―Por supuesto, si se siente preparada ―susurró―. Traeré el libro de himnos conmigo. La vieja Sra. Bennett se dejó caer sobre sus almohadas y suspiró, se durmió antes de que pudiera siquiera cerrar la puerta. El día siguiente era domingo, y Archie se levantó temprano luego de otra noche de sueño intranquilo. Hector el gato estaba esperando con paciencia por su desayuno cuando él entró en la cocina y de inmediato se apresuró a restregarse contra las piernas del vicario. ―Qué quieres, pequeño ―preguntó Archie malhumorado―. Algo de comer, supongo, en cuanto hayas comido volverás a la cama. Hector ronroneó con fuerza y arañó la puerta de la alacena, esperando que algo delicioso apareciera. Luego de alimentar al gato y de prepararse una taza de café, el Reverendo Matthews fue a su estudio p

