Alaric
Kaelin y yo despertamos, aún enredados en los brazos del otro. Emití un sonido a medio camino entre un gruñido y un ronroneo y la atraje aún más cerca para poder hundir mi nariz en su cuello. Amaba el sonido de su risa, pero amaba aún más sentirla burbujear a través de su pecho.
— Me alegra que estés en la cama conmigo y no besando el inodoro — bromeé.
Ella bufó y pellizcó mi antebrazo. — Cuidado, tú.
Reí.
— Normalmente estoy bien hasta que me levanto. Ahí es cuando llegan las náuseas.
— ¿Hay algo que pueda hacer para facilitarte las cosas? Puedo prepararte té todo el día, pero si hay algo más que pueda hacer, quiero saberlo.
Un suspiro tembloroso salió de ella. — Creo que solo tengo que esperar a que pase. Espero que las náuseas matutinas y el cansancio constante se alivien
