Polos Opuestos

Capítulo 1

¿Existe alguien que realmente te conozca, además de ti mismo? ¿Por qué te sientes tan vacío, a pesar de estar rodeado de tanta gente? ¿Por qué sientes ese deseo de que alguien llegue a tu vida y altere tu rutina? ¿Qué es eso que siempre estás esperando? Y por último... ¿Quién eres?

Me desperté agitado, sintiendo todo mi cuerpo sudado y mi ropa casi empapada. Respiré hondo hasta calmar mi respiración, tapando mi rostro con ambas manos. No era la primera vez que soñaba con eso, o más bien, que tenía esa pesadilla; la he tenido desde que tengo diez años. Y aún hoy, con dieciocho años, sigue apareciendo en mis sueños de vez en cuando.

Miré la hora en mi celular con los ojos entreabiertos, pues aún no me acostumbraba a la luz de la pantalla; eran las 06:45. Suspiré nuevamente y me levanté de la cama, dirigiéndome directamente a la ducha; ya dentro de ella, abrí el grifo y dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo.

Mi vida se había transformado en una rutina: despertar, ir a la escuela, llegar a casa, comer, hacer mis deberes e ir a dormir. La gente me consideraba lo que podría decirse una persona "introvertida". A decir verdad, sólo tengo un amigo en quien confío más que nadie, pero ni él me conoce en profundidad.

Cerré el grifo del agua y envolví una toalla en mi cintura, volviendo a mi habitación tras comprobar que nadie se encontraba en el pasillo; sequé mi cuerpo y me vestí con mi ropa habitual: camiseta negra con el logo de alguna banda de rock, jeans negros y zapatillas negras.

No soy de esos típicos niños "depresivos" -entre comillas, pues ya parece que ser depresivo se volvió una moda- que se encierran en su habitación y no salen hasta comer, al contrario; salgo de mi casa muy seguido, aunque sólo voy al mismo parque todos los días. Tengo a mi madre, mi padre y mi hermana menor, aunque jamás fuimos una familia unida, o al menos yo no era unido a ellos. Hace poco tiempo nos enteramos de que mi hermana menor era homosexual, quien ahora salía con quien fue su mejor amiga hace tiempo atrás. Si me preguntasen por mi orientación s****l, la respuesta sería "no lo sé"; jamás me ha gustado una mujer, y mucho menos un hombre. No podría definir mi orientación s****l, pero tampoco me interesa en este momento de mi vida.

—¡Derek, está el desayuno listo! —escuché gritar a mi madre desde el primer piso.

Agarré mi mochila, celular y auriculares y bajé las escaleras, sentándome junto a la mesa donde ya estaba servido mi desayuno. Observé a mi hermana, Samanta, quien ya había terminado el suyo.

—Buenos días, Derek. —me saludó indiferente, a lo que simplemente asentí. Como ya dije, no soy unido con mi familia.

Terminé mi desayuno y me dirigí al baño, cepillándome los dientes y mirando mi reflejo en el espejo; chasqueé mi lengua al notar que seguía teniendo el mismo rostro de siempre y salí de mi casa, ya camino hacia la escuela. Me encontraba en mi último año escolar, lo cual me hacía el chico más feliz. No volvería a esa mierda de lugar y podría hacer lo que en verdad quisiera.

—Hey, Derek —me llamó Elliot, mi único amigo.

—Hey, Elliot. ¿Cómo estás? —pregunté indiferente, observando de reojo a quienes pasaban junto a nosotros.

—Muy bien —sonrió alegremente, mostrando su perfecta sonrisa.

Elliot era un chico grandioso, debo admitir; era guapo, inteligente y amable. A pesar de que siempre lo traté mal, nunca dejó de ayudarme, y por eso se convirtió en mi mejor y único amigo.

Repentinamente, una manada de estudiantes se empezó a acumular frente a nosotros. No pude notar el por qué de eso, pero no podríamos pasar fácilmente y eso me molestaba.

—Jodido problema, ¿quién está ahí? ¿Un modelo? —dije irritado, alzando mi mirada para poder ver a través de todos.

Entonces, me tragué mis palabras; pude presenciar aquella sonrisa de ángel, la cual le pertenecía a un hermoso chico rubio de ojos café.

Elliot me ayudó a pasar a través de todos para poder llegar a nuestra clase. Aún así, no podía dejar de pensar en aquel chico con enorme sonrisa; seguro tendría una vida perfecta, rodeada de gente que lo adulase constantemente.

~★~

La mañana se me pasó muy lenta; las clases habían transcurrido con completa normalidad, recordándome una vez más que esta era mi rutina.

La última campana sonó y recogí mis cosas divisando a Elliot detrás mío, quien ya parecía estar listo desde hace rato. Me paré junto a él y comenzamos a caminar hacia la salida, pero otra vez nos topamos con ese gran número de gente rodeando, probablemente, al mismo chico que hoy.

—Ah, esto es una molestia —dije irritado, rascando mi nuca. Me volteé para ver a Elliot pero ya no se encontraba junto a mí. Miré hacia el frente y lo divisé allí a lo lejos, dirigiéndose hacia ese joven con sonrisa angelical.

—Oye, amigo; no me importa si eres un modelo, actor o lo que sea, pero estás estorbando —escuché decir al pelirrojo, quien estaba frente a frente con aquel joven rubio.

El joven chasqueó la lengua y sonrió de forma arrogante, haciendo que Elliot se moleste más de lo que ya estaba y lo tome por el cuello de su camisa. Me acerqué rápidamente hacia ellos e intenté alejar a mi amigo del otro chico, pues sabía que no era una buena señal el que Elliot estuviese molesto.

—Oye, Elliot; ya déjalo, ¿sí? —dije tirando de su camisa. El chico de ojos café me miró y sonrió, acomodando el cuello de su camisa al notar que Elliot lo había soltado.

—Ya vámonos, Derek —dijo Elliot, comenzando a caminar nuevamente hacia la salida, claramente irritado.

Miré por última vez al chico de ojos café y éste me sonrió, dejándome una sensación extraña en el pecho. Me puse a la par de Elliot y éste me miró, frunciendo el ceño levemente.

—¿Por qué lo defendiste? —preguntó, haciendo un puchero algo infantil. Sonreí y le golpeé suavemente el hombro.

—No parece ser un mal chico... Además, si no te detenía podrías haberlo golpeado y terminarías siendo suspendido —dije sonriendo, encogiéndome de hombros. Elliot pareció reflexionar sobre lo que dije y sonrió, sin decir nada más durante el camino.

¿Volvería a ver a ese extraño joven angelical? Probablemente no lo haría, pero... en el fondo, por alguna extraña razón, realmente lo deseaba.