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2366 Words
2 horas. Llevaba dos malditas horas sentada en esta incómoda silla dentro de este incómodo vestido y rodeada de parejas besándose de forma totalmente incómoda. El mesonero ya había venido tres veces a preguntarme si de verdad esperaba a alguien para que tomara asiento en la barra, porque un par de personas necesitaban una mesa de dos. Lo mande a volar, obviamente, y, por séptima vez, llame a Joey al teléfono celular. Cuando estaba a punto a colgar antes de ser atendida por el buzón de nuevo, contesto el teléfono. -Hola? ¿Una mujer? ¿Es en serio? -Hola? ¿Qué diablos haces con el teléfono de Joey?- mi pecho empezó a arder -Esta tomando una ducha. ¿Quién eres?- la chica no debía de ser mayor que yo, se notaba por su tono de voz tonta, me sonaba a rubia artificial. -Su novia. ¿Quién eres tu? La chica estaba a punto de responder pero, en el fondo escuché el grito de Joe, imaginaba la escena con él saliendo de ducharse y cachando a la puta de rubio artificial en ropa interior con su teléfono pegado en la oreja, hablando conmigo, debía parecer un camarón, o un muerto, quizás. -¿Amor?- Era su voz. Esa maldita voz que me había ilusionado tanto en la vida. Esa voz que ahora hacía que unas ganas de vomitar terribles llegaran a mi. -Vete a la mierda. Colgué el teléfono y salí de volada, el mesonero me paró en la puerta para decirme que no había pagado el vaso de Coca-cola que había tomado así que saque un par de billetes de mi bolso, sin ver la denominación, y salí de ahí hasta mi carro, con un nudo en la garganta que se negaba a desaparecer. Mi teléfono comenzó a repicar, sabia que era él y no quería escuchar su voz, así que lo voltee lejos de mi y subí la música de la radio sin importarme que fuera rock pesado, solo quería apagar el sonido del teléfono y de mis sollozos. Odiaba sentirme así, lo odiaba. Maldito infiel. Era una estúpida por dejarme ilusionar, y eso no se repetiría. No seria más como las pobres mujeres que llegaban a mi oficina a pedirme ayuda para seguir a sus esposos porque ellas pensaban que estaba con alguien. Subí a mi apartamento sin molestarme en saludar a Bob, quien desvió la vista cuando me vio llegar con el rímel corrido, muy inteligente de su parte. Me metí a la regadera abriendo la llave y dejé que me mojara desde la punta del cabello hasta el final de mis pies, ojala pudiera irme por el desagüe con ella también, el agua empezaba a enfriarse y era hora de salir de ahí. Un par de bragas y una camiseta ancha y corrí a la nevera por el frasco de helado de chocolate, Time to Netflix... Toc, toc, toc, toc... -Maldito pájaro, ve a molestar a otra ventana- No sabía qué hora era, sólo sabía que aquel estúpido pájaro había decidido instalarse en mi ventana y no me dejaba seguir con el reparador descanso. Cuando pude reaccionar, hablo de cinco minutos después, caí en cuenta de que no era ningún pájaro, era mi padre tocando la puerta. Corrí a abrirle preparándome para su sermón. -Lilian Ke-- se corto en pleno discurso y me miró los ojos, debí suponer que estarían hinchados y debía parecer un panda con las súper ojeras- ¿Bebé, que pasó?- Su tono bajo tres octavas -Nada papi- me sentía como una nena pero así era yo con mi papá, me acerqué y lo abracé- Discúlpame, me quedé dormida -¿Tiene algo que ver el idiota ese de tu novio?- Papa odiaba a Joey, debía de haberle escuchado. -Mucho- suspiré y caminé a la habitación para vestirme, mientras él entraba a mi diminuta cocina a hacer un poco de café- Terminamos anoche- no quise hablarle más del tema, nunca olvidaba el hecho de que mi padre tenia permiso para portar armas. -Ok... Me alegra mucho que te alejaras de ese imbécil, estoy muy contento, nena- Estaba radiante, como si le hubiese dicho que tenia un coche nuevo o que me habían ascendido en el trabajo... Típico de Benjamín. -Voy a cambiarme- Dejé la cosa hasta ahí, no quería que las lágrimas me traicionaran delante de él y empezara a indagar en la situación un poco más a fondo. Abrí el armario y empecé a buscar algo presentable para ponerme. Iríamos a casa de los Perri y debía entonar con la mayor clase y discreción posible, opte por unos jeans oscuros muy ajustados, una camisa de seda color blanco por dentro del pantalón y unos tacones corridos, mi cartera color azul marino y mi arma en mi espalda baja como me había entrenado papa, siempre iba preparada a donde fuera, el mal no espera. Mi cabello lo deje suelto, me gustaba el largo que estaba tomando y mi color chocolate casi n***o lucía de maravilla con el labial rojo que me había colocado, tome el celular y salí a ver a papá, que estaba tomando café mientras leía con mucho afán algo en su teléfono. Al verme sonrió y termino la bebida de un trago, rápidamente nos subimos en su Camry y emprendimos camino a la mansión Perri. Una alta estructura de dos plantas en piedras de color tierra se alzaban detrás de los altos barrotes que protegían el lugar, las dos casetas que se encontraban en las salidas contaban con dos o tres guardias, al ver la placa de mi padre, nos dejaron pasar de inmediato. -Bienvenidos, pasen- Una mujer rodeando los cincuenta nos esperaba con la puerta abierta, parecía ser de servicio y me tranquilizo su mirada amigable- Esperen acá, por favor- dijo llevándonos hasta lo que me imaginé, sería la sala- Mirna y Gio estarán emocionados de su llegada, pobres... han sufrido tanto con lo de la dulce Julia- dijo con pesar, iba a marcharse pero llamé su atención -¿Podría comentarnos un poco de lo que usted sabe? -Pues, la verdad, no sé mucho- contesto rápidamente, algo me decía que mentía- Era mi día libre cuando sucedió todo y nadie vio nada. Si me disculpan...- Se apresuró a salir y, por la mirada de mi padre, supe que no era la única que había desconfiado de su actitud. -Buenos días- Un hombre canoso, tal vez contemporáneo con mi padre, de unos 42 o 43 entro al lugar, se veía atlético bajo el saco de color gris claro que llevaba, pero las ojeras en su rostro le restaban belleza. Una mujer hermosa pero triste, envuelta en un traje de color n***o y con el cabello de un rubio cenizo, le seguía de cerca en silencio, eran los padres de Julia y a simple vista, no parecía que tuvieran mucho que ver en lo sucedido- Espero que no hayan tenido que aguardar mucho acá- Se disculpó- Mi mujer se ha encontrado indispuesta últimamente, como es normal. -Claro, es algo lógico, no se preocupe- Mi padre contestó formal- Soy Benjamín Kenan, ella es mi hija Lilian, pero eso ya lo deben saber, ustedes nos ubicaron... -Si, es un placer. En efecto, su empresa es muy reconocida y un par de amigos lo recomendaron- El hombre se sentó junto a su esposa en el sofá frente al de nosotros, divididos sólo por una mesa de vidrio. -Pues bien, me encantaría que comenzáramos con la investigación de inmediato, si no es mucha molestia- -Estamos preparados para lo que tenga que preguntar- La mujer, Mirna, hablaba como si fuera un robot, era algo doloroso ver a una mujer tan bella sentirse tan afligida como lo estaba ella. -Seño-- iba a comenzar a hablar pero ella me paró en seco. -Nada de títulos, querida, dime Mirna. -Igual a mi, con Gio esta bien- dijo de inmediato su esposo, colocando un brazo protector sobre el cual su mujer se apoyo gustosa. -Ok- murmuré- Mirna, sabemos que es un duro momento pero, podría usted decirme, ¿Julia tiene antecedentes suicidas? ¿O alguien en la familia? -No. Nunca se había presentado una situación similar en esta familia. Cada quien es muy independiente, la verdad, y temo decir que nunca le dedicamos tiempo de sobra a Juli- la mujer se detuvo cuando las lágrimas empezaron a arruinar su rostro, gracias a Dios que no llevaba maquillaje porque a estas alturas parecería un mapache- Discúlpenme- Dijo sonándose la nariz con un Kleenex que le tendió su esposo amablemente- Julia era una chica dulce, buena en todo lo que hacía. Tenía muchos amigos y era muy querida, pero... -miro a su esposo y continuo- En los últimos meses sí la había notado un poco rara. -¿A que te refieres mi amor?- Al parecer, el padre estaba tan intrigado como nosotros. -Pues sí... Los últimos meses la note retraída, ya no sonreía tanto como antes. Lo relacioné con el fin del curso, pensé que estaría estresada por graduarse pronto. Tal vez fueran también sus presentaciones de ballet, no sé... No creí que...- el nudo en su garganta fue evidente esta vez y paro de hablar mientras mi padre anotaba datos en su agenda de siempre. -Esta bien, Mirna, mírame- Tome su mano en la mía y papá me miró con advertencia, no debíamos involucrarnos más de la cuenta en nuestras investigaciones, pero esta mujer realmente me conmovía- No fue su culpa, ¿lo sabe? Yo la conocí en clases de ballet, estuve con ella ahí hace mucho tiempo, pero sé que era una buena chica, y eso, Mirna, lo debe haber aprendido de usted, ¿ok? Ella me miró con sus ojos cristalinos y supe que mis palabras habían tocado su corazón, tal vez no fuera mucho para sanar un corazón de madre herido pero, al menos, era el mínimo intento que podía hacer. -Gracias- dijo suavemente. -¿Por que no subimos a la habitación de Julia? Nos vendría bien hacer una inspección, eso si la policía no ha intervenido aún- Dijo mi padre, cortando el momento a propósito, pero también adelantando una parte crucial de la investigación del caso. -Claro, pueden subir. Y no, hemos mantenido a la policía al margen de todo esto, lo más que se pudo, claro- Gio hablaba con mi padre mientras yo los seguía en silencio, pero podía sentir los ojos de Mirna, quien se había quedado sentada en el sofá mientras nosotros caminábamos, sabía que me estaba mirando fijamente y quise de inmediato saber el por qué. -Disculpen que no entre con ustedes pero bueno, ya entenderán que...- Su voz se fue apagando y dándole un vistazo rápido vi como se contenía para no desmoronarse, debía ser duro, mantener una máscara de solidez para que la familia no se le venga encima cuando, por dentro, debía de estar deshecho por haber perdido a su nenita. -No se preocupe- Mi padre debe de haber visto lo mismo que yo, como pasa seguido, pues le dio un fuerte apretón en el hombro de esa forma que solo hacen los hombres para consolar a otros hombres. Entramos al lugar, la puerta era blanca, haciéndola diferente de las puertas color madera que daban entrada a cada habitación, las paredes eran de un suave amarillo y las ventanas enormes que daban a un balcón, eran cubiertas por largas cortinas de gasa blanca. Se veía muy lindo y pacífico el espacio, nadie podría pensar que esas paredes serían testigos de un suicidio... Unos osos de peluche se apilaban frente a la cama, justo al lado de un Puff de color rosa y un TV plasma muy grande, una linda y humilde biblioteca mostraba un poco más de un par de docenas de libros, la cama con cobertor blanco y con muchas almohadas se veía confortable, la lamparita sobre la mesa de noche color rosa tenia encima tres fotos con portarretratos, una era de Julia con sus papás, parecía ser un show de ballet de esos en los que se usaba tutú rosa y mallas del mismo color, se veía  vieja la foto y supuse que era de sus primeros actos públicos. La otra era de ella sola, era en blanco y n***o y parecía ser de una sesión de fotos en la gran ciudad, llena de paredes con grafitis al fondo, pero su belleza opaca toda la rutina callejera que la rodeaba, tenia una sonrisa muy grande y no se si era real o simple pose para la cámara. La tercera era un poco mas reciente, lo sé porque ese tatuaje en su cintura no debía de tener mucho tiempo ya que en la anterior no se le notaba, estaba abrazada a otra chica, ambas usaban el pelo en trenzas y vestian muy Tumblr, parecía ser una fiesta y, para mi sorpresa y desconcierto, en esta si estaba sonriendo con sinceridad, se le notaba la felicidad en el rostro. Detallé a la otra chica, era muy rubia, casi albina, tenia los ojos muy celestes y su cuerpo era tan esbelto como el de la bailarina, tal vez fuera una... ¿Quién? ¿Quién era ella? Algo en mi interior decía que esa rubia podría saber algo, quizás sólo era mi mente pero no, estaba ahí y valía la pena averigüar por qué su foto sería más importante que una con su familia. -¿Papá?- Llamé a Benjamín, quien estaba en la biblioteca viendo por encima. -¿Si, preciosa? -Aquí, ven a ver- Lo llamé para que se acercara y viera la foto, la cual ya estaba guardando en mi teléfono, papá me miraba con curiosidad. -¿Quién es? ¿La conoces? ¿Será alguna amiga? -Ni idea pero, pues, ese es nuestro trabajo, no? Investigar. Así que, investigaremos a la chica albina. Julia POV. Una vez leí que la muerte no es la mayor pérdida de nuestras vidas. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos. No lo entendí nunca, hasta ahora. Tal vez, si mi vida hubiese sido distinta, si hubiese tenido otra familia o tal vez hubiese nacido en otro país, mi vida continuaría. Si sólo no hubiese aparecido entre riquezas, joyas y fama, entre políticas familiares y alta sociedad, yo viviría, quizás pobremente, pero seguro que con paz en mi alma. Segura estoy, de que podría amar. E incluso eso me fue arrebatado.
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