MIEDOS

892 Words
“Y en las noticias de hoy, dos escuelas aterrorizadas por estudiantes armados, conflictos paralelos que dejaron un saldo de ochenta y cinco muertos en total, diez de ellos, profesores. La ley para el uso de armas en menores de edad fue aprobada hace quince años y aún se presume que no fue la mejor decisión de las naciones”. Thaer suspiró, esos humanos estaban arruinandolo todo a su alrededor. -Leanna- llamó a su esposa, Lasha se acercó hacia él desnuda. -¿Qué pasa, querido?- preguntó preocupada. Lo vio tenso- ¿Sucede algo? -¿Aparte de lo que le pasa al mundo?- replicó él frunciendo el ceño- Siento que algo malo va a pasar, Leanna, algo más fuerte de lo que ha sucedido hasta ahora- aseguró. -No me asustes, Thaer- pidió ella- ¿Qué tan grave es?- él la miró a los ojos. -Tenemos que ir con Mikkael- ella tragó grueso y de inmediato se vistió, si su hijo estaba involucrado entonces no tenían tiempo para perder. -¿Será demasiado tarde ya?- preguntó ella mientras ambos corrían sujetos de la mano. -No lo sé, esperemos que no- dijo él no muy seguro de sí mismo, como pocas veces le ocurría al dios. “Si existe un Dios, una deidad, alguien que nos escuché, por favor, ayúdennos” Esas eran las palabras de un grupo de chicos en África quienes son sacrificados como carnada a leones en los zoológicos para shows en vivo. . . . . Taína se reía mientras jugaba en la cama con Mikkael, acababan de despertar y él insistía en hacerle cosquillas. -Te golpearé- lo amenazó entre risas. -Hazlo- dijo risueño golpeteando sus costillas con los dedos. Ella se rió con fuerza. Hasta que vio una mueca de dolor en el rostro de Mikkael. -Oye, oye- preguntó preocupada- ¿Qué es lo que pasa, cariño? -Ah, mi pecho duele- dijo él recostándose de medio lado sobre la cama con los ojos apretados. -Mikkael, espero que no sea una de tus bromas- dijo ella con el ceño fruncido- ¿Mikka?- insistió y se levantó. El reproductor inalámbrico reprodujo las noticias del día comenzando con dos masacres en escuelas en distintos estados. Taína vio en silencio e impotente cómo su esposo poco a poco se levantaba y abría los ojos. Lo primero que Mikkael vio fueron esos ojos de cuatro colores distintos que tanto amaba. Taína estaba sobre él a punto de llorar. -¿Estás bien?- susurró y él asintió. -Ya pasó, fue tan...Carajo- dijo sorprendido- Hace mucho que algo no me dolía así. -Nunca te había oído quejarte de esa forma, Mikka- le recordó ella acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. Los ojos amarillentos de la Parca se pusieron sobre ella. -Estoy bien, ya pasó- intentó calmarla pero ambos sabían que era inútil intentarlo.  Frunció un poco el ceño. -¿Qué es?¿Volvió el dolor?- preguntó ella asustada y él negó con la cabeza. -Hay muchos muertos...Demasiados- negó con la cabeza suavemente- Estos humanos cada vez están más descontrolados, Taína, debo irme y hacer mi trabajo. Ella suspiró. -Ve, si tienes que hacerlo, Mikka, pero deberías hablar con alguien de lo que tienes en el pecho. Él se rió. -No es nada, leanna, mira- levantó su camiseta negra y Taína llevó una mano a su boca- ¿Qué puta mierda es esta?- dijo él sorprendido. Se puso de pie y fue a verse en el espejo. -¿Qué es?¿Es una...Una mancha?- dijo Taína acercando su rostro más y más. -Lo es y…¡AHGG!- se tocó y puso una expresión de dolor- Duele demasiado, mierda- se quejó y miró a su mujer. -Eso no me gusta para nada, Mikkael- aseguró Taína con un intenso cosquilleo en el estómago- ¿Quieres que intente curarte? Él respiró hondo. -Te robaría energía y no quiero debilitarte- se negó y ella suspiró. -Por favor, sólo déjame hacerlo, será rápido y tal vez pueda hacer que no duela tanto. -Después, leanna- dijo él con dulzura- Tengo que irme ahora mismo. -Está bien- su cabello cubría sus pechos y esos ojos extraños lo miraron con amor- Ten cuidado, mi vida. -Siempre- dijo sonriendo y acercándose para besar sus labios. La diosa Elemental se metió en la gran biblioteca que habían coleccionado con el paso de los años, era cierto que fuera los humanos se estaban matando entre sí, las leyes no estaban haciendo nada para impedirlo y la sobrepoblación seguía en crecimiento aún cuando en los últimos cien años cinco pandemias redujeron sus porcentajes. Los demás dioses los denominaban “conejos inteligentes” y aunque en algún momento ese adjetivo pudo haberle ofendido gravemente lo cierto es que ya no sentía nada humano dentro de sí. Necesitaba saber qué cosa le ocurría a Mikkael y cómo ayudarlo. Era orgulloso, testarudo y fastidioso y si tenía que morir agonizando sin decirle que le ayudara fácilmente lo haría. Él nunca se enfermaba, eran inmortales, ¿Cómo carajos una mancha negra en su pecho le causaba dolor?¿Y sobre todo por qué?¿Por qué cuando había casualmente un exceso de muertes?¿Sería algo físico o algo más allá? Suspiró revolviendo su cabello antes de sentarse en una alfombra y empezar a leer hoja tras hoja desgastada y amarillenta como en los viejos tiempos.
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