Ni siquiera soy capaz de apartar mis ojos de ella. Sigue siendo tan hermosa como el primer día en que la vi. Si tan solo pudiera besarla y abrazarla como en otrora. ―Quiero una tregua contigo, Priscilla. No quiero que huya de nuevo. Deseo arreglar las cosas con ella, ganarme la más mínima oportunidad para conquistarla. Meto dos dedos bajo su mentón y la obligo a que me mire a la cara. »Sé que me he comportado como un maldito idiota contigo ―intento dejar en una mejor posición al imbécil que se ha empeñado en deshacerse de mi familia―, así que, quiero rectificar y pedirte disculpas, por haber sido al extremo cruel e indolente. Me mira con desconfianza. No será fácil convencerla de mis buenas intenciones. Necesito que me mire de la misma forma en que lo hacía antes de que cambiara todo.

