Mucho antes de que se levantaran casas o senderos, el bosque ya tenĂa un nombre entre los antiguos: Kairuma, que en lengua olvidada significaba “corazĂłn cubierto de ramas”.
Se dice que los primeros en llegar no fueron humanos, sino los Velkanar —una estirpe mitad hombre, mitad bestia, guardianes del equilibrio natural. No eran monstruos ni maldiciones. Eran el vĂnculo entre la tierra y la luna, caminaban como lobos bajo la noche, y como hombres cuando el sol tocaba la copa de los árboles.
Cuando los primeros humanos se acercaron al bosque, no entendieron lo que veĂan. Algunos huyeron. Otros cazaron. Pero una joven curandera llamada Aruma soñó con un lobo de ojos verdes que hablaba sin palabras y le mostrĂł que no debĂa temer.
Ella y ese lobo —que más tarde se revelarĂa como Kael, el primero de su especie— sellaron un pacto: los humanos vivirĂan en armonĂa con la naturaleza si respetaban las Leyes de la Luna, reglas antiguas que protegĂan tanto a la manada como al bosque.
En Kairuma, no se habla de “hombres lobo” con miedo o superstición. Se les llama “los hijos de la luna”, y algunos humanos saben que no son tan distintos. Hay incluso quienes creen que ciertos elegidos pueden entender el lenguaje silencioso de los lobos, o que en su sangre duerme un fragmento de la noche.
La gente del pueblo no pregunta mucho, pero respeta:
Nunca se camina en el bosque durante luna nueva.
Cada generación guarda las historias, aunque muchos ya no las crean…