Kaelin
Me preparé para otra sesión de las rabietas de Jaxon, pero la persona que vi bajar las escaleras fue… ¡Dom! Mi corazón se aceleró cuando llegó al descansillo. Si Dom estaba aquí, eso significaba que Alaric no podía estar lejos.
Maldijo al ver el estado en que me encontraba y cruzó la habitación en solo unos pasos rápidos. —Quédate quieta —susurró, deshaciendo las correas que mantenían el bozal en mi rostro. Lo quitó en solo unos segundos, arrojándolo al otro lado de la habitación como si fuera una serpiente venenosa.
—Dom, qué bueno verte —dije, con lágrimas llenando mis ojos de inmediato.
—También es bueno verte. —Tocó suavemente mi barbilla, y casi dejé que esas lágrimas cayeran. Era la primera vez en mucho tiempo que me tocaban de una manera que no estaba destinada a hacerme
