El baile de verano llegó antes de lo que imaginaban. Al haber rentado un salón para la fiesta de los recién egresados todo era un caos. Nadie les prohibiría beber alcohol hasta desfallecer o de restregarse con sus parejas a mitad de la pista de baile. Poco faltaba para que el mismísimo Calígula se presentara con algún acto bestial en el escenario donde la banda que contrataron se entretenía esnifando polvos mágicos.
Rome se curó de espanto en las fiestas anteriores a las que fue arrastrado, porque sí, Richi lo llevaba sin avisarle. Cuando Rome se daba cuenta, ya estaban frente a la puerta de una casa desconocida.
En la mesa circular, cuyo adorno era un búho tallado en madera que portaba un birrete n***o y un colgante dorado, se encontraban Brina y Richi. La primera con una cara de aburrimiento y enojada porque su hermano aún no iba por ella; y el segundo, desesperado al no tener aún una respuesta por parte de su novia quien, muerta de celos, se fue sin avisar.
─ ¡CHICOS! ¿Por qué las caras largas? ─preguntó un animado Marco llevándose la botella de alcohol a la boca─. Los colé a la fiesta para que se divirtieran, no para cuidar las bolsas de los demás.
A veces Rome se arrepentía de tener amigos en semestres superiores como era el caso de Marco.
A él le quedaban dos largos semestres para terminar la carrera en contaduría y he ahí, asistiendo a la segunda fiesta de graduación. Se alegraba de que el siguiente semestre ninguno de sus amigos egresara.
Marco se marchó al no recibir respuesta, tropezó en el trayecto, nada grave.
─Si ya quieres irte. Te puedo acompañar ─propuso Rome ante los insultos en voz baja por parte de Brina.
─ ¿Lo dices en serio? ─los ojos de su amiga se abrieron de golpe ante la ilusión de llegar pronto a casa. Las zapatillas la estaban matando. Él asintió.
Ambos se pusieron de pie y tomaron sus cosas. Se acercó al oído de Richi para que lo escuchara por encima del ruido de las bocinas.
─ ¿Te quedas?
─No ─Richi tomó el bolso de su chica y se encaminó junto a sus amigos─. Los acompaño hasta la entrada. Maya no responde, iré a su casa.
Brina viró los ojos. Por el contrario Rome le restó importancia y siguió en lo suyo, se acostumbró a la tóxica relación de Richi y Maya. A estas alturas sabía que mañana ese par estaría dando vueltas por el parque. Dejaron que Richi tomara el primer taxi que pasaba y se quedaron en la acera a espera de otro vehículo. Por la hora rezaban para que aún pasara otro taxi.
─Tienes una suerte tremenda al ser hijo único ─comentó la rubia mientras echaba un último vistazo a sus mensajes.
─Un poco, creo, ¿ya le marcaste?
─Sí y nada que responde. Me manda a buzón desde hace una hora.
Debería estar asustada por la falta de respuesta de su hermano mayor, sin embargo, Brina conocía perfectamente al patán que tenía por hermano y probablemente estaría perdiendo el tiempo con alguna chica.
Rome levantó la mano en señal de parada para pedirle al taxi que los llevara a la casa de su amiga. El sujeto respondió cansino que, sólo iba a dar un último viaje. Ambos entendieron que uno de ellos iría a pie, Brina lo miró apenada.
─Sube ─indicó al acercarse a la puerta para permitir que pasará ella primero─. Te acompaño hasta tu casa.
Brina entró al carro y Rome tras ella.
Al acomodarse el vestido se le subió un poco hasta quedar a medio muslo. El castaño se deshizo de su saco para ponerlo sobre las piernas de la contraría.
─Quiero reiterar mi descontento con tu firme homosexualidad ─Rome soltó una carcajada por la poca sutileza de su amiga.
─Y yo quiero reiterar que, si me gustasen las chicas estaría loco por ti ─respondió una vez que terminó de reír.
El camino fue corto, pero al ser medianoche no la dejaría ir sola. Llegaron frente a la puerta de la enorme casa. El conductor esperó para recibir el pago y después aceleró.
Su amistad existía desde que empezaron sus estudios en la universidad, tres años para ser exactos. Y Rome nunca fue a la casa de su amiga hasta esa noche por lo que quedó sorprendido con la enorme mansión. Brina regresó el saco a su acompañante. Al estar frente a la puerta ésta se abrió de golpe.
─ ¡Hey! Llegaste antes hermanita. Iba en camino por ti ─gotas de agua caían de su cabello.
El rubio decía la verdad a medias. Dos horas antes seguía dentro del auto estacionado frente al departamento de su conquista. Lo último que notó fue el sonar de su celular. La castaña dejó que la intensa sesión de besos pasara a más cuando la mano de Azriel se coló bajo su falda. Ese fue el motivo por el cual cuando regresó a casa pasó a ducharse antes de ir por su hermana. Y no respondió por seguridad de sus oídos.
─Eres un idiota. Y no se va a quedar a así. Le diré a mis papás...
─No, Bri, déjame explicarte.
─ ¿Qué vas a explicar?
Rome retrocedió un paso al ver que Brina golpeaba al chico parado bajo el marco de la puerta.
─Lo siento, Bri ─decía cubriendo su rostro─. Te compensaré, haré lo que quieras ─bastaron esas palabras para aplacar su furia.
─ ¿Lo que yo quiera?
El menor de los Kellan tragó en seco antes de asentir. En ese momento cavó su propia tumba. Rome sintió lástima por aquel individuo.
─Bien. Lo meditaré con la almohada, pero al menos hoy. Dormirás en el sofá.
─Brina no es necesario ─replicó Rome. El rubio lo miró por primera vez. La discusión con su hermana lo cegó brevemente de su presencia.
─Cariño, no voy a dejar que vagues por ahí a estas horas ─jalo a Rome de la manga de su camisa obligándolo a entrar hasta la sala.
─ ¿Crees que dejaré que tu novio pase la noche aquí sin decir nada? ─cerró la puerta con brusquedad caminando tras ellos.
─Es mi amigo ─aclaró mientras se apoyaba en el brazo de Rome para quitarse las zapatillas.
Azriel los observó, el chico junto a su hermana no llevaba mucho encima y con todo y la sencillez de su vestimenta era agraciado. Un chico precioso de piel bronceada digno de pasar un rato con él.
─Puedo llevarlo a su casa en mi auto ─la mente del rubio trabajaba muy rápido cuando se lo proponía. Pensó en cientos de maneras para j***r al chico en el trayecto. Con eso comprobaría su hipótesis: ninguna chica o chico sobre la faz de la tierra se negaría a tener sexo con él.
─Eso me parece bien ─apoyó Rome al no querer causar molestias.
Brina sonrió con ternura a su amigo.
─Si él te lleva a casa, me quedaré sin excusas para hacerlo dormir en el sofá. Vamos ─aprovechó que aún tenía su brazo en él para llevarlo escaleras arriba.
El hermano de Brina se había enfadado más por el hecho de no poder apreciar el cuerpo del chico bajo esa ropa de gala que, por tener que dormir en la sala.
La habitación de su hermano se encontraba al fondo del pasillo siendo que la de Brina quedaba frente a la de sus padres. Rome entró después de la rubia quien sin preguntar a nadie buscó entre la ropa de su hermano algo decente para prestarle a su amigo.
─Descuida, mi hermano no te dirá nada. Sólo espero encontrar algo de tu talla ─comentó antes de dejar las prendas encima de la cama─. Gracias por acompañarme ─lo besó en la mejilla─. Descansa. Si necesitas algo, mi habitación es esa ─señaló la puerta blanca de madera. El castaño dejó escapar una risita por lo obvio que resultaba localizarla.
Esperó a que su amiga entrara a su habitación para después ver la puerta cerrarse logrando que el letrero con las letras de "Bri Kellan" decoradas con diamantina, se moviera unos centímetros.
Mandó un mensaje a su padre acerca de su paradero. Lo último que quería era que le dieran la regañada de su vida al día siguiente por no avisar con tiempo. Retiró la camisa y pantalón de vestir dejándolos doblados sobre la mesita de noche y sustituyendo por las prendas ajenas. Notó que la ropa le quedaba holgada.
Abrió los ojos lentamente por culpa de la luz que se filtraba por la ventana. Quería volver a dormir, lo que fue imposible al escuchar el ajetreo en la habitación y entonces recordó que seguía en casa de Brina.
─Eres más confianzudo de lo que pensé ─el rostro de Rome se tiñó de un leve color rosa y no a causa del comentario sino porque el hermano de su mejor amiga se paseaba casi desnudo. Sólo lo cubría una toalla de la cintura para abajo. Vio dos tatuajes cerca de las costillas del dueño de la habitación.
─Y-yo ─desvío la vista a la cabecera de la cama.
─Es broma. Me hubiese preocupado si te encontraba desnudo al entrar. Además, te sienta bien.
El menor sintió un leve tirón obligándolo a regresar la vista al frente.
─ ¿Qué haces? ─preguntó al tener de cerca el rostro del contrario.
─Ayer no tuve oportunidad de presentarme. Soy Azriel Kellan, ¿y tú eres? ─el olor a menta golpeó su rostro.
─SoyRomeBlack─respondió atropellando las palabras antes de que sus labios hicieran contacto por culpa de Kellan que se acercó de más.
Los labios del castaño se sentían suaves. Azriel trazó una línea con la punta de la lengua tentando al menor y éste por la sorpresa no se opuso al intruso que accedía a su cavidad. Subió sus manos por el pecho desnudo y húmedo de su atacante para llevarlas hasta su nuca y tiró de su cabello para apartarlo.
Azriel se estaba jugando el cuello en caso de que su hermana apareciera, satisfecho por el avance de su hipótesis, se apartó de Rome no sin antes morder sus labios.
─Un placer conocerte, precioso ─pasó la lengua por sus labios antes de alejarse y salir de la habitación.
─ ¿Qué diablos? ─preguntó a la nada al sentir su pecho latiendo con rapidez.