Eres mía

1478 Words
Alejandro llevaba dos días, desde que conoció a Ángela, con la sensación de que le apretaban los pantalones, quería ir a su casa y llevársela a la cama, hacerla suya hasta que le rogara que parase, pero esa no era su forma de actuar, no era su estilo. —No lo entiendo Alejandro, ¿Porqué contratas a esa chica, y no estás con ella? —le preguntó confundido Ignacio. —Quiero que se ponga nerviosa. Su táctica era que ella imaginara las cosas que le podía hacer, que tuviera miedo de que él llegara, y esa espera la tendría alterada, había estado durmiendo en un piso de su propiedad al lado de sus oficinas. —Alejandro, se me olvidaba decirte, hemos encontrado a los hermanos que venden droga a los adolescentes, ya les hemos dado una lección. — le informó Ignacio. El plan que tenían era poco a poco sacar las drogas de las calles sin ser demasiado obvios, sino otros se les echarían encima, mientras tanto intentaban que solo vendieran a adultos. Alejandro miró el reloj, estaba impaciente por volver a casa, no solo por la comida de Alberto y Marta, Ángela no salía de su cabeza. —Dile a Marta que hoy iré a cenar. —concluyó al fin. Ignacio temía ese momento, sabía que la chica estaba tranquila en casa, a Marta le había caído muy bien, pero si Alejandro era muy duro con ella, no habría nada que hacer. —Alejandro, hay algo que quería pedirte, si esta vez fueras más... como decirlo, blando con la chica ...— Alejandro lo miró de reojo, ¡Ni en sus sueños lo iba a ser!, ni siquiera se molestó en contestar, Ignacio ya sabía lo que eso significaba. Cuando llegó a casa en la noche, estaban todos en la cocina, miró desde la puerta como charlaban, incluida Ángela, ¿Se creía que estaba de vacaciones?, se irritó, empezaría pronto a castigarla y mostrarle su función en esa casa. —¿Te lo estás pasando bien Ángela? — le dijo con tono sarcástico. Ella se sobresaltó al oír su voz, ya estaba ahí. —Yo... —alcanzó a decir. Marta intervino. —Cenemos tranquilos, ¿vale? —miró a Alejandro con ojos amenazantes. Este la respetaba y adoraba, la única mujer que había ganado su respeto, pero no le iba a permitir que se entrometa en eso, él había comprado a esa chica, y ella se había vendido, aún así asintió. Llevaron la cena entre todos a la mesa, cuando Ángela se fue a sentar, Alejandro la acercó a él por la muñeca haciéndole daño, la sentó en sus rodillas y le besó el cuello mientras acariciaba sus brazos desnudos. —Te e echado de menos pequeña. —le dijo suave al oído. Ángela estaba temblando, pero reaccionó a sus besos, nuevamente traicionada por su cuerpo, no entendía porque se sentía así con él, Alejandro pasó disimuladamente una mano por sus pechos, acariciándolos. —Mi polla también te a echado de menos. —añadió ronco en su oído. Cogió la mano de Ángela y la puso sobre su bulto, Ángela intentó soltarse pero el la sujetaba fuerte, por un instante se olvidaron de que había gente ahí, si no hubiera sido por el toque te atención de Marta a saber que habría pasado, la mujer carraspeó aposta. —La cena se enfría Alejandro. —le dijo muy seria. Sabía que Marta no le perdonaría si la castigaba con ellos delante, así que se detuvo, la soltó y ella se sentó al lado de él. No paraba de mirarla durante la cena, igualmente lo descubrió hablando animado con el resto de personas, le pareció curioso que cenaban todos juntos, incluida la asistente de limpieza, Andrea. Se metió un trocito de solomillo a la boca cuando una mano se posó en su pierna, casi se atraganta, miró a Alejandro el cual seguía hablando como si nada con el resto, la mano llegó a su centro, la acarició por encima de la ropa, Ángela recordó el día que lo conoció en su despacho y como la masturbó delante de esos hombres, apartó la silla de golpe y se levantó, ese movimiento brusco sorprendió a todos. —¿Estás bien? —le preguntó Marta sin ser consciente de lo que estaba pasando. Ángela los miró avergonzada. —si, lo siento, si no os importa me voy a dormir, me duele un poco la cabeza. Solo miraba al suelo, no quería que vieran sus mejillas coloradas, asintieron y salió corriendo a su habitación. En ese espacio de supuesta privacidad, no paraba de dar vueltas intentando adivinar que pretendía ese hombre, ¿Que iba a hacerle?, la puerta se abrió haciendo que Ángela saltará del susto. —¿No puede llamar? —le gritó aún sabiendo que era él. Alejandro arqueó una ceja. —¿,En mi propia casa y con mi puta?— saltó enfadado—. ¿Quién te crees qué eres? Ángela sintió temor según el se acercaba y ella retrocedía, sus ojos oscuros atravesaban cualquier pared. —Te voy a enseñar modales. — le dijo pegándola contra la pared. Colocó sus manos sobre la pared acorralando a la chica , acarició su cabello mientras miraba sus ojos y su boca, sin previo aviso puso la mano alrededor de su cuello haciendo un poco de presión. —¡Qué sea la última vez que me gritas o desobedeces!, ¡Si te pido algo, lo haces!, ¿Está claro? —hizo un poco más de presión en su cuello, Ángela no podía responder—. ¡Contesta! —le gritó enfurecido. —Si, señor —pudo responder bajito. La mano que Alejandro tenía sobre su cuello bajó al borde de su camiseta, la metió por dentro y le tocó los pezones, Ángela no se movía, levantó la camiseta y bajó el sujetador hasta poder verlos, se excitó, los pellizcó intentando herirla un poco, pero de la garganta de Ángela no salió ningún ruido, eso le molestó, quería que reaccionará, la agarró fuerte y la empujó sobre la cama dejándola de espaldas, le bajó el pantalón y las bragas por las rodillas , tocó su rajita para comprobar si estaba mojada, que lo estuviera lo excitó tanto como lo molestó. Ángela intentaba ser tan sumisa que él no lo disfrutara, pensando que si se aburría, la dejaría, pero cuando escuchó como se desabrochaba el cinturón, el sonido de su bragueta y finalmente como bajaba los pantalones, se dió cuenta de lo que iba a hacer y entró en pánico, Alejandro propinó un par de azotes en su trasero. —Esto es suave comparado a lo que quiero hacerte. —amenazó al sujetarla de la cadera para atraerla hacía su m*****o erecto. Ella intentó apartarse pero él era más fuerte, sin previo aviso la penetró con fuerza, haciendo que Ángela sintiera un dolor muy fuerte, lloraba pero él no podía verla, se sujetó fuerte a las sábanas, la penetró cada vez más fuerte y Ángela empezó a gemir, o eso creía él, lo que al principio era dolor pasó a convertirse en placer, se sentía enfadada consigo misma. Sin darse cuenta estaba gimiendo, pero ya no de dolor, Alejandro le dió con más fuerza , el sonido del fluido de Ángela contra sus huevos le excitó más y se dejó llevar por el éxtasis, se corrió en ella haciendo un gemido fuerte de satisfacción, Ángela se desplomó en la cama cansada, nunca había tenido un orgasmo, así que no sabía que sentía. —Vamos a la ducha. —ordenó Alejando. La observó levantarse dolorida, eso lo satisfacía, al dejar la sábana al descubierto pudo ver la mancha de sangre. "¿Era virgen?", se preguntó, no podía ser, ¿Porqué haría algo así siendo virgen?, no le dijo nada, no podía mostrar debilidad ante ella. Ángela ya estaba en la ducha, se metió tambien, la enjabonó y volvió a excitarse, cayendo en la cuenta de que ella no se había corrido, conocía muy bien la reacción de una mujer al tener un orgasmo, y ella, no había temblado, puso sus manos contra la pared y le susurró al oído. —Déjate llevar. A Ángela le sorprendió esa dulzura por su parte, Alejandro acarició sus pechos mojados, y colocó una de sus manos en su clítoris, la masturbó suavemente para finalmente meterle los dedos mientras caía el agua en ellos, Ángela estaba muy excitada, gemía llevada por el placer, inconscientemente inclinó su cabeza apoyándose en su pecho, movió sus caderas siguiendo los movimientos de la mano de Alejandro, y llegó, su primer orgasmo, él sintió como el flujo lo empapaba calentando su mano, ella temblaba entre sus brazos. —Eres mía. —le dijo orgulloso. Le dió la vuelta levantándola y sujetándola del trasero, ya había sido demasiado compasivo, ahora le tocaba satisfacerse él.
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