Capítulo Dos: Tormenta.

1831 Words
Ally caminaba por las calles que antes le habían parecido hermosas con un aire de tristeza que le envolvía de pies a cabeza. No pasaba a creer lo que había ocurrido momentos atrás. El amor de su vida le había dejado sin siquiera preocuparse por voltear a cerciorarse de su bienestar, y eso era algo que la hería profundamente. Ella siempre había sido servicial con él, de modo que no hallaba una explicación concreta a un hecho semejante. Llegó a pensar que solo se trataba de una broma, pero al quedarse en esa cafetería por tanto tiempo y ver que no regresó, le dejó más que claro con qué clase de persona lidiaba día con día. Aún así, confiaba plenamente en que el hombre tendría alguna razón de peso para terminarle de esa manera tan abrupta, justo cuando se acercaba la boda y parecían estar mejor que nunca. El viaje hacia la isla donde había compartido tanto tiempo con su padre significaba para ella sellar su relación de un buen modo, así que cuando esas palabras tan hirientes salieron de la boca de Daven, algo dentro de sí se quebró. Aún le quedaba en su mano el té verde que le habían obsequiado, pero ni siquiera algo así podía animarla en momentos como esos, nada podía consolar a su corazón roto.  Tenía presente que la vida no se terminaba solo por eso, pero era difícil afrontar un futuro en donde no estuviera presente una figura tan importante como lo era su prometido, o debería decir, su ex-prometido. Solo pensar en algo parecido, hacía que de nuevo sus ojos derramaran lágrimas, debía verse deplorable mientras merodeaba por las calles como alguien que ha perdido la consciencia.  Su meta era ir a casa, pero no sabía a dónde se dirigían sus pies, que parecían tener vida propia.  Sin darse cuenta, ya estaba fuera de la construcción en donde pasó varios años con una pareja estable, con la felicidad intacta. Al entrar por la puerta, se sintió como un intruso en la intimidad de los recuerdos de una chica feliz. En cada parte de la casa vio en cámara lenta los momentos pasar. En el sofá aún podía ver la cabellera del chico sobresalir con la pantalla de la televisión de fondo, sintiéndose emocionado por alguna nueva película que hubiera querido ver por todos los medios. Ella casi nunca parecía integrarse por completo a los gustos de este, pero hacía lo posible por complacerlo mientras pudiera. Sentía que su deber como buena novia era compartir todo el tiempo que tuviera junto a su amor, y no se quejaba en absoluto. Mientras más pasos daba, más sentía cómo las sombras del pasado que habían sido su presente hasta horas atrás le restregaban en la cara lo contentos que eran y lo tonta que había sido al dejarlo ir como si nada. Dejó la bebida y sus cosas en la pequeña mesa de café, viendo cómo en esta se hallaba dispuesta una de las bufandas que solía utilizar el hombre cuando se quedaba en su casa, y es que sucedía que el clima cambiaba drásticamente allí, por lo que aunque donde él vivía hiciera un calor tremendo, en su propia casa el frío parecía reinar todo el año, y en vista de que salían tan temprano en la mañana con dirección al trabajo, debido a que ambos laboraban en la misma empresa, Ally no quería que su pareja enfermara, y era entendible. Esa había sido la razón principal que le llevó a comprar aquella bufanda para dársela de regalo al chico, teniendo aquella prenda también a modo de broma privada.  La tomó entre sus manos, olfateando el aroma varonil que esta desprendía aún, embriagándose por última vez de aquel olor que le había causado tanta felicidad en su momento. Fue allí que mientras tenía el trozo de tela en sus manos, se permitió llorar a todo dar, resbalándose poco a poco hasta dar con el suelo mientras su rostro era un desastre de lágrimas regadas y de sollozos apagados. Escuchó a su teléfono sonar con varias notificaciones, pero poco le importó ver quién le escribía o quién no, tenía años trabajando para la misma empresa como para prestarle atención de nuevo más a su trabajo que a sus sentimientos. Siempre había sido una chica sentimental, pero cuando se trataba de trabajo, era lo primero de lo que se encargaba antes de seguir con ella misma y cualquier emoción que pudiera envolverle. Luchó mucho tiempo para lograr ser tomada en serio dentro del grupo de trabajo, y eso era algo que agradecía, poder ser una valiosa trabajadora para su empresa era algo que le importaba en demasía, saber que su trabajo estaba bien hecho le generaba una gran satisfacción, sin embargo, nunca había tenido en cuenta que si terminaba algún día su relación, era posible que el aire se volviera tenso entre ellos y los demás trabajadores. Aún sabiendo aquello, no podía dejar de sentir lo que sentía, incluso si el mundo se caía a pedazos, no sería ella quien lo restaurara en aquellos instantes, no podía. Pensó en beberse la cerveza que había dejado Daven en su nevera, pero ni siquiera pudo aniquilar tamaña prueba de la existencia de ese hombre, de la presencia e importancia que tenía dentro de su vida y de sus decisiones. Había dejado que él se convirtiera en su norte, y aunque no sabía si estaba haciendo bien del todo, lo menos que quería hacer era pensar más allá. Quizá nunca más volvería a aquella cafetería. Bien, claro que volvería, volvería solo para confirmar si él también estaría allí esperándola como hacían cada semana.  Su mente no dejaría que se fuera así de simple, la atormentaría en sueños, eso estaba claro. Lo único que quería era una explicación ¿En qué había fallado? Quizá si le expresara los errores que había cometido, podría intentar mejorarlos, pero debido a la manera en la que le había terminado, tan vagamente, solo le daba a pensar lo poco que le había importado aquella relación que ambos compartieron por tanto tiempo. Se decidió por fin a ver su móvil, más por distraer a su mente que por otra cosa, y lo que vio allí no le gustó para nada, no eran mensajes, eran publicaciones de su querido ex-prometido. Eran varias fotos, en una de ellas salía sonriendo junto a una chica de cabellos rojos intensos y delineado perfecto, sonrisa diseñada y felicidad notoria. Y si su corazón ya estaba roto antes, en aquellos momentos no daba para más. ¿Había terminado con ella para ir a reunirse con otra? ¿Tan poca cosa había sido para él? Fue entonces cuando decidió dejar el celular a un lado, solo se haría más daño si continuaba viendo ese tipo de contenido, sin embargo, su corazón no pudo soportar tanto, ya que sintió su vista volverse borrosa, perdiendo las fuerzas, y no supo más de ella. ... Una semana había pasado desde aquel evento en la cafetería, de un día donde había sido abandonada por quien creyó el amor de su vida. El chico mientras tanto solo podía observarse sonriente y triunfador como siempre, con el ego por los aires cuando se cruzaban en el trabajo, pero ella parecía haber perdido un toque de su brillo, no podía reaccionar ante sus bromas de mal gusto siquiera.  Las obligaciones laborales se habían transformado en una carga desde que no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera su dolido corazón y la manera tan cruel que tuvo Daven de decirle adiós.  Cabía destacar que no le volvió a hablar directamente desde esa escena, cosa que le dolía mucho más, que no fuera capaz de dirigirse a ella con propiedad después de haber compartido gran parte de sus vidas juntos. Su jornada estaba a punto de finalizar, y lo único que podía hacer era observar el reloj en su muñeca con su eterno tic tac, el cual parecía no tener intenciones de avanzar de un minuto al otro.  Como si se tratara de un milagro, la hora deseada por fin llegó, haciendo que todos los trabajadores comenzaran a abandonar sus puestos con lentitud, estirando las piernas luego de jornadas tan largas frente a computadoras que lo único que hacían era agotar sus mentes. Algunas personas, como era el caso de Ally, hacían ese trabajo por pura pasión, algo difícil de encontrar en la actualidad, pero no por eso imposible. Ella recogió sus cosas una vez más, como era costumbre, pero el ambiente se sentía diferente debido a que una vez más era martes, el día de la semana donde podía ser feliz junto a su pareja, donde compartían mucho más tiempo del usual, una bendición para cualquier persona con dos dedos de frente. Su corazón se hallaba desbocado y no comprendía muy bien la razón, quería pensar que no se trataba de la posibilidad de ver a su ex nuevamente en esa cafetería, pero esa era toda la verdad. Quiso calmarse y dirigirse al lugar en completa paz, solo que nada referido a ese hombre podría dejarla nunca en paz, algo que le jugaba en contra sin duda alguna. Ya que podían ir caminando y él no se encontraba a la vista, tuvo más vibrante la esperanza de que nunca de que hubiera recapacitado, decidiendo volver a sus brazos y esperarla dentro del local donde habían pasado bonitas tardes. Recorrió las cuadras con el corazón casi saliéndose por su boca, siendo que cuando llegó al lugar, debía de verse bastante ilusionada. Con lo primero que se topó fue con el amable muchacho de la otra vez, del cual se había olvidado por completo hasta ese momento, pero recordó que tenía que agradecerle por la bebida, aunque no hubiera podido bebérsela tan a gusto como habría querido. El chico de cabellos rubios se acercó a ella con una sonrisa amplia, pues se alegraba genuinamente de que no estuviera muerta o algo parecido. ─¿Allison, cierto?─ preguntó este, con un tono que dejó claro cuán buena memoria tenía. ─Así es, soy yo, quería agradecerte por cómo me trataste la última vez, sé que no estuvo bien que me quedara tanto tiempo, por lo cual me disculpo si causé alguna molestia─ soltó ella, comenzando a mirar hacia todos lados, decepcionándose poco a poco de no ver a Daven allí. ─Para nada, no es molestia ¿Qué se te ofrece hoy por aquí?─ quiso saber él, quien estaba aún detrás de la barra. ─Quisiera el mismo té que preparaste para mí, pero esta vez sí voy a pagar por él─ le hizo saber con una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos, pero eso no fue capaz de notarlo el chico frente a sí. No tenía ganas de regresar a casa sola tan temprano, de modo que al menos la bebida le serviría de distracción. Deseó con todas sus fuerzas que su pecho dejara de doler, pero no fue así.
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