Ya eran las once de la noche, y la pareja mientras conducían hasta el centro de la ciudad, Andrés le dice a Astrid que mañana debía mudarse al apartamento, y que iba a contratar a un equipo de mudanza muy conocido para que la ayudaran con sus cosas. Astrid esa noche sintió que Andrés no era malo y que era una buena persona a pesar de que aparentaba ser alguien frio y distante. Esa misma noche, algo se movió dentro de ella y los sentimientos por el heredero empezaron a florecer, pero recordó las palabras del señor Salvatore y se entristeció un poco. Entonces, mirándolo con disimulo se decía:
«Tal vez me estoy imaginando cosas tontas, y en realidad el señor Andrés haría lo que hizo por mi con cualquier persona. Además, solo soy la cocinera y un hombre como él así de apuesto jamás se enamora
