeando algo. No ha gastado un sólo centavo del dinero de su tarjeta. Ella no estará en el salón donde van a estar sus antiguas amigas, por lo que piensa en hacer nuevas amistades.
Comienzan las clases y Ana se da cuenta que, el chico que miró en la calle el día de su accidente, casualmente está en la escuela. Él está en su mismo salón. Está sentado en la primera fila. Él está atento a la profesora de matemáticas. Ana se queda viéndolo desde el fondo del salón. No puede creer que el destino los haya vuelto a juntar. No puede creer que él sea tan perfecto y ella tan imperfecta.
Ella sigue viéndolo, cuando la profesora de matemáticas ve que no está poniendo atención. La profesora le dice:
—¡Hey tú! La chica del bastón.
Todos los estudiantes se empiezan a reír. Ana voltea a ver asustada a la profesora y le responde:
—Este… Me llamo Ana, ¿sabe? —dice algo enojada.
—Disculpa Ana. ¿Podrías pasar a resolver éste problema matemático?
Ana se siente asustada porque no ha prestado atención en clases. Ella dice en su mente:
«¿Y ahora qué hago? Si el chico cree que soy mala en matemáticas, no se enamorará de mí. Haré mi mejor esfuerzo».
—Si, ya voy —y se levanta usando el bastón. Luego se dirige cojeando al pizarrón.
Ella empieza a analizar el problema y hace todo lo posible para resolver el problema. Saca la lengua hacia a un lado y se golpea suavemente la cabeza con la tiza. Se nota muy pensativa. Al final lo logra resolverlo. La profesora le dice:
—Se ve que eres muy inteligente y resolviste el problema a pesar de que no prestabas atención. Por favor, sigue presentando atención, ¿sí?
—Si, no hay problema —le responde seriamente.
Ella queda viendo de reojo al chico y ve que él está sorprendido de que resolviera un problema matemático tan complicado para su edad y sin haber prestado atención. Ella dice en su mente:
«Quizá debería ir a un cyber café e investigar las formas en las que se puede hacer que un chico se enamore de una mujer. También debería investigar cómo hacer que el dinero produzca más dinero. O tal vez debería comprar un celular con el dinero que tengo y hacer la investigación ahí».
Llega la hora del recreo y Ana va a comprar, usando su bastón, a la cafetería y come en los asientos que hay cerca. Mientras come ella dice en su mente:
«Quizá debería declarármele a ése chico. A quién quiero engañar, ¡soy demasiado tímida para hacer eso! Además él no se fijaría en mí. Hay chicas más atractivas en el salón y por lejos».
Termina de comer y pasea por la escuela. Pasa por un área para jugar fútbol y hay chicos jugando ahí. De repente, mientras camina por ésa área, el chico que le gusta camina sólo en dirección opuesta. Ella no se da cuenta porque está observando el partido mientras camina.
Entonces, voltea a ver al chico y ella se asusta al verlo. En ese momento, se dirige la pelota de fútbol a toda velocidad hacia su cabeza y la golpea. Ella cae al suelo.
—¡Ay! —grita ella mientras se siente algo mareada por el golpe.
Uno de los chicos que jugaba fútbol, recoge la pelota y le dice:
—¡Disculpa! ¡Fue un accidente! —y se aleja de ella corriendo.
Él chico que le gusta a Ana ve el accidente, se acerca y le dice:
—¿Te encuentras bien? —dice el chico preocupado.
Ella lo voltea a ver hacia arriba y le dice:
—Este… sí —le dice estando nerviosa por su presencia.
El chico la ayuda a levantarse y éste le dice:
—¡Qué bueno que te encuentres bien! —le dice con una sonrisa muy bondadosa y cerrando los ojos. Luego los abre y le dice seriamente—. Deberías ir a la enfermería por si acaso —y sigue su camino.
Ana se sacude el polvo, ve que el chico se va y ella le pregunta:
—¿Cómo te llamas? —le dice estando un poco nerviosa.
El chico la voltea a ver y le dice:
—Me llamo Leo Rojas, ¿y tú? —le dice con una sonrisa y unos ojos cerrados que transmiten bondad.
—Me… me… me… perdón, me llamo Ana Toledo. Éste… —le dice temblando.
—Te veo nerviosa. ¡Ya sé! —y golpea el puño en su mano—. Quieres que seamos amigos, ¿verdad?
—Sí… sí…
—Bueno, no hay problema. ¿Quieres verme tocar la guitarra en el salón de música? —le dice de manera alegre.
—Sí… ¡yo quisiera ver cómo tocas la guitarra! —le dice estando emocionada y con el corazón latiendo a mil por hora.
—Vamos pues al salón de música —y gira la cabeza indicando la dirección a dónde deben ir.
Ambos van al salón y el chico empieza a tocar la guitarra. Él le da la guitarra y le pregunta:
—¿Quieres que te enseñe a tocar la guitarra?
Ella está tan nerviosa que sólo asiente con la cabeza. Ana está sudando de los nervios y traga saliva. Él le dice:
—La guitarra se toca así… —y le empieza a enseñar.
Él le empieza a enseñar a tocar la guitarra y le ubica las manos donde debe ponerlas en la guitarra. Ella se pone aún más nerviosa, sonrojada y, de repente, tocan el timbre que indica que el recreo ha finalizado.
Ambos vuelven a sus salones y mientras todos esperan a que la profesora venga, Ana dice en su mente mientras pone sus manos en sus mejillas:
«¡Ay no! ¡Ése chico me gusta mucho! Debo de hacer algo para que él se enamoré de mí. También he notado que otras chicas lo quedan viendo a veces. Tengo la suerte de que son tímidas al igual que yo. Ésta noche pensaré en algún plan para que Leo se enamoré de mí».
Llega mediodía y Ana nota que Leo se va a su casa sin decirle nada. Ella piensa:
«Claro, sólo somos amigos» —y se pone triste y cabizbaja.
Ana llega a su casa, pone su mochila en la mesa, come y luego se pone a pensar en cómo puede hacer que el chico se enamore de ella. Ella piensa:
«Quizá debería de comprar un celular y ponerle internet con el dinero de la tarjeta que me dió Laura. Y ahí investigo las formas de enamorar a los hombres y en qué puedo invertir mi dinero» —dice mientras tiene su mano derecha sosteniendo su mejilla.
En la tarde, Ana compra el celular y le pone internet. Lo oculta de sus padres porque ellos no saben del trato que tuvo con Laura. Primero investiga cómo conquistar a un chico y encuentra un vídeo de t****k dónde sale que el destacar en algo puede hacer que el chico que le gusta se enamore de ella.
Luego encuentra un vídeo de cómo invertir su dinero. El vídeo explica que con en una aplicación, puede invertir en la bolsa de valores y específicamente, en un conjunto de acciones llamados ETFS que pagan un alto porcentaje de dividendos, un %10 del valor de todos esos ETFS.
Ana compra ésos ETFS y prepara su plan para enamorar al chico. Pasan 3 meses y el chico la sigue viendo como una amiga. Entonces, Ana recibe casi $10,000 dólares en dividendos por primera vez. Ella ha escuchado que unos estudiantes, de vez en cuando, hacen un concurso llamado "el baile más ridículo".
Les paga a ellos para que realicen el concurso al día siguiente y para que le den publicidad para que lleguen todos los estudiantes.
Sabe que es posible que llegue Leo. Llega la hora del recreo y ve que los estudiantes están haciendo el concurso. Ana se prepara para bailar.
Ana mira con nerviosismo el patio del colegio, donde se ha formado un círculo de estudiantes que animan a las chicas que se atreven a participar en el concurso del baile más ridículo. Ella sabe que Leo, el chico que le gusta desde hace meses, está entre la multitud, y quiere llamar su atención de alguna manera. Piensa que si gana el concurso, él se fijará en ella y quizás se ría de sus ocurrencias. Ella juega limpio; no le ha pagado a los chicos del evento para que ella sea la ganadora. Si gana, será por su talento natural.
Se acerca al líder del concurso, un chico alto y moreno que sostiene un micrófono inalámbrico. Le dice que quiere participar y él le sonríe con complicidad (le sonríe mientras la queda viendo con los ojos un poco entrecerrados).
—Muy bien, damas y caballeros, tenemos una nueva concursante —anuncia el líder—. Se llama Ana y viene dispuesta a demostrar que es la más ridícula de todas. ¿Están listos para verla bailar?
El público grita y aplaude, mientras Ana se coloca en el centro del círculo. Siente las miradas de todos sobre ella, pero solo busca la de Leo. Lo ve al otro lado, hablando con unos amigos. Parece aburrido y distraído. Él empieza a bostezar. Ana se propone cambiar eso.
Un chico pone un cassette en una gran radiograbadora, la cual está cargando y la música empieza a sonar. Es una canción pop-rock muy pegadiza, de esas que invitan a moverse. Ana tira el bastón. Se deja llevar por el ritmo y empieza a bailar de la forma más exagerada y graciosa que se le ocurre. Hace muecas, gestos, saltos, giros, contorsiones. Imita a algunos animales, como un mono, una gallina, un elefante. Se ríe de sí misma y trata de contagiar su alegría al resto.
El público se divierte con su actuación y la animan con vítores y risas. Algunos le siguen el juego y le hacen coros o le lanzan piropos absurdos.
—¡Bravo, Ana, bravo! —dice el líder del concurso con ironía—. Eres increíble, Ana. Eres la reina del mambo, la diva del desastre, la loca del ritmo. ¡Nadie baila como tú, Ana! ¡Nadie! ¡Denle un aplauso!
Todos aplauden. Ana se siente feliz y orgullosa de haberse atrevido a participar. Cree que está haciendo un buen papel y que tiene muchas posibilidades de ganar. Mira de nuevo a Leo, esperando ver una sonrisa en su rostro o una mirada de admiración. Pero se lleva una gran decepción.
Leo sigue sin prestarle atención. Está mirando su celular, como si nada le importara lo que pasa a su alrededor. No parece divertirse ni interesarse por el concurso ni por las chicas que bailan. Ana siente un vacío en el pecho y una rabia contenida. ¿Qué tiene que hacer para que él la note? ¿Por qué es tan indiferente?
Ana decide seguir bailando, pero ya no con la misma ilusión. Cae boca abajo varias veces porque no tiene el bastón. Ahora solo quiere terminar cuanto antes y salir de allí. Se da cuenta de que ha sido una tontería pensar que Leo se fijaría en ella por hacer el ridículo. Tal vez él prefiera a las chicas más serias, más elegantes, más normales.
El concurso sigue con otras participantes, que intentan superar a Ana con sus bailes disparatados. Hay una que se pone una peluca rosa y hace el pase del robot. Otra que se disfraza de superhéroe y hace como que vuela por el aire. Otra que se pone unos zapatos de tacón y se cae al suelo.
Pero ninguna logra superar a Ana, que sigue siendo la más ridícula de todas. El líder del concurso lo confirma cuando anuncia el resultado final.
—Y la ganadora es... ¡Ana! —dice el líder—. ¡Felicidades, Ana! Eres la chica más ridícula del colegio. Te has ganado el respeto y la admiración de todos nosotros. Y como premio, te llevas este hermoso trofeo: ¡un cepillo de dientes usado!
El público aplaude y ovaciona a Ana, que recibe el trofeo con resignación. Ella agarra el cepillo y lo alza con las dos manos en señal de victoria. No le hace ninguna gracia haber ganado ese premio tan asqueroso ni ese título tan poco halagador. Solo quiere escapar de esa situación tan humillante.
Mira una última vez a Leo, esperando algún gesto de su parte. Pero él sigue sin mirarla. Está saliendo del patio, como si nada hubiera pasado. Ana siente que se le rompe el corazón.
Se pregunta si algún día Leo se fijará en ella. Se pregunta si algún día podrá bailar con él, pero no de forma ridícula, sino de forma romántica. Se pregunta si algún día podrá ser feliz junto a él.
«Mi plan ha fracasado» —dice en su mente y estando algo cabizbaja.
De repente, mientras Ana camina sola visitando los alrededores del colegio (al parecer, no ha logrado conseguir amigas), se topa con Leo. Él le dice:
—¡Estuviste genial amiga! —y le sonríe con su sonrisa bondadosa—.
Ana observa que después se puso cabizbajo y ha dejado de sonreír. Siente que le miente. Ella le dice mientras se pone la mano derecha detrás de la cabeza y voltea a ver hacia arriba:
—Este… no sé si es idea mía, pero parece que no te gustó el espectáculo —dice estando nerviosa y con su corazón latiendo rápido. Luego saca la lengua a un lado.
—¡Cómo no! ¡Estuviste bien! ¡Tengo que irme! —le dice en voz algo alta.
Él se va y ella queda cabizbaja y deprimida. Queda así un rato y luego suena la campana de la escuela que indica que hay que regresar a clases. Ana agarra su bastón y se va cojeando hasta su salón.
Llega mediodía y se va a su casa. Entra a su cuarto cabizbaja, deprimida y empieza a llorar. Se tira a su cama llorando. Ella dice en su mente:
«¡Por qué a mí! ¡Juro que haré que ése chico se enamore de mí!» —dice mientras llora con fuerza.
Se seca las lágrimas con las manos e investiga en t****k otra forma de enamorar a un chico y se da cuenta que el contacto corporal es muy buena idea para conquistar a los chicos. También saca su cartera y ve que todavía tiene dinero del pago de los dividendos. Se seca las lágrimas y se ríe sola. Ella piensa en voz alta:
—Se me ocurre una idea para conquistar a ése chico je, je.
A Ana se le ha ocurrido otra idea para enamorarlo. ¿Qué estará tramando?