Alaric
Las manos de Kaelin descendieron aún más, hasta la cintura de mis jeans. Mordisqueó mi cuello mientras bajaba la cremallera, luego deshizo hábilmente el botón. Sonreí mientras ella empujaba la tela hacia abajo por mis caderas. Cerró su mano alrededor de mi pene, su palma suave y cálida en mi piel. Ya estaba erecto, y cada movimiento de su mano me excitaba más.
Apoyándome contra la encimera cerca de la estufa, dejé salir un suspiro y dije: — Amo tus manos sobre mí. — Cada suave tirón enviaba un placer ardiente a través de mi sangre.
Sentí su sonrisa contra mi cuello. — Lo sé — dijo —, pero apuesto a que esto te gusta aún más…
Se apretó contra mí tanto como su vientre se lo permitió, luego se deslizó lentamente hasta sus rodillas.
— Kaelin, espera. — Mi respiración era irregular
