Gruño al caer de espaldas contra el piso de la pista de basquetbol y me quedo recostada por un momento. Eso es hasta que veo la cara de Baltasar observándome desde arriba con una sonrisa socarrona.
-Levántate- me dice y frunzo el ceño. Estos últimos días me han dejado que entrene con Baltasar, quien se supone me enseñara controlar mi fuerza, mi velocidad y me enseñara a pelear. Pero he pasado más tiempo sobre mi espalda en el piso que dé pie sobre él.
Después de mi…accidente con aquel cisne decidieron que no me dejarían encerrarme en mi cuarto y mucho menos dejarme estar sola por mucho tiempo. Supongo que por una parte estoy agradecida por que me mantienen ocupada todo el tiempo, lo que evita que piense demasiado y eso es algo bueno. Me pongo de pie y me sacudo la ropa con fastidio. Miro a Baltasar que no ha dejado de mirarme con esa misma sonrisa y sé que disfruta verme sufrir. Sádico.
-Esta es la tercera vez consecutiva que te derribo en menos de cinco minutos.
-Bueno, ¿Qué esperabas? Soy nueva en esto y tú tienes mil y tantos años siendo vampiro. Yo creo que es obvio que vas derribarme con facilidad. Eres más fuerte y tienes experiencia.
-La fuerza no importa cuando eres inteligente y pones atención a las debilidades de tu oponente. He visto a vampiros jóvenes vencer a vampiro más grandes que ellos. Lo que pasa es que tu ni siquiera te estas esforzando.
-Claro que si- digo entre dientes.
-No se nota. ¿Quieres salir de esta casa? ¿Quieres que dejen de vigilarte todo el tiempo? ¿Quieres ver a tu hermano, a tu padre, a tus amigos?- de eso ultimo no estoy muy segura. O al menos no creo que ellos quieran verme.- Entonces esfuérzate más porque con lo que estás haciendo no es suficiente- parece que mi puño tiene mente propia porque sale volando en dirección a su cara pero lo esquiva con facilidad y su sonrisa se ensancha con satisfacción.
-Tu no me conoces ni sabes lo que quiero- le digo he intento darle otro puñetazo que vuelve a esquivar.
-¿Sabes lo que necesitas?- sin esperar a que le contesta continua-: necesitas enojarte y mucho. Tu culpa y tu tristeza no te ayudaran y lo único que harán es que nunca aprendas a controlarte. Al menos con el enojo te puedes enfocar en algo concreto- sigo lanzándole puñetazos que sigue esquivando y se mueve en círculo alrededor de mí.
-No estoy enojada- levanta las cejas divertido.
-¿En serio? Porque si yo estuviera en tu lugar estaría más que enojado.
-Es algo que bueno que no lo estas, entonces.
-Umm, imagínate ser usada como marioneta por el brujo más poderoso en la tierra, traicionar a tus amigos, a tu hermano…tu mejor amiga quien sabe si despierte y todo porque confiaste en la gente equivocada.
Grito frustrada cuando vuelve a esquivar mi puñetazo. Ese sentimiento tan curioso pero tan poderoso que sentí cuando pensé en Argyris cuando me transforme vuelve a regresar. Siento como si la sangre me hirviera y me quemara por dentro. El solo pensar que anda ahí afuera por mi culpa hace que vea rojo y que lo único que quiera es…
-Dilo- me anima Baltazar con una sonrisa como si supiera exactamente lo que estoy pensando.
-Quiero hacerlo pagar. Quiero que sufra y que vea todos sus planes desmoronarse frente a él justo antes de matarlo. Quiero venganza.
Su sonrisa se ensancha con satisfacción y canalizo mi enojo, justo como me dijo para derrumbarlo. Le lanzo un puñetazo al lado derecho de su cabeza, algo que he estado haciendo de la misma forma desde hace unos minutos y cuando lo esquiva hago uso de mi otro puño el cual detiene en el aire con su mano antes de que pueda tocarlo. Pero eso es justo lo que quería y tomo impulso con las piernas antes de saltar en el aire y enredarlas en su cuello. Eso lo toma por sorpresa y pierde el balance el tiempo suficiente para que ponga fuerza y lo derrumbe. Ambos caemos al piso y desamarro rápidamente mis piernas de su cuello antes de ponerme de pie. Aun me parece sorpréndete que pueda moverme tan rápido con tan solo desearlo.
Esta vez es mi turno observarlo tirado en el piso y sonrió triunfante. Tal vez no este equivocado después de todo. Si lo que necesito para salir de aquí pronto es enfocarme en mi enojo eso es lo que hare. El me mira sonriente y lo miro confundida por su reacción.
-Eso fue bueno, lo admito pero…-y en menos de un segundo usa sus piernas para derribarme y caigo al piso sobre mi espalda, otra vez. Lo escucho ponerse de pie y se pone las manos en la cintura- te confiaste mucho y cuando estas peleando con alguien no celebras hasta que te aseguras que no se va a levantar. Que no se te olvide.
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Ese hoyo que se ha hecho tan familiar en mi estómago vuelve a sentirse más grande de lo normal y se lo que significa. Tengo hambre. La última vez que me alimente fue hace dos días y por poco mato al chico que me trajeron esta vez. No es mi intención, de verdad, pero una vez que la sangre hace contacto con mis labios no puedo detenerme. El sabor es tan delicioso…
Ahora la única persona presente cada vez que me alimento es Máximo ya que él es mí… ¿convertidor? ¿Mi guía? La verdad que no sé cómo llamarlo, solo sé que siento un deseo muy grande de complacerlo, no puedo explicarlo pero es como si todo lo que hiciera lo hiciera para obtener su aprobación. Algo raro ya que antes me intimidaba tanto que ni siquiera podía hablar. Aun me intimida pero es diferente.
Han pasado dos semanas desde que me transforme y debo decir que nunca antes me he sentido más segura o cómoda en mi propia piel que en este momento… o poderosa. L poder que siento ahora es muy diferente al que sentía cuando tenía mi magia. Cuando tenía mi magia podía hacer muchas cosas increíbles que nunca hubiera imaginado pero siempre había un límite, algo que me detenía: mi mortalidad. A pesar de todo ese poder sabía que seguía siendo…frágil, débil.
Ahora no tendré magia de ese tipo pero soy más fuerte e inmortal. Podría saltar de un acantilado, y no usar mi magia para amortiguar la caída, sin morir. Podrían dispararme, cortarme o lastimarme de cualquier forma y siempre me levantaría. Esta vez no hay límite o debilidad.
Máximo sale de la oficina que está en el primero piso y me ve de soslayo sentada en la silla que está afuera. Me pongo de pie y lo sigo sin decir una palabra. Aún no ha regresado ningún sirviente a la casa lo que significa que ellos tienen que hacer todo. Kalinda al principio me miraba con fastidio pero en estos últimos días su actitud hacia mí ha cambiado. No somos las mejores amigas ni nada por el estilo pero al menos ya no es ruda conmigo y de vez en cuando me sonríe, o al menos lo intenta porque parecen más muecas que otras cosas.
Entramos a la cocina en done ya hay alguien esperando por nosotros. Esta vez es otro chico y me pregunto de donde los sacaran. La primera chica de la que me alimente trabajaba aquí pero los demás no tengo idea de donde los consigan. Inmediatamente salivo ante el pensamiento de lo que está a punto de pasar y me acerco al chico sin esperar otro segundo. Él acerca su muñeca pero no puedo evitar mirar su cuello en donde hay una vena larga que palpita, casi incitándome a hincar mis colmillos en ella. Siempre me alimento de la muñeca pero esta vez quiero probar algo nuevo.
Aparto de su brazo y cuando estoy a punto de acercarme a su cuello Máximo me detiene y niega con la cabeza.
-No- es lo único que me dice y frunzo el ceño.
-Quiero probar algo nuevo.
-No- vuelve a repetir-, la muñeca.
-¿Por qué?- pregunto con fastidio.
-Porque apenas y puedes controlarte bebiendo de la muñeca, ¿Qué crees que pasara si te alimentas del cuello?
-Pero quiero hacerlo-digo y me mira con severidad.
- O te alimentas de la muñeca o no te alimentas. Tu decisión.
Le sostengo la mirada todo lo que puedo y finalmente regreso mi atención al chico que pasa su mirada entre Máximo y yo. Observo su cuello una última vez y tomo su brazo. Supongo que será la muñeca…por ahora. No siempre estará Máximo cundo me alimente.
Muestro mis colmillos y los entierro en la muñeca del chico, absorbiendo ese néctar tan delicioso y adictivo. Algo que he descubierto es que a pesar de que toda la sangre que bebido es deliciosa cada una tiene un sabor distintivo. La primera sangre humana que prove era dulce, como el algodón de azúcar. En cambio la sangre de este chico es un poco más fuerte, como chocolate oscuro. Algo que tambien he descubierto adictivo es el poder ver la vida de todos estos humanos en tan solo segundos. Imágenes de sus seres queridos, sus emociones…
Siento la mano de Máximo sujetar mi brazo y la piel se me eriza ante el contacto. Me jala hacia atrás y me aparta del chico. Dos hilos de sangre escurren por los hoyos que mis colmillos hicieron en su muñeca y aun siento mi corazón latiendo en mis oídos. Tambien escucho su pequeño y humano corazón latiendo de forma más lenta y me pregunto cómo será el escuchar un corazón detenerse. El olor de su sangre impregna el aire de la cocina y me relamo los labios, doy un paso hacia él y el chico retrocede chocando contra el desayunador detrás de él. Máximo tira de mí hacia atrás nuevamente.
-Fue suficiente.
Lo miro sobre mi hombro y aunque el olor de la sangre del chico está invadiendo todos mis sentidos, sacando esa parte primitiva en donde quiero lanzármele encima y seguir bebiendo de él hasta que no tenga ni una sola gota de sangre en su cuerpo, la mano de Máximo en mi brazo, su tacto, me detiene de una forma que no me gusta. Es como si mi instinto más básico de alimentarme se vea interrumpido por él, todo el tiempo.
-Vete- le dice al chico sin despegar su mirada de mí. El chico pasa corriendo por nuestro lado y lo escudriño con la mirada hasta que sale de la cocina. Cierro los ojos e inhalo con fuerza, puedo escuchar sus pasos apresurados hasta la puerta y el latido descontrolado de su corazón, el olor de su sangre… Se escucha el motor encendiendo de un coche y una vez que se aleja de la casa lo suficiente como para que sea un sonido lejano en mis oídos, Máximo me suelta.
-¿Lo hice bien esta vez?- pregunto. Máximo se da la vuelta y camina hasta la salida de la cocina, sin mirarme responde.
-Tuve que separarte de él, tú dime.
Frunzo el ceño ante su respuesta y sale de la cocina. No importa cuánto me esfuerce parece que nada de lo que hago es suficiente para él. Siempre hay algo que hago mal y honestamente está empezando a cansarme. Necesito salir de estas cuatro paredes, aunque sean grandes se siguen sintiendo como una prisión. Agudizo mi oído y me concentro en localizar a los que estén en la casa. Se por un hecho que Lisandro, Alana y Kalinda no están. No sé a dónde hayan ido pero sé que se fueron juntos. A Baltasar no lo he visto desde que entrenamos esta mañana y no logro ubicarlo. Si está quieto es muy probable que no lo encuentre y Máximo acaba de entrar a su oficina nuevamente.
Me pregunto si será muy difícil escabullirme de un vampiro. Saco mi (nuevo) celular del bolsillo de mis jeans. Fue un regalo de Alana después de mí…accidente en el estanque. No tiene ningún contacto guardado más que los de ellos (para nada sorprendente) pero al menos tengo acceso al internet y eso me ayuda a distraerme cuando me aburro. Alana tambien me trajo lienzos y pinturas pero no he tenido ganas ni inspiración para pintar nada.
Lo que quiero es salir de aquí aunque sea un rato. Sé que estoy lista pero Máximo opina lo contrario. Tal vez si saliera y viera que tengo todo bajo control cambiaria de opinión. Pero ¿Cómo engañas a un par de vampiros? No es como que pueda salir caminando por la entrada principal sin que se den cuenta. Escucho la puerta de la oficina de Máximo abrirse nuevamente.
-¡Baltasar!- lo llama y unos segundos después escucho sus pasos acercándose. Salgo de la cocina y me asomo para observarlos en el pasillo. Me recargo en la pared y me cruzo de brazos.
-¿Qué pasa?- pregunta Baltasar.
-Tengo que salir. Sabes lo que tienes que hacer- Baltasar asiente y me mira. Máximo se aleja en dirección a la salida y no pudo evitar sonreír. Tal vez no sea tan difícil convencer a Baltasar de que me deje salir. Después de todo a él le gusta romper las reglas.