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-Bueno, es tuyo.-Me contesta con mucha sencillez. Claramente no pude evitar que mi boca cayera al suelo. ¿Mío? ¿Un Lamborghini aun cuando no se conducir? En realidad sabía que mi esposo era un gran derrochador de dinero, pero esto era más que ridículo.
-¿Mío? ¿Hablas de que es...?-Yo misma no puedo hablar, quizás sea por el frio o por el hecho de que esto parece ser más un sueño, que la realidad. Él de inmediato gruñe al ver que no tengo ninguna expresión en mi cara.
-Es obvio que es tuyo, tonta.-Se mofa molesto, mientras le da un pequeño golpe a mi cabeza, quizás para despertarme de este trance.-Ya tienes dieciséis años, es hora de que aprendas a conducir.-Eso no era algo que tuviera sentido, ya que tenía que tener diez y siete años para poder conducir.
-Pero aún no soy legal.-L
