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He llegado a la empresa con un peso en el pecho que ni el aire acondicionado helado de la oficina puede aliviar. Son casi la una de la tarde; pasé toda la mañana en la cafetería con Lucie, riendo y confesando cosas que jamás pensé decir en voz alta. Por unas horas me sentí libre, viva, como si tuviera veinte otra vez… pero ahora la realidad me cae encima como un ladrillo.
Entro a mi oficina y cierro la puerta despacio. Me dejo caer en la silla de cuero, giro un par de veces sin sentido, mientras enciendo la computadora y reviso los pendientes que se amontonan en la bandeja de entrada. Contratos por revisar, correos de proveedores, notificaciones de juntas. El mundo sigue su curso, aunque mi vida personal esté hecha un caos.
Miro mi celular sobre el escritorio. Pantalla
