IAN Un aroma dulce, demasiado fuerte, que no logra cubrir el hedor metálico de la sangre, pica en mi nariz, Me inclino, sosteniendo el teléfono con firmeza, y capturo una imagen más de la mancha oscura que se ha filtrado en la alfombra. Es grande. Densa. Todavía húmeda en los bordes. «Piper no está» me repito una y otra vez. Me enderezo y me acerco al tocador una vez más. El espejo está destrozado, fragmentos de cristal esparcidos sobre la madera, y entre ellos, el mechón de cabello rojo atrapado en uno de los bordes rotos. Tomo otra foto. Cualquiera diría que ella se escapó de casa, pero la sangre… la jodida sangre lo cambia todo. Mi mandíbula se tensa. No hay más que ver aquí. Guardo el teléfono en mi bolsillo y salgo de la habitación, cerrando la puerta tras de mí con un chasquido

