POV Isadora Valente
La habitación olía a vino tinto, a deseo satisfecho… y a peligro.
La bata de satén yacía en el suelo como un testigo rendido. Mi piel aún ardía con la huella de sus manos, y cada músculo de mi cuerpo parecía recordar exactamente dónde y cómo me había tocado. Me cubrí con la sábana, no por pudor, sino porque el aire comenzaba a enfriarse… o tal vez era yo la que, una vez más, empezaba a levantar mis muros.
Luca estaba sentado al borde de la cama, sin camisa, mirando hacia la ventana empañada. La luz tenue de la lámpara perfilaba la tensión de su espalda. No decía nada, pero no necesitaba hacerlo. Su silencio era un lenguaje que conocía demasiado bien: el de los hombres que quieren decir más, pero no saben por dónde empezar.
Yo tampoco hablaba. Solo lo observaba, aún
