Marius. Estiré mis brazos al despertar, sintiendo la relajación total de un sueño profundo. Había dormido como un bebé, arrullado por el recuerdo de un espectáculo maravilloso y, finalmente, por la melodiosa voz de Sofía que me había cantado hasta caer en un sueño plácido. Definitivamente, el mejor comienzo de cumpleaños. Revisé mi celular. Los mensajes de felicitación se apilaban: mis padres, mis abuelos, toda nuestra familia y, por supuesto, mi tía Dalina con sus esposos y nuestros primos Miretti. En medio de esa lista interminable, había dos mensajes concisos de mi hermosa mujer: Buenos días, amor. Feliz cumpleaños. Sonreí como un completo estúpido. Mi chica era grandiosa, y cada gesto, por pequeño que fuera, me confirmaba que ella sería la mujer perfecta para nosotros. —Joder, ¿

