Capítulo 04: Buscar algo mejor

1621 Words
Sofía "El primer embarazo fallido fue la causa de su situación actual señora Villa. Su interior quedó demasiado delicado luego de la pérdida. Lo siento, no creo que sea posible un nuevo proceso de gestación." Todavía no podía contener las lágrimas en los ojos cuando recordaba al pie de la letra las últimas palabras del ginecólogo. Quería mantenerme positiva y tratar de encontrar una nueva solución, pero lo cierto era que ya había empleado demasiado tiempo con falsas esperanzas. Hiciera lo que hiciera o sin importar cuanto lo deseara, simplemente no podía llevar en mi vientre al hijo que Fernando tanto esperaba. Sabiendo ello ¿Cómo podría ser capaz de retenerlo a mi lado? Él todavía era joven y apuesto como para amarrarse voluntariamente a alguien incapaz de darle un niño que llevará su propia sangre. Mi mayor acto de amor iba a ser el dejarlo libre para que pudiera conseguir lo que yo no podía darle, incluso si eso me mataba por dentro. –¿Señora Villa? ¿Se encuentra bien? Me preguntó Pietro Greco, el dueño de una de las más prestigiosas y longevas empresas vitivinícolas del país . El amable hombre mayor extendió un vaso de agua hacía mi, asustado por el shock en el que me había metido en medio de la reunión. Mi expresión amarga al regresar a la realidad lo espantó. Quise decirle que era normal en mi, pero pareció tan asustado que evité aclarar todo para no restarle imponencia a mi imagen. –Estoy bien, lamento la distracción. –bebí un poco del agua cristalina para poder contener las ganas de llorar ante el recuerdo– No se detenga, continúe con el tema por favor. Sentí los ojos de Romeo, su hijo mayor, sobre mí. Eran insistentes pero a la vez preocupados por un comportamiento tan impropio en mi persona. –Le estaba preguntando si sería posible tener una reunión con su marido, el señor Fernando Villa. Escuchar ese nombre tan solo me escarapeló la piel. –La semana pasada me pidieron una con los Fioretti o Alonzo Conte. ¿Es que acaso van a pedirme una cita nueva todas las semanas? Cuestioné, revolcando mi exasperación con ellos. Supe de inmediato que no estaba bien, pero escuchar ese nombre en medio de la conversación me descolocó. –Sofía… –intervino esta vez Romeo, el único al que le permitía tutearme– Nuestra intención no es incomodarte, solo queríamos saber si al menos podíamos acceder a una reunión con tu esposo ya que los Fioretti se negaron a vernos y Alonzo Conte nos canceló el encuentro sin una reprogramación. –El señor Conte tuvo una emergencia familiar el día pactado con ustedes, ya se los había comentado. –Y era cierto. La pequeña Luciana tuvo fiebre alta aquel día, Alonzo no tenía cabeza para algo más que no fuera la salud de su hija– Si no hubo reprogramación es porque apenas acaba de llegar de viaje de negocios. Y tampoco le importaba mucho reunirse con gente que solo iba a pedirle dinero. Nunca me dijeron las razones de sus insistentes pedidos, pero era obvio que necesitaban hablar con ellos para ajustar bien sus problemas económicos. Y claro estaba que ninguno de mis dos hermanos era un prestamista. Por esa razón ni siquiera me molesté en pedirles una excepción o reiterarles lo importante del caso, porque no lo era. –Señora Villa –volvió a pedir el mayor– no piense que queremos aprovecharnos de su buena voluntad, simplemente necesitamos tocar algunos puntos de negocios con su marido. Eso era mentira. –Entonces cuéntenme, yo se los haré saber. Ambos Greco suspiraron rendidos. Ni siquiera sus adulaciones podrían retenerme y ya lo tenían presente. El señor Pietro tragó saliva antes de mirar de reojo a su hijo, como indicándole con un simple gesto mudo que iba a ceder ante mi petición. A su primogénito no pareció importarle, ya que se acomodó mejor en la silla para escuchar como me enteraba del plan más estúpido del mundo. –Mi hijo tuvo la idea de invertir todo nuestro capital en un nuevo tipo de vino. Más que el contenido, queremos darle imagen innovadora, fresca y que sea de acceso único para los jóvenes perteneciente a la élite de nuestro país. –me crucé de brazos, esperando el verdadero trasfondo– Queremos contratar un nuevo grupo de enólogos reconocidos para que nos ayude en la elaboración, así como un gran equipo de marketing y publicidad… –Al grano señor Greco, no me gustan las vueltas. Se acarició la pequeña barba blanca buscando las palabras correctas para convencerme de que era un idea viable, aunque hasta ese momento solo estuviera escuchando cosas que no tenían nada que ver conmigo. –Tras varios años de investigación, mi hijo Romeo ideó el plan perfecto, el único problema es que incluso invirtiendo todo nuestro capital, necesitaremos un poco más de dinero, es decir, un socio. –y allí entraban uno de los tres hombres mencionados– Es un proyecto ambicioso, por lo que queremos jugarnos todo, incluso el patrimonio de nuestra empresa… –Un momento. –lo detuve en seco– ¿Me están diciendo que necesitan alguien que se las juegue con ustedes al invertir? No hizo falta ver asentir a alguno de ellos, su silencio me lo confirmó. –¿Quieren que Alonzo, Angelo o Fernando inviertan una cantidad enorme en un proyecto que ni siquiera se sabe si funcionará o no? –por último miré a Romeo– ¿Con cuántos especialistas consultaste si este proyecto era viable? ¿Tienes alguna otra opinión profesional? Tal y como lo predije, no hubo respuesta. –Por supuesto que no. Ninguno de los tres se encuentra interesado en invertir en negocios de este tipo, además, debo recordarle estimado señor Pietro que ya le debe a los Fioretti otro negocio fallido y la suma de dinero millonaria invertida en un evento que nada más fue para el placer de sus familiares. –me puse de pie indignada– Angelo lo tiene en la mira y el no es tan paciente como yo, se lo aseguro. –Señorita Sofía, nuestra intención no es incomodar. Lo lamento, no volveré a sugerir algo como esto. –No importa, –suspiré con algo de piedad al notarlo tan abatido frente a su hijo– demos esta reunión por concluida. Ninguno de los dos Greco, sus acompañantes o secretarias allí se opusieron. Salí del recinto tan encabronada como la situación lo ameritaba. De pronto, el sonido de unos pasos tras de mi me pusieron en alerta. Respiré con tranquilidad al saber que se trataba de Romeo, quien pese a todo pronostico me había seguido hasta la salida. –Sofía, detente… ¿Podemos hablar un momento? –Traigo prisa, será en otro momento. –ni siquiera me molesté en ralentizar el paso– –¿Sucedió algo malo con tu esposo? Es decir, siempre estás de mal humor, pero nunca así. Los tacones cuadrados de mis botas hicieron un ruido duro cuando me detuve en pleno piso de mármol solo para verlo de frente. Necesitaba que me dejara en paz. –¿Acaso ese es asunto tuyo? –consulté mirándolo a los ojos. Era un poco más alto que yo para ser de menos edad que la mía y sus ojos azules, casi grises, podían parecerle intimidante a cualquiera. Menos a mi– –No, simplemente me preocupó como te vi allá dentro… –Si ya sabes que no es de tu incumbencia, entonces no te metas. –Es por el divorcio ¿Verdad? Lo miré confundida hasta que levantó a la altura de su rostro el sobre con los papeles que iniciaban el trámite de mi separación legal. Había olvidado los documentos tras salir con tanta prisa del lugar y él tuvo la osadía de hurgar entre mis posesiones personales. –¿No es algo maleducado de tu parte meter las narices en donde no debes? –cuestioné con voz seria y ronca– –Valió la pena. –no pudo contener una risilla socarrona que encendió mucho más mi enfado– Oye… Ahora que eres una persona a punto de ser libre. ¿Saldrías conmigo? ¡Era el colmo! La vida se estaba empeñando en joderme. –No. Fue rotundo y sin más detalles pero preciso. Arranqué el sobre de sus manos sin previo aviso y me di la vuelta para no tener que lidiar más con el gusto declarado de un chiquillo inmaduro. Apenas estaba separándome de Fernando con todo el dolor de mi corazón, no tenía espacio para nadie más en mi vida. –¡Si ese tipo no te hace feliz, entonces al menos date la oportunidad de buscar algo mejor por ti misma! Mi cuerpo se quedó inmóvil, mis pasos no continuaron porque mi instinto asesino me guio en retroceso. Me acerqué a él lento y de forma peligrosa, sin medir mi furia. –Nunca, jamás –enfaticé, acortando la distancia entre ambos para dejarle muy en claro mi punto– vuelvas a mencionar a Fernando o a inferir cosas de él que ni siquiera sabes. ¿Comprendido? –Pen… pensé que éramos amigos. El temblor en sus pupilas me hizo saber lo nervioso que lo había puesto. –No te confundas Romeo Greco, tu y yo somos nada más que simples conocidos. No vuelvas a hablar de mi esposo –porque todavía lo era– o no mantendrás esa bonita piel tersa en tu rostro para la siguiente vez. Y lo dejé allí, tan lelo como temeroso de mis reacciones. Nadie se iba a meter con el nombre de Fernando Villa mientras yo continuara respirando, incluso si dejaba de ser su esposa.
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