IAN
El dolor en mi cabeza es un maldito tambor que no deja de golpear mis sienes, reverberando con cada intento de moverme. Parpadeo varias veces, mi boca está seca, mis ojos se van adaptando a la tenue luz que entra por las cortinas recorridas. La sensación de sábanas frescas y un colchón cómodo me confirma que estoy en la que era mi habitación. Lo último que recuerdo con claridad es salir del club.
HORAS ANTES
—Esto está de locos —dice Jesica, quien no pierde la oportunidad de mostrarme sus pechos con descaro, al inclinarse sobre la barra, mientras le preparo un trago a la rubia que me sonríe.
No se puede ser más puta en esta vida.
—En poco tiempo cerramos —es todo lo que digo, apartando mi atención de ambas.
Estoy de malas desde que salí de casa, no debería, no sé por qué me h
