Él me obedece. Me agarra con fuerza por la cintura y me presiona aún más contra su cuerpo. Nuestras respiraciones se mezclan. Mi cuello está cubierto de su saliva y sus besos, y eso solo me excita más. El contacto de su boca en mi piel me hace vibrar. Cada centímetro suyo tocando el mío me borra la cordura. Siento su aliento sobre mi clavícula, descendiendo lentamente. Cierro los ojos. Inclino la cabeza hacia atrás. Mis pechos, apenas cubiertos, se alzan con cada jadeo. Sus manos tiemblan cuando rozan mi costado, cuando acarician la tela, cuando bajan por mi cintura con necesidad contenida. Él levanta la vista y me observa, como si no pudiera creer lo que tiene delante. Como si yo fuera un maldito sueño que puede desaparecer. Esa mirada me derrite. No tiene nada de dulce. Es salvaje. Apa

