Sofía.
—¡Ja! Es obvio que eres mejor en esto. —Dejé el control de Nintendo a un lado y crucé los brazos. —Pero te aseguro que si jugamos fútbol de verdad, te gano.
Estábamos en la sala de juegos. Samuel quiso jugar al fútbol en la consola, y era evidente que era un experto.
—Oh, no, nena. Soy bueno jugándolo en la vida real, te lo aseguro —me miró con una sonrisa egocéntrica. —Además, perdiste cuando jugamos baloncesto.
—Pues obvio, ustedes son unos gigantes de casi dos metros y yo soy una enana de un metro sesenta —bufé, molesta. —Te reto a jugar fútbol ahora mismo.
—Oh, oh —Samuel me miró retador. —No me retes, bebé.
—Pues lo hago —le sostuve la mirada. —Veamos quién gana.
Los demás nos miraban con diversión. Todos disfrutaban de mi pequeña riña con el menor de ellos, mi ahora riv
