Alaric Caminaba de un lado a otro en mi cocina. Dom estaba sentado en la mesa, viéndome perder la calma con una sonrisa burlona. Había dejado a Kaelin hace minutos, pero me estaba volviendo loco por no tenerla a mi lado. ¿Así se sentía todo el mundo cuando encontraba a su pareja? ¿Cómo los hombres no enloquecían por completo? Debería haber tanto conflicto interno que ser parte de una manada sería imposible. —Alaric —dijo Dom—. ¿Me escuchaste? Me detuve y lo miré. —Claro que sí —gruñí—. Estabas hablando del intercambio. —Ajá... —Dom sonrió, inclinándose con la barbilla en las manos—. Faltan solo tres días para la próxima luna llena, lo que significa que tendrás que entregarla— Gruñí a Dom con toda la furia justa de un lobo locamente enamorado. Ahora que Dom entendía por qué había t

