Nos establecimos en ese lugar, poco a poco, sin yo pretenderlo, los hombres me trataron como a su líder. El problema de aquello fue que la gente comenzaba a envejecer y yo no. Nadie mencionó nada, sin embargo, Abril, la hija de Livia, creció, se convirtió en toda una mujer, fue preciso darla en matrimonio... y yo no había cambiado ni un ápice en todos aquellos años. Livia enfermó. ―Cuida de mi hija, te lo suplico ―me rogó una tarde en la que se encontraba peor que los otros días. ―No tienes que pedirlo, pero debes recuperarte, el matrimonio de tu hija es en unos pocos días. ―No creo que sea capaz de esperar a la luna llena. ―Debes hacerlo ―le ordené, como si con eso pudiera recuperarse. ―Te estoy agradecida por todos estos años en que nos cuidaste y protegiste como si fuésemos

