NARRADOR OMNISCIENTE
El despacho de Brandon Withe estaba sumido en un silencio tenso, apenas interrumpido por el leve zumbido de la lámpara de escritorio. Los policías, con sus uniformes bien planchados, permanecían rígidos frente al imponente escritorio de caoba, sin atreverse a pestañear bajo la gélida mirada del juez.
—¿Y bien? —preguntó Brandon, tamborileando los dedos contra la madera con una paciencia al borde de la fractura.
Uno de los oficiales tragó saliva antes de hablar, mirando al resto, buscando ayuda, nadie se atrevió a dar el primer paso, todos desviaron la mirada, por lo que no le quedaba al pobre hombre, más que hacerle frente a uno de los hombres más temidos del país, en el mundo de las leyes.
—Aún no hay rastro de su hija, señor. Hemos revisado las cámaras del hospit
