Olivia despertó envuelta en sedas, sobre un suave colchón y con las manos de Esteban recorriendo su cuerpo desnudo, haciendo que su resentida piel vibrara con cada toque, aún con un poco de dolor en su cuerpo, se había entregado un par de veces más a Esteban, haciendo que la noche fuese ardiente y muy placentera. Se giró, encontrándose con Esteban que la miraba sonriente. —Buenos días, mi dulce Olivia. —Buenos días— sonrió— he dormido muy bien. —Eso es bueno. Te he traído algo de desayunar— se giró tomando la bandeja, mientras ella se sentaba y cubría sus senos con las delicadas sábanas, Esteban colocó la bandeja sobre las piernas de ella— zumo de naranjas, yogurt, miel, un par de rebanadas de pan y algo de fruta— tocó la punta de su nariz— no estaba seguro de qué preferirías desayuna

