Gael se disponía a subir por las escaleras, cuando uno de aquellos hombres lo tomó del hombro.
—¿Qué sucede?— preguntó confundido, mirando a uno y luego al otro.
—Te daré un consejo muchacho—la voz de Bernardo sonaba fría— y espero que seas lo suficientemente inteligente como para tomarlo.
—No comprendo— Gael, se sintió repentinamente intimidado.
—Y lo suficientemente inteligente como para guardar silencio y no tener que explicarlo una segunda vez— añadió Alonso.
—¡Suéltame!— dijo retirando su hombro.
—Mantente alejado de la señorita Olivia— Bernardo dijo en un susurro raspado y profundo.
—Somos amigos— dijo aturdido.
—Por tu propio bien— añadió Alonso— lo mejor que puedes hacer es, cortar con esa amistad.
—Pero somos vecinos. ¿Qué les pasa?
—Pasa que nuestro jefe es. . . a
